viernes, 23 de septiembre de 2022

LINDA PASTAN / 11 POEMAS

 


ENTRA DÓCILMENTE

 

Te han crecido alas de dolor

y te agitas en la cama como una gaviota herida

pidiendo agua, pidiendo té, uvas

cuyas pieles no puedes mascar.

¿Recuerdas cuando me enseñaste

a nadar? Suelta, dijiste,

el lago te sostendrá.

Ansío decir, suelta Padre

que la muerte te sostendrá.

Afuera, el otoño prosigue sin nosotros.

Con qué facilidad ceden las hojas,

las oigo en el último soplo de aire,

dejando atrás este lugar que desaparece.

 

VOCES

 

Juana oyó voces.

y por ello ardió.

Mientras conduzco en la oscuridad

escribo poemas.

Anoche pensando

en cómo espaciar los versos

me pasé una señal de stop.

Cuando me justifiqué

el policía asintió,

y me puso

una multa.

Un entendido me dijo

que los escritores tienen un plazo de quince años:

luego llega la repetición,

incluso la locura.

Como Midas, supongo que

todo lo que tocamos se convierte

en un poema-

cuando el hechizo existe.

Pero piensa en el poeta después de ese plazo

tocando los árboles que

siempre ha tocado,

pero esta vez no ocurre nada.

Imagínatelo yendo de un tronco

a otro, magullándose

las manos con la áspera corteza.

Solo quedan cinco años.

A veces entierro

mis poemas en el jardín,

reservándolos

para los fríos días venideros.

De todos modos

te quemas por ello.

 

UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL PENSAMIENTO

JUDIO EN EL SIGLO VEINTE

 

Los rabinos escribieron:

aunque está prohibido

tocar a un moribundo,

sin embargo, si su casa

se incendia

debe ser sacado

de ella.

 

¡Bárbaro!

digo,

¿a quién podría tocar yo entonces,

no estamos todos

moribundos?

 

Sonríes

con tu vieja sonrisa de conciliador

y preguntas:

pero ¿no están nuestras casas

quemándose?

 

SUEÑOS

 

Los sueños son el único

más allá que conocemos;

el lugar donde los niños

que éramos

se mecen en los brazos de los niños

en que nos hemos convertido.

 

Son tantos como hojas

en sus migraciones,

como pájaros de cuya muerte nos enteramos

por la única pluma

que dejan atrás: un indicio,

una partícula de sueño

 

captada por la vista.

Son tan irrecuperables como la arena.

 

HAY POEMAS

 

Hay poemas

que nunca se escriben,

que solo se agitan de un lado a otro

de la mente

como escritura aérea

en un día tranquilo:

lentamente la primera palabra

se deja llevar hacia el oeste,

las últimas letras se disuelven

en la lengua,

y lo que se deja

es el azul puro

de la intuición, sin nubes

ni consuelo.

 


EN MITAD DE UNA VIDA

 

Esta noche entiendo

por primera vez

cómo una mujer puede elegir

su propia muerte

tan fácilmente

como si esta fuese una ciruela negra

que escogió

de una cesta

de brillantes melocotones.

 

No sería la desesperación

lo que le moviera a hacerlo

o el hambre,

sino una especie de calma.

Las tardes están llenas

de finales: las pálidas flores

del trébol pliegan

sus frágiles alas, toda

promesa ha sido hecha.

 

Existe siempre

ese momento en que el sol

hace equilibrio

en el borde

del mundo

cae

y se pierde en el mar,

y el cielo se ve inmenso

y maravilloso sin él.

 

ESTOY APRENDIENDO A ABANDONAR

EL MUNDO

 

Estoy aprendiendo a abandonar el mundo

antes de que él pueda abandonarme a mí.

Ya he renunciado a la luna

y a la nieve, cerrando mis persianas

a los reclamos de lo blanco.

Y el mundo se ha llevado

a mi padre, mis amigos.

He renunciado a las líneas melódicas de las colinas,

trasladándome a un paisaje plano, mudo.

Y cada noche renuncio a mi cuerpo

miembro a miembro en sentido ascendente

a través de mis huesos hacia el corazón.

Pero llega la mañana, con breves

aplazamientos en la forma de café y el canto de los pájaros.

Al otro lado de la ventana un árbol

que hasta hace unos instantes no era más que una sombra

recupera sus ramas hoja a hoja.

Y mientras yo recupero mi cuerpo

el sol apoya su cálido hocico en mi regazo

como para enmendar el daño ocasionado.

 

A UNA HIJA QUE SE VA DE CASA

 

Cuando a los ocho años

te enseñaba a andar

en bicicleta, arrastrando los pies

a tu lado

y te alejaste tambaleándote

sobre las dos ruedas, tan redondas

como mi boca abierta por la

sorpresa cuando tomaste

la curva del sendero del parque,

esperando el ruido

qué harías al chocar

corrí para alcanzarte

mientras tú te volvías

cada vez más pequeña, más frágil

en la distancia,

pedaleando, pedaleando

por tu vida, gritando

y riendo

el pelo aleteando

detrás de ti

como un pañuelo que dice

adiós.

 

LA FORMA EN QUE LAS HOJAS

SIGUEN CAYENDO

 

Es noviembre

y temprano -hora de ir al trabajo.

Siento el pequeño látigo

de mi conciencia chasquear

mientras miro por mi ventana

la gran cosecha de hojas.

Al otro lado de la calle mi vecino,

con su soplador de hojas rugiendo,

intenta poner orden

desde el caos de la pérdida de color.

Parece valiente y algo necio.

Es casi una marea, la forma

en que las hojas siguen cayendo

ola tras ola a la tierra.

 

En el Edén no había

estaciones, y a veces

creo que fue la pulcritud

de ese jardín

que Eva detestaba, las etiquetas de madera

con los nuevos nombres de plantas y árboles.

Sin embargo, también soy hija de Adán

y me gusta el orden, aunque

los márgenes de mis poemas

sean desiguales, y aquí estoy

toda la mañana mirando las hojas.

 

LOS COSACOS

 

Para los judíos, los cosacos siempre están viniendo.

Por consiguiente, pienso que la mancha que tengo en el brazo

es un melanoma. Por eso celebro

el Año Nuevo calculando

mi muerte anual.

 

Mi madre, cuando se estaba muriendo,

hablaba con quienes la visitan de libros

y viajes, mostrándose serena

como una forma de educación, aunque

yo podía distinguir la diferencia.

 

Pero cuando te veía planear

una vida que sabías

que nunca tendrías, no podía explicarme

tu sonrisa sincera ante

la catástrofe. ¿Estaba la negación

relacionada con la aceptación? O se trataba

de generaciones de ser ingleses

al modo de la Lucy de Brontë en Villette

viviendo como si ningún fuego rugiera

bajo su vestido pardo.

 

Yo quería vivir de la manera en que tú lo hiciste

preparándome para la hambruna del próximo año con vino

y música y un banquete de diez platos.

Pero escucha: eso es ruido de cascos

en el helado aire del otoño.

 

CONVERSACIÓN IMAGINARIA

 

Me dices que viva cada día

como si fuese el último. Es en la cocina

donde antes del café lamento

el día que me espera: esa carrera de obstáculos

de minutos y horas

tiendas de alimentos y médicos.

 

Pero ¿por qué el último?, pregunto. ¿Por qué no

vivir cada día como si fuese el primero,

todo él sorpresas intensas. Eva restregándose

los ojos al despertar esa primera mañana,

el sol asomando

como un ingenuo por el este?

 

Mueles el café

con el pequeño estruendo de una mente

que intenta aclararse. Pongo

la mesa, echo un vistazo tras la ventana

donde el rocío ha bautizado

toda superficie viviente.

 

 


 

Linda Pastan (Nueva York, 27 de mayo de 1932) es una poeta estadounidense de origen judío. De 1991 a 1995 fue Poeta Laureada de Maryland. Es conocida por sus poemas cortos que tratan temas como la vida familiar y doméstica, la maternidad, la experiencia femenina, el envejecimiento, la muerte, la pérdida y el miedo a la pérdida, así como la fragilidad de la vida y las relaciones. Sus poemarios más recientes incluyen Insomnia, Travelling Light y A Dog Runs Through It.

              Ha publicado 15 libros de poesía y varios ensayos. Entre los galardones que ha recibido están el Dylan Thomas Award, un Pushcart Prize, el premio Alice Fay di Castagnola (Poetry Society of America), el premio Bess Hokin (Poetry Magazine), el Maurice English Poetry Award de 1986 (por Una fracción de oscuridad), la Mención Charity Randall del Foro Internacional de Poesía y el Premio de Poesía Ruth Lilly 2003. Además del Radcliffe College Distinguished Alumnae Award.

              Dos de sus poemarios fueron nominadas para el National Book Award y otro para Los Angeles Times Book Prize.


Poemas tomados de https://www.airesdelibertad.com

 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

LUIS CERNUDA / POEMAS

 


DESDICHA

 

Un día comprendió cómo sus brazos eran

Solamente de nubes;

Imposible con nubes estrechar hasta el fondo

Un cuerpo, una fortuna.

La fortuna es redonda y cuenta lentamente

Estrellas del estío.

Hacen falta unos brazos seguros como el viento,

Y como el mar un beso.

Pero él con sus labios,

Con sus labios no sabe sino decir palabras;

Palabras hacia el techo,

Palabras hacia el suelo,

Y sus brazos son nubes que transforman la vida

En aire navegable.

 

Un río, un amor (1929)

 

NO DECÍA PALABRAS

 

No decía palabras,

Acercaba tan sólo su cuerpo interrogante,

Porque ignoraba que el deseo es una pregunta

Cuya respuesta no existe,

Una hoja cuya rama no existe,

Un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,

Remonta por las venas

Hasta abrirse en la piel,

Surtidores de sueño

Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,

Una mirada fugaz entre las sombras,

Bastan para que el cuerpo se abra en dos,

Ávido de recibir en sí mismo

Otro cuerpo que sueñe;

Mitad y mitad; sueño y sueño, carne y carne;

Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza,

Porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.

 

Los placeres prohibidos (1931)

 

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR

 

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

Como una nube en la luz;

Si como muros que se derrumban,

Para saludar la verdad erguida en medio,

Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor,

La verdad de sí mismo,

Que no se llama gloria, fortuna o ambición,

Sino amor o deseo,

Yo sería aquel que imaginaba;

Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

Proclama ante los hombres la verdad ignorada,

La verdad de su amor verdadero.

 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,

Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

Como leños perdidos que el mar anega o levanta

Libremente, con la libertad del amor,

La única libertad que me exalta,

La única libertad por que muero.

 

Tú justificas mi existencia:

Si no te conozco, no he vivido;

Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

 

Los placeres prohibidos (1931)

 

QUÉ RUIDO TAN TRISTE

 

Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,

parece como el viento que se mece en otoño

sobre adolescentes mutilados,

mientras las manos llueven,

manos ligeras, manos egoístas, manos obscenas,

cataratas de manos que fueron un día

flores en el jardín de un diminuto bolsillo.

Las flores son arena y los niños son hojas,

y su leve ruido es amable al oído

cuando ríen, cuando aman, cuando besan,

cuando besan el fondo

de un hombre joven y cansado

porque antaño soñó mucho día y noche.

Mas los niños no saben,

ni tampoco las manos llueven como dicen;

así el hombre, cansado de estar solo con sus sueños,

invoca los bolsillos que abandonan arena,

arena de las flores,

para que un día decoren su semblante de muerto.

 

Los placeres prohibidos (1931)

 


NO DECÍA PALABRAS

 

No decía palabras,

acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,

porque ignoraba que el deseo es una pregunta

cuya respuesta no existe,

una hoja cuya rama no existe,

un mundo cuyo cielo no existe.

 

La angustia se abre paso entre los huesos,

remonta por las venas

hasta abrirse en la piel,

surtidores de sueño

hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

 

Un roce al paso,

una mirada fugaz entre las sombras,

bastan para que el cuerpo se abra en dos,

ávido de recibir en sí mismo

otro cuerpo que sueñe;

mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,

iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza

porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.

 

Los placeres prohibidos (1931)

 

TE QUIERO

 

Te lo he dicho con el viento,

jugueteando como animalillo en la arena.

O iracundo como órgano tempestuoso.

Te lo he dicho con el sol,

que dora cuerpos juveniles

y sonríe en todas las cosas inocentes.

Te lo he dicho con las nubes,

frentes melancólicas que sostienen el cielo,

tristezas fugitivas.

Te lo he dicho con las plantas,

leves criaturas transparentes

que se cubren de rubor repentino.

Te lo he dicho con el agua,

vida luminosa que vela en un fondo de sombra;

te lo he dicho con el miedo,

te lo he dicho con la alegría,

con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:

más allá de la vida,

quiero decírtelo con la muerte;

más allá del amor,

quiero decírtelo con el olvido.

 

Los placeres prohibidos (1931)

 

DONDE HABITE EL OLVIDO

 

Donde habite el olvido,

En los vastos jardines sin aurora;

Donde yo sólo sea

Memoria de una piedra sepultada entre ortigas

Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje

Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,

Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,

No esconda como acero

En mi pecho su ala,

Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,

Sometiendo a otra vida su vida,

Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,

Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;

Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,

Disuelto en niebla, ausencia,

Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;

Donde habite el olvido.

 

Donde habite el olvido (1933)

 

ADOLESCENTE FUI EN DÍAS IDÉNTICOS A NUBES

 

Adolescente fui en días idénticos a nubes,

cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,

y extraño es, si ese recuerdo busco,

que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.

Perder placer es triste

como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;

aquél fui, aquél fui, aquél he sido;

era la ignorancia mi sombra.

Ni gozo ni pena; fui niño

prisionero entre muros cambiantes;

historias como cuerpos, cristales como cielos,

sueño luego, un sueño más alto que la vida.

Cuando la muerte quiera

una verdad quitar de entre mis manos,

las hallará vacías, como en la adolescencia

ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.

 

Donde habite el olvido (1933)

 

DESPEDIDA

 

Muchachos

Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,

Adiós.

Muchachos

Que no seréis nunca compañeros de mi vida,

Adiós.

 

El tiempo de una vida nos separa

Infranqueable:

A un lado la juventud libre y risueña;

A otro la vejez humillante e inhóspita.

 

De joven no sabía

Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;

De viejo la he aprendido

y veo a la hermosura, más la codicio inútilmente

 

Mano de viejo mancha

El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.

Con solitaria dignidad el viejo debe

Pasar de largo junto a la tentación tardía.

 

Frescos y codiciables son los labios besados,

Labios nunca besados más codiciables y frescos

aparecen.

¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?

Bien lo sé: no lo hay.

 

Qué dulce hubiera sido

En vuestra compañía vivir un tiempo:

Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,

Compartir bebida y alimento en una mesa.

Sonreír, conversar, pasearse

Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa

música.

 

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,

Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.

No cuidéis de la herida que la hermosura

vuestra y vuestra gracia abren

En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

 

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.

Que yo pronto he de irme, confiado,

Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga

Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer

aquí no supe.

 

Adiós, adiós, compañeros imposibles.

Que ya tan sólo aprendo

A morir, deseando

Veros de nuevo, hermosos igualmente

En alguna otra vida.

 

Desolación de la quimera (1962)

 

PEREGRINO

 

¿Volver? Vuelva el que tenga,

Tras largos años, tras un largo viaje,

Cansancio del camino y la codicia

De su tierra, su casa, sus amigos.

Del amor que al regreso fiel le espere.

Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,

Sino seguir siempre adelante,

Disponible por siempre, mozo o viejo,

Sin hijo que te busque, como a Ulises,

Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,

Fiel hasta el fin del camino y tu vida,

No eches de menos un destino más fácil,

Tus pies sobre la tierra antes no hollada,

Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

 

La desolación de la quimera, 1962

 

EPÍLOGO (POEMAS PARA UN CUERPO)

 

Playa de la Roqueta:

Sobre la piedra, contra la nube,

Entre los aires estás, conmigo

Que invisible respiro amor en torno tuyo.

Mas no eres tú, sino tu imagen.

Tu imagen de hace años,

Hermosa como siempre, sobre el papel hablándome,

Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy

En tiempo y en espacio.

Pero en olvido no, porque al mirarla,

Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,

Dentro de mí la hallo y lo revivo.

Tu gracia y tu sonrisa,

Compañeras en días a la distancia, vuelven

Poderosas a mí, ahora que estoy,

Como otras tantas veces

Antes de conocerte, solo.

Un plazo fijo tuvo

Nuestro conocimiento y trato, como todo

En la vida, y un día, uno cualquiera,

Sin causa ni pretexto aparente,

Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?

Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.

La tentación me ronda

De pensar, ¿para qué todo aquello:

El tormento de amar, antiguo como el mundo,

Que unos pocos instantes rescatar consiguen?

Trabajos de amor perdidos.

No. No reniegues de aquello.

Al amor no perjures.

Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado,

Pero valió la pena,

La pena del trabajo

De amor, que a pensar ibas hoy perdido.

Es la hora de la muerte

(Si puede el hombre para ella

Hacer presagios, cálculos).

Tu imagen a mi lado

Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,

Iluminando este existir oscuro y apartado

Con el amor, única luz del mundo.

 

La desolación de la quimera, 1962

 

 


 

Luis Cernuda Bidou  (Sevilla, 21 de septiembre de 1902-Ciudad de México, 5 de noviembre de 1963) fue un destacado poeta y crítico literario español, miembro de la Generación del 27.