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Han lanzado a Fernando de un piso diez,
la gasolina gotea en los tiquetes dados,
los mal pagados la revenden para poder
sobrevivir,
pimpinas escondidas en los carros,
la Policía Nacional con alcabalas móviles
para extorsionar a los desdichados;
el sol revienta con furia en las colas de la
gasolina
pareciera cobrar la mayor impiedad contra los
desesperados,
rasgando sus vestiduras con el sudor
los poros de la piel hierven
la ropa se convierte en mugre y mal olor;
me siento en la plaza y veo a los Colectivos
Rojos
fraguar maldades con la Guardia Nacional,
sus mugrosas botas pisotearon mi dignidad,
diminutas lágrimas se esconden detrás
de mis grandes lentes para el sol;
los niños muertos me traen rosas blancas
y Albán un jugo muy azucarado
tan frío que me hiela las amígdalas,
olvido escribir las palabras
y acude el corrector de Word para salvarme,
su esposa dice que se hará justicia.
Siria es bombardeada por Turquía
y Mr. Trump declara que no es su problema,
mientras allá las calles amanecen llenas de
sangre
y aquí con olor a gasolina revuelta.
Adultero mis pasos en la memoria
a los sitios donde fui feliz,
pero unos litros de gasolina valen más que mi
suerte.
Aparezco en las fotos de los enemigos rojos,
una enemiga roja estrecha mis manos
y agradece mi piedad,
siempre tengo piedad para con todos.
Me asomo desde mi balcón
y veo a Fernando,
su sangre sube en escalada inversa a mi rostro,
salpica mis mejillas,
la costumbre de hablar con los muertos
me asiste desde la infancia,
su agonía quedó consumada en el piso 5,
lo demás reposa en el verbo,
un mártir de una era convulsa y atroz;
se han acabado mis pastillas,
fui librada de la demencia por un ángel
y llena de escarcha
en las noches oscuras y
violentas de mi ciudad.
New York fue testigo de tus últimas sonrisas.
Las ventanas están siempre cerradas en el Sebin
pero hoy fueron abiertas
para lanzarte a la muerte desde la muerte,
tu cadáver pesaba toneladas para los esbirros de
la muerte,
de esas muertes viles del Régimen
que han manchado de muerte
los edificios negros de la muerte,
hoy todo el país huele a rancia muerte.
Me duelen mis piernas tras las largas caminatas
sin transporte, gasolina y esperanza,
son bloques de cemento que oxidan flores y
plegarias.
Devuélveme mi vida, Dios,
esa que nunca tuve
y ahora quiero tener.
El sol corre por la autopista a la velocidad de
mi desgracia,
los botaderos de basura anuncian cosas
quemadas por el tiempo.
Valmore,
el mundo y su justicia nos han olvidado,
nuestra tierra ha sido ofrendada al mal
el cielo cae a pedazos,
la tierra cae a pedazos,
los hornos de la muerte son encendidos
para quemarnos,
nuestros verdugos ríen
y escupen las cenizas de sus bocas,
nos han tragado muertos en vida y con estupor.
Todo ha sido destrozado por la indolencia,
visas para varias fronteras,
heme aquí destruida
y sin una gota de sol que abra mis ojos
o me recuerde los días memorables
de existencias floridas.
El FMI anuncia una inflación del 500.000 %
y los hilos de la locura
tejen sus redes desde ya con la muerte.
No soporto el ruido de la podadora en la grama,
me enloquecen al igual
que el conteo de estos días macabros que no
terminan.
Los rojos desolaron todo, Amor mío.
He cerrado mi casa para siempre
y enterré las llaves en las raíces de un árbol
sonriente,
no saldré más
si tú no despiertas,
dormiré hasta que el sol rojo
se convierta en destellos de luz reluciente
y no quemen al roce o la intemperie,
seremos libres, entonces.
…
Voy vestida de Novia
con un traje blanco y muy largo,
con el cual me enredo,
mi embarazo no se nota
es una nuez en mi vientre,
los ríos confluyen muy transparentes.
Virginia y Grecia lavan las piedras,
no cuento con una caída en picada,
es denso el consentimiento de mi compañero,
una bruja vestida de negro volando en su escoba
asusta a los invitados a la boda,
se resguardan sobre la casa
que se desmorona en la cumbre.
Lo que no vi callé, lo que admiré
lo convertí en el oscuro testamento de mis días.
Ahora mis huesos son cal para las aves de los
campos.
Regué luego las flores
que adornaron las mesas
y lancé mi bouquet
a una vieja solterona y desprejuiciada
que besó mil bocas suicidas
y sucumbió ante cuerpos
olorosos a almizcle y aguardiente,
mi boda fue una mañana azul
donde el viento no soplaba sino se enardecía
iba como una muerta,
pálida y sin ninguna expresión,
el tiempo rebotó
junto a las ballenas venidas de un mar alterno,
ahogué mis ecos,
saturé mis pesadillas de rosas y dinero,
pasé por el dintel de su puerta
y crecí como levadura hasta el cielo,
miré tu rostro en mi desmemoria
y no supe más de Valmore en mis sueños,
ni de los fantasmas que me aterran
en las mazmorras viscosas
de los vasos curtidos por el tiempo.
Pero he soñado Dylan Thomas, he soñado
con la sal de las apariciones
y la fecunda caída del tiempo entre mis manos.
Miro al novio y culmina mi boda.
…
Insilio
9
No miro
de espaldas:
Nací en una de las ciudades
más depauperadas y peligrosas del mundo,
en el gran monstruo de concreto blanco
que se come los niños
y los vomita en cielos azules que no existen
porque el Comunismo los tiñó de sangre y de
hedor;
sus médicos y enfermeras
tienden sus uniformes amarillo blanquecino al
sol,
sus salarios actuales de cuatro dólares al mes
no me hubiesen permitido nacer;
no quería venir al mundo,
no quería nacer,
me extrajeron con unos fórceps que me obligaron
a vivir
en este país que ahora desconozco.
Ciudad donde ahora
se cocinan los perros callejeros como almuerzo,
los cuchillos destellan un blanco plateado,
se cuelgan de ganchos improvisados como reses,
sus estertores no lastiman
porque hervirán en las viejas latas de manteca.
*Estos poemas pertenecen al libro El
país de Amanda
Carmen Rosa Orozco (San Juan de Colón, Venezuela, 1978)
Poeta. Pedagogo en Educación Integral. Administradora de Empresas. Comerciante. Ha publicado en poesía los libros: Hileras de Sol, Delebles y Entreluz. Posee 8 poemarios inéditos. Ha sido publicada en: Pasajeras antología del Cautiverio de la Editorial Lector Cómplice, Astorga Redacción (España), el Papel Literario de El Nacional, Revista Nacional de Cultura, Antología Poética Sujeto Almado, Revista Actual, Antología Los Dragones de Papel, Revista Hipsipila (Universidad de Caldas, Colombia).