ULEILA
Porque no
hay que viajar
grandes
distancias,
además es
apacible, es bello,
encantador,
decían.
Y cada año
autorizaba el ocio
una
población serrana
cuyo
nombre proponía
un juego
sin salida,
un
interminable y misterioso acertijo:
Salsipuedes.
La calle
principal
era de
oscuro y empinado asfalto
y
ondulaba, perfecta para el patinaje
y sus
consecuentes advertencias.
Juntábamos
piedras, mariposas,
plantas
medicinales. Buscábamos
víboras,
avispas, miel.
Pero lo
inolvidable
fue el
nombre de la casa alquilada:
Uleila del
Campo.
Uleila
sonaba a oleaje campesino,
a ciclos
lunares en una lengua antigua,
a
ulular marítimo,
a lagunas
nocturnas, a luz.
¿Uleila
era una flor silvestre,
un extraño
y distante país,
un pájaro
prodigioso y desconocido,
una mujer?
Desde
entonces, en secreto,
llamamos
así a nuestra madre:
–¿Llegó
Uleila del Campo?
–Uleila
dice que ordenemos el cuarto.
–¿Ha visto
usted a la señora Uleila?
Nos había
prometido estarse viva,
tostar
zapallos porque –dijo– serían muy dulces
ese
verano,
hacerme un
vestido de seda verde
para los
bailes de carnaval.
A veces la
nombramos.
En las
calientes noches,
desde
cualquier lugar, le preguntamos:
Señora
Uleila,
Uleila del
Campo,
¿dónde
está, por qué no vuelve,
por qué
demora?
¿O está en
el Mirador
reconociendo
amaneceres, colinas,
lejanías,
y no puede
salir?
…
Llovía
para
que la hermana mayor
se
lavara sus cabellos.
Entonces
danzaba
por el patio
persiguiendo
la lluvia,
sostenía
su balde
bajo
el hilo más grueso
y
el agua
cantaba
sobre el agua.
El
viajero
colocaba
pequeñas vasijas
en
los desagües
y
ayudaba
poniéndolas
al fuego.
Océanos
misteriosos
los
baldes de la hermana:
nos
quedábamos
mirando,
entre
las astillas del fondo,
distancias
infinitas.
Y
todos
nos
sentíamos orgullosos
después,
cuando
con la mano
abría
sus
oscuros cabellos
y
brillaban.
…
El
viajero
ayuda
a la madre
en
la cocina
y
al padre
en
la carpintería.
Cuando
los dos trabajan la madera
hablan
de ir a pescar
el
próximo verano.
Y
aunque todos creemos
que
para aquellas fechas
nuestro
amigo se irá,
es
una alegría ver al padre
reír
y
gesticular
mostrando
cómo
serán de grandes
los
peces
que
traerán para la cena.
…
EL DULCE PAÍS
Entonces,
tus ojos eran caramelos de miel
y hablabas
de las
bicicletas que regalaba el Niño Dios
a los que
no podíamos comprarlas.
El río se
callaba para que tú contaras figuritas.
Yo era
alegre,
y eran
alegres los nísperos del patio.
Y tú eras
otro,
no el
hombre de hoy
lejano
como todos.
Cada
domingo era una sorpresa de ciruelas,
de plaza
con hamacas.
Tu padre
cantaba en el taller
mientras
tu madre
lavaba
mamelucos de amor y aceite.
El mío no
había partido todavía
y llegaba
al hogar con dulces y regalos.
Yo oía con
asombro tus mentiras
y creía en
gigantes voladores
y en
ángeles guardianes
que
cuidaban tu ropa y mis zapatos.
Por cada
diente el ratón nos compraba mandarinas.
La abuela,
abría el gran ropero
y sacaba
turrones
envueltos en papeles crocantes.
Si
vuelves, como entonces,
con
sombrero de piel y las manos con barro
verás, que
guardo aún
el corazón
de las manzanas.
…
VISITA
Un viajero
ha llegado
a la casa.
Salimos
todos
a
abrazarlo
porque
trae noticias del hermano.
Habla de
campos secos,
del hambre
en las ciudades,
muestra
fotografías.
Después
del almuerzo
le
servimos
la fruta
más dulce del ciruelo.
Y la ha
comido,
pero sin alegría.
…
VINCENT VAN GOGH
Aquí estoy
en esta
soledad luminosa,
plena,
habitada
de fuegos
y ventanas.
La casa
arde de
girasoles
como un
infierno congelado
entre
aceites
y vientos
amarillos.
Sordo de
tanto silencio
y
dispuesto
a
entreabrir
cada lirio
celestial,
cada
cristal de paja,
cada gota
de acero,
cada ojo
de sangre,
cada
vidrio de miedo.
Así te
escribo.
Sobre las
torres de la desesperación,
a orillas
del Ródano,
entre la
mezcla brumosa de los óleos,
a la hora
del ángelus,
a pleno
mediodía,
sobre el
caballo áspero
de la pena,
con la
piedra roja
de la desgracia,
con la
arena negra de la locura,
con las
sílabas celestes del amor,
con la
sorpresa blanca de la tela
vacía,
con el
cuervo del hambre
sobrevolando mi cama,
con la
mordedura hirviente
del deseo,
entre el
humo agrio de la luz,
en el
paraíso húmedo
de los manteles,
en los
bares nocturnos,
así,
hermano mío,
hermanito menor,
casi mi padre.
…
VISITA AL PURGATORIO
El cartel anuncia
“El Paraíso”.
Aquí están
la
directora del colegio,
la
fundadora del Teatro Vocacional,
el
carnicero,
el
prestamista, el notario.
–Sí madre,
traigo
galletas,
sacaremos
una mesa,
jugaremos
a la confitería,
tomaremos
el té.
Las
pequeñas carrozas
–trípodes, andadores,
sillas de ruedas–
giran.
Aferrados
al pasamanos
los
caminantes
repiten la
peregrinación,
como antes
en la plaza,
ahora a
orillas de la ciudad,
a orillas
de la vida,
con las
máscaras de la vejez,
con los
pesados trajes,
marchitos.
Sí madre,
soy la tía
Emma
y también
soy Susana.
Entre
sombras
la
comparsa emite
entrecortados
llantos, gemidos secos.
–No madre,
sus padres
no la
olvidan,
están muy
ocupados.
Cuando
puedan
vendrán
con un
ramo de rosas.
…
Susana
Cabuchi (Córdoba, Argentina, en 1948)
Ha
publicado: El corazón de las manzanas (E. y G. López editores, 1978), Patio
solo (Alción Editora,1986), Álbum familiar (Alción Editora, 2000), El dulce
país y otros poemas (Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la
Nación, 2004), Detrás de las máscaras (Ediciones El Copista, 2008),
Poética-1965-2010 (El taller del Escritor, 2010), Album de famille - Livre CD
(París, Francia, 2015), El viajero (Viento de Fondo, 2018) y El corazón de las
manzanas (edición homenaje 1978- 2018, Alción Editora, 2018 ).Textos de su
autoría han sido incluidos en numerosas antologías argentinas, americanas,
europeas y en ensayos y estudios críticos de poesía hispanoamericana y de
literatura escrita por mujeres.