viernes, 28 de octubre de 2022

Claudio Ernesto / 5 poemas

 


Vine

 

Vine en una gota de tiempo

para vivir a gotas las emociones,

pero estabas tú, con tu mirada

y lo has hecho todo perenne.

 

Vine a madurar en la tierra

a derretir apretujados en un siglo

millones de eternidades

deslizadas por las siluetas del carbono

del hidrógeno, de la chispa

que en ocho minutos

me reconstruyen cada día.

 

Vine porque soy bien mandado

y me iré

porque el Alzheimer no alcanza

para que la muerte olvide

que me tiene que llevar.

 

Vine sin nada

partiré con el espacio y el tiempo

arremolinados en los bolsillos de la tumba

como una caracola que alguien encuentra

en la playa de algún mundo

de nuevos carbonos agrupados.

 

 

Trabajo

 

Tener trabajo es tener una noria

un pozo lleno de ventanas abiertas

una máquina de hacer caminos;

mejor, una fábrica de caminos

con un bolsillo lleno de bodegas

y motores apilados

para calibrar las fuerzas de la rotación

que exige azotar todas las hambres.

 

Llegan a la luz

las energías sobre la mesa

que cubren el pan

y acallan la sed.

 

Tener trabajo

es reconstruirse,

a pesar de la esclavitud.

 

 

Los años

 

Los años pasan

diseminando verbos al viajar.

 

Pasan

y se llevan las ventanas

los relojes, los trastos

que la convivencia abraza.

 

Se llevan los colores de la piel

la fuerza al caminar

el sonido del fragor.

 

Pasan

a pesar de las espinas

amarradas a las cosas

erosionando las emociones

con sus espadas.

 

De pronto llega el silencio

el fuego ya no crepita

ni la voz resuella.

Los años siguen su camino

mientras acá adentro

las piezas, las partes

y todo el engranaje

vuelve,

incognito

misterioso.

 

 

Mi padre

 

Mi padre es una línea delgada

en las fronteras primeras de la niñez

es una lluvia intermitente

surcando paredes en la nada.

 

Es el sendero que lleva a la tumba

donde sus ojos volvieron al brillo de la tierra

y su boca soltó la voz

en un trino de final de cuentas.

 

Es un aletear de alas truncas

que se pierden en la bruma del misterio

entre el llamado a la fe

y las dudas de una lápida

frente a la materia residual.

 

Es el despertar

que trae una respiración incompleta

cada día.

Quizá una negativa del destino.

 

Es mi otoño permanente.

 

Y ahora que lo pienso

es ladrillo de mi risa

y arena de mis playas

en los esfuerzos de la felicidad diaria.

 

Es mi rostro en el espejo

que me mira

cuando me miro.

 

 

Infancia

 

Quisiera escribir este poema de infancia,

pero cómo escribir acerca de mi patio

de los juegos bajo el parrón

de los llantos que en secreto sepulté tras la puerta

para evitar que mis lágrimas chocaran con los espejos.

 

Cómo escribir de las tardes mirando las palomas

cuando bajaban a comer el trigo

que con sacrificio les comprábamos invierno y verano,

del pan tostado en la estufa que reemplazó al brasero.

 

Cómo escribir de los sueños gigantes que crecían

mientras miraba la luna que cruzaba mi ventana

cuando el día se escondía conmigo entre las sábanas.

 

Quisiera escribir este poema ahora adulto

pero sigo siendo un niño que sueña con los juegos

que espera a la luna, que besa la tarde y duerme,

duerme con los sueños entre las sábanas

esperando que amanezca

para soltar entre alegrías y huellas

lo más infantil de la vida

porque gracias a ese niño

sobrevive el adulto entre campos minados.

 

 


 

Claudio Ernesto nació en Santiago de Chile en 1963. En el ámbito de la poesía ha publicado el poemario: “El Título queda Pendiente” (PdE 2020) y participado en las antologías “Voces a la noche” (Lom 2017) “Debut” (Santiago Inédito 2018) y “Tiempos Fragmentados (OFFSET Color Ltda.2021) En el ámbito narrativo ha participado en tres antologías de cuentos en los años 2015, 2016 y 2020.