viernes, 28 de enero de 2022

Julia de Burgos ( 11 poemas )






AZUL DE TIERRA EN TI

Parece mar, el cielo

donde me he recostado a soñarte…

 

Si vieras mi mirada,

como un ave, cazando horizontes y estrellas.

 

El universo es mío desde que tú te hiciste

techo de mariposas para mi corazón.

 

Es tan azul el aire cuando mueves tus alas, 

que el vuelo nace eterno en repetida ola sin cansancio.

 

No sé si en ola o nube abrirme la ternura

para rodarme al sueño donde duermes.

 

Es tan callado el viento,

que he podido lograrte entre los ecos.

 

Soy toda claridad para estrecharte…

 

Te he visto con los ojos vivos

como los ojos abiertos de los bosques,

figurándome en risas y quebradas nadando hasta el océano.

 

Te he recogido en huellas de canciones marinas

donde una vez dejaste corazones de agua enamorados.

 

Te he sacado del tiempo…

 

¡Cómo te he levantado en un lirio de luz

que floreció mi mano al recordarte !

 

¿Por qué me corre el mar ?

Tú eres vivo universo contestándome…

 

CANCIÓN DESNUDA

Despierta de caricias,

aún siento por mi cuerpo corriéndome tu abrazo.

Estremecido y tenue sigo andando en tu imagen.

¡Fue tan hondo de instintos mi sencillo reclamo...

 

!De mí se huyeron horas de voluntad robusta,

y humilde de razones, mi sensación dejaron.

Yo no supe de edades ni reflexiones yertas.

¡Yo fui la Vida, amado !

La vida que pasaba por el canto del ave

y la arteria del árbol.

 

Otras notas más suaves pude haber descorrido,

pero mi anhelo fértil no conocía de atajos:

me agarré a la hora loca,

y mis hojas silvestres sobre ti se doblaron.

 

Me solté a la pureza de un amor sin ropajes

que cargaba mi vida de lo irreal a lo humano,

y hube de verme toda en un grito de lágrimas,

¡en recuerdo de pájaros!

 

Yo no supe guardarme de invencibles corrientes

¡Yo fui la Vida, amado !

La vida que en ti mismo descarriaba su rumbo

para darse a mis brazos.

 

DADME MI NÚMERO

¿Qué es lo que esperan? ¿No me llaman?

¿Me han olvidado entre las yerbas,

mis camaradas más sencillos,

todos los muertos de la tierra?

 

¿Por qué no suenan sus campanas?

Ya para el salto estoy dispuesta.

¿Acaso quieren más cadáveres

de sueños muertos de inocencia?

 

¿Acaso quieren más escombros

de más goteadas primaveras,

más ojos secos en las nubes,

más rostro herido en las tormentas?

 

¿Quieren el féretro del viento

agazapado entre mis greñas?

¿Quieren el ansia del arroyo,

muerta en mi muerte de poeta?

 

¿Quieren el sol desmantelado,

ya consumido en mis arterias?

¿Quieren la sombra de mi sombra,

donde no quede ni una estrella?

 

Casi no puedo con el mundo

que azota entero mi conciencia…

 

¡Dádme mi número! No quiero

que hasta el amor se me desprenda…

(Unido sueño que me sigue

como a mis pasos va la huella.)

 

¡Dádme mi número, porque si no,

me moriré después de muerta!

 

NADA

Como la vida es nada en tu filosofía,

brindemos por el cierto no ser de nuestros cuerpos.

 

Brindemos por la nada de tus sensuales labios

que son ceros sensuales en tus azules besos;

como todo azul, quimérica mentira

de los blandos océanos y de los blancos cielos.

 

Brindemos por la nada del material reclamo

que se hunde y se levanta en tu carnal deseo;

como todo lo carne, relámpago, chispazo,

en la verdad mentira sin fin del Universo.

Brindemos por la nada, bien nada de tu alma,

que corre su mentira en un potro sin freno;

como todo lo nada, buen nada, ni siquiera

se asoma de repente en un breve destello.

 

Brindemos por nosotros, por ellos, por ninguno;

por esta siempre nada de nuestros nunca cuerpos;

por todos, por los menos; por tantos y tan nada;

por esas sombras huecas de vivos que son muertos.

 

Si del no ser venimos y hacia el no ser marchamos,

nada entre nada y nada, cero entre cero y cero,

y si entre nada y nada no puede existir nada,

brindemos por el bello no ser de nuestros cuerpos.

 

AMANECIDA

Soy una amanecida del amor…

                       

Raro que no me sigan centenares de pájaros

picoteando canciones sobre mi sombrilla blanca.

(Será que van cercando, en vigilia de nubes,

la claridad inmensa donde avanza mi alma).                       

 

Raro que no me carguen pálidas margaritas

por la ruta amorosa que han tomado mis alas.

(Será que están llorando a su hermana más triste,

que en silencio se ha ido a la hora del alba).                       

 

Raro que no me vista de novia la más leve  

de aquellas brisas suaves que durmieron mi infancia. 

(Será que entre los árboles va enseñando a mi amado               

los surcos inocentes por donde anduve, casta…)

 

Raro que no me tire su emoción el rocío,

en gotas donde asome risueña la mañana.

(Será que por el surco de angustia del pasado,

con agua generosa mis decepciones baña).                                     

 

Soy una amanecida del amor…

                      

En mí cuelgan canciones y racimos de pétalos,

y muchos sueños blancos, y emociones aladas.

                       

Raro que no me entienda el hombre, conturbado

por la mano sencilla que recogió mi alma.

(Será que en él la noche se deshoja más lenta,

o tal vez no comprenda la emoción depurada…)

 

ALBA DE MI SILENCIO

En ti me he silenciado...

El corazón del mundo

está en tus ojos, que se vuelan

mirándome. 

 

No quiero levantarme de tu frente fecunda

en donde acuesto el sueño de seguirme en tu alma.

            

Casi me siento niña de amor que llega hasta los pájaros. 

Me voy muriendo en mis años de angustia

para quedar en ti

como corola recién en brote al sol...

 

No hay una sola brisa que no sepa mi sombra

ni camino que no alargue mi canción hasta el cielo.

            

¡Canción silenciada de plenitud!

En ti me he silenciado...  

 

La hora más sencilla para amarte es ésta

en que voy por la vida dolida del alba. 

 

CANCIÓN AMARGA

Nada turba mi ser, pero estoy triste.

Algo lento de sombra me golpea,

aunque casi detrás de esta agonía,

he tenido en mi mano las estrellas.

 

Debe ser la caricia de lo inútil,

la tristeza sin fin de ser poeta,

de cantar y cantar, sin que se rompa

la tragedia sin par de la existencia.

 

Ser y no querer ser… esa es la divisa,

la batalla que agota toda espera,

encontrarse, ya el alma moribunda,

que en el mísero cuerpo aún quedan fuerzas.

 

¡Perdóname, oh amor, si no te nombro!

Fuera de tu canción soy ala seca.

La muerte y yo dormimos juntamente…

Cantarte a ti, tan sólo, me despierta.

 

AMOR

Amor…

única llama que me queda de Dios

en el sendero cierto de lo incierto.

 

Aquí,

desesperada,

me contemplo la vida en un hueco del tiempo.

 

Entrecortando pasa el sendero de luz

que esperancé de sueño.

 

¡Oh mañanas azules que se quedaron muertas,

volando en el espacio!

 

¡Oh anudada caricia que amaneces dispersa,

cuando despierta el cuerpo!

 

¡Oh querer desterrarme de mis pasos turbados…!

¡Multiplican en ecos!

 

Aquí, junto al continuo gravitar de la nada,

¡cómo asaltan mi espíritu los silencios más yermos!

 

Mi esperanza es un viaje flotando entre sí misma…

Es una sombra vaga sin ancla y sin regreso.

 

Mis espigas no quieren germinar al futuro.

¡Oh el peso del ambiente!

¡Oh el peso del destierro!

 

¡Amor…!

Hasta la leve ronda de tu voz perturbada,

me partió la ola blanca que quedaba en mi pecho.

 

YO FUI LA MÁS CALLADA

Yo fui la más callada

de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

 

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,

ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;

mi ruta era la música salvaje de los pájaros

que soltaba a los aires mi bondad en revuelo…

 

No me cargaron buques pesados de opulencia,

ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;

encima de los buques mi rostro aparecía

silbando en la redonda sencillez de los vientos.

 

No pesé la armonía de ambiciones triviales

que prometía tu mano colmada de destellos:

sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil

el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

 

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.

Te parecías al mar, resonante y discreto.

Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.

Sobre mí te seguiste como el sol en los pétalos.

 

Y caminé en la brisa de tu dolor caído

con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:

tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes

en inmenso río blando corriendo hacia el desierto.

 

Un día, por las playas amarillas de histeria,

muchas caras ocultas de ambición te siguieron;

por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos

se colaron las voces sin cruzar tu misterio…

 

Yo fui la más callada.

La voz casi sin eco.

La conciencia tendida en sílaba de angustia,

desparramada y tierna, por todos los silencios.

 

Yo fui la más callada.

La que saltó la tierra sin más arma que un verso.

¡Y aquí me veis, estrellas,

desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!

 

EL MAR Y TÚ

La carrera del mar sobre mi puerta

es sensación azul entre mis dedos,

y tu salto impetuoso por mi espíritu

es no menos azul, me nace eterno.

 

Todo el color de aurora despertada

el mar y tú lo nadan a mi encuentro,

y en locura de amarme hasta el naufragio

van rompiendo los puertos y los remos.

 

¡Si tuviera yo un barco de gaviotas,

para sólo un instante detenerlos,

y gritarle mi voz a que se batan

en un sencillo duelo de misterio!

 

Que uno en el otro encuentren su voz propia,

que entrelacen sus sueños en el viento,

que se ciñan estrellas en los ojos

para que den, unidos, sus destellos.

 

Que sea un duelo de música en el aire

las magnolias abiertas de sus besos,

que las olas se vistan de pasiones

y la pasión se vista de veleros.

 

Todo el color de aurora despertada

el mar y tú lo estiren en un sueño

que se lleve mi barco de gaviotas

y me deje en el agua de dos cielos.

 

AGUA, VIDA Y TIERRA

Yo fui estallido fuerte de la selva y el río,

y voz entre dos ecos, me levanté en las cuestas.

De un lado me estiraban las manos de las aguas,

y del otro, prendíanme sus raíces las sierras.

 

Cuando mi río subía su caricia silvestre

en aventuras locas con el rocío y la niebla,

con el mismo amor loco que impulsaba mi sueño,

lejos de sorprenderlo, me hospedaba en las sierras.

 

Pero si alguna sombra le bajaba a los ojos,

me repetía en sus aguas hasta dar en la arena,

y era mi grito nuevo como un tajo en el monte

que anegaba las calles y golpeaba las puertas.

 

A veces la montaña se me vestía de flores

e iniciaba en mi talle curvas de primavera.

 

Quién sabe en qué mañana se apretaron mis años

sobre senos y muslos y caderas de piedra!

 

Se treparon mis ojos al rostro de los árboles

y fueron mariposas sus vivas compañeras:

así es como en los prados voy buscando las flores,

y alas pido en las almas que a mi vida se acercan.

 

Mis dedos arañaron la fuerza de los riscos,

y juraron ser índices de mis futuras vueltas;

 

por eso entre los cuerpos doblados de los hombres,

como puntales puros de orientación se elevan.

 

Yo fui estallido fuerte de la sierra y el río,

y crecí amando el río e imitando la sierra…

 

Una mañana el aire me sorprendió en el llano:

ya mi raíz salvaje se soltaba las riendas!

Pálidas ceremonias saludaron mi vida,

y una fila de voces reclamaron la prenda…

 

Mis labios continuaron el rumor de las fuentes

donde entrañé mis años y abastecí las venas.

De ahí mi voz de ahora, blanca sobre el lenguaje,

se tiende por el mundo como la dio la tierra!

 

Julia Constancia Burgos García (Carolina, Puerto Rico) conocida como Julia de Burgos, es considerada por muchos críticos como la más excelsa poetisa puertorriqueña. Fue también partidaria de la independencia de la isla.