jueves, 23 de junio de 2022

Manolis Anagnostakis




Hablo de los últimos toques de trompeta de los soldados vencidos

De los últimos harapos de nuestras ropas de fiesta
De nuestros hijos que venden cigarrillos a los transeúntes
Hablo de las flores que se han marchitado en las tumbas y que la lluvia pudre
De las casas que se quedan abiertas sin ventanas como cráneos desdentados
De las chicas que mendigan mostrando en sus pechos las heridas
Hablo de las madres descalzas que se arrastran por las ruinas
De las ciudades llameantes, de los cadáveres apilados en las calles
De los poetas proxenetas que tiemblan por las noches en los umbrales
Hablo de las noches eternas cuando la luz se reduce al amanecer
De los camiones cargados y de los andares en baldosas húmedas
De los patios de las cárceles y de las lágrimas de los condenados a muerte.
Pero ante todo hablo de los pescadores
Que dejaron sus redes y siguieron Sus pasos
Y cuando Él se cansó ellos no reposaron
Y cuando Él los traicionó ellos no negaron
Y cuando Él fue glorificado ellos volvieron los ojos
Y sus compañeros les escupían y les crucificaban
Y ellos, serenos, toman el camino que no tiene límite
Sin que su mirada se oscurezca o se rinda
De pie y solos en medio de la terrible soledad de la multitud.

Manolis Anagnostakis

(Salónica, 10 de marzo de 1925 – Atenas, 23 de junio de 2005)


Traducción: Virginia López Recio (Granada, España)

lunes, 20 de junio de 2022

Nazik Al Malaika /Poemas

 


LAVAR LA DESHONRA

 

 

¡Mamá! Un estertor, lágrimas, negrura.

La sangre fluye, el cuerpo apuñalado tiembla,

El pelo ondulado se ensucia de barro.

¡Mamá! Sólo se oye al verdugo.

Mañana vendrá la aurora,

Las rosas se despertarán

A la llamada de los veinte años

Y la esperanza fascinada.

Las flores de los prados responden:

Se ha marchado... a lavar la deshonra.

El brutal verdugo regresa y dice a la gente:

¿La deshonra? –limpia su puñal-

Hemos despedazado la deshonra.

De nuevo somos virtuosos, de buena fama, dignos.

¡Tabernero! ¿Dónde están el vino y los vasos?

Llama a esa indolente belleza de aliento perfumado

Por cuyos ojos daría Corán y destino.

Llena tu vaso, carnicero,

La muerte ha lavado la deshonra.

 

Al alba, las chicas preguntarán por ella:

¿Dónde está? La bestia responderá:

la hemos matado. Llevaba en la frente

el estigma de la deshonra

y lo hemos lavado.

Los vecinos contarán su funesta historia

Y hasta las palmeras la difundirán por el barrio,

Y las puertas de madera, que no la olvidarán.

Las piedras susurrarán:

"Lavar la deshonra"

"Lavar la deshonra"

 

Vecinas del barrio, chicas del pueblo,

Amasaremos el pan con nuestras lágrimas,

Nos cortaremos las trenzas,

Nos decoloraremos las manos

Para que sus ropas permanezcan blancas y puras.

No sonreiremos ni nos alegraremos ni nos giraremos

Porque el puñal, en la mano de nuestro padre

O de nuestro hermano, nos vigila

Y mañana, ¿quién sabe en qué desierto

Nos enterrará para lavar la deshonra?

 

 

NOCTURNO

 

 

La noche se desliza por las estepas,

Las manos de las nubes pasan por el horizonte

Y las tinieblas duermen,

En impresionante calma,

Bajo las alas del silencio.

 

Sólo se oye el zureo de las palomas,

El murmullo gimiente de los arroyos

Y un ruido de pasos en la oscuridad

Que caminan suavemente.

 

Me siento, entregándome a la calma de la noche,

Contemplo el color de las tristes tinieblas,

Lanzo mis cantos al espacio

Y lloro por todos los corazones ingenuos.

 

Oigo los susurros de las palomas,

La lluvia que cae en la noche,

Los gemidos de una tórtola en la oscuridad

Que canta a lo lejos en las ramas

Y la queja lejana de un molino

Que gime en la noche y llora de fatiga.

Sus gritos atraviesan mis oídos

Y va a morir detrás de las colinas.

 

Escucho... sólo se oyen las plantas.

Miro... sólo se ve oscuridad.

Nubes, silencio y una noche triste.

¿Cómo no sentirme afligida?

 

La vida para mí es como esta noche:

Tinieblas, melancolía, desesperanza,

Mientras los demás sueñan con claridad

En una profunda e impresionante noche.

 

Llanto continuo de la naturaleza,

Silencio de las tinieblas, gemido de los vientos,

Suspiros de la brisa vespertina,

Lágrimas del rocío en los ojos de la mañana.

 

Veo en las riberas de la desgracia

A la multitud de afligidos,

El cortejo de los hambrientos

Ahuyentados por los aullidos del destino,

Sin poder pronunciar palabras de despedida.

 

Escucho: sólo los sollozos

Mandan su eco a mis oídos

Por detrás de las fortalezas y sobre las praderas.

Entonces, ¿quién puede cantar conmigo?

 

En el futuro portaré mi lira,

Lloraré la desgracia del universo

Y declamaré mi compasión por su infortunio

A los oídos del cruel tiempo.

 

 

CALENDARIO

 

Para nuestros pasos había un pasado; está muerto

Desde hace cientos de años.

Los años han borrado su recuerdo

Y lo han colocado entre los muertos.

 

Durante mucho tiempo hemos buscado

Sus astros desaparecidos,

Hemos recurrido al imposible

Para devolverle la vida.

 

Hemos intentado, traspasando los siglos,

Hacerle volver a sus comienzos,

Esperando recobrar nuestros sentimientos,

Y hemos regresado con las manos vacías.

 

Hemos atravesado las tinieblas,

Franqueado lo impasible, inmóvil,

Excavando los huesos amontonados,

Y no hemos encontrado lo extraviado.

 

Hemos visto, allí, frentes

Que no veían porque estaban ciegas,

Ojos ensimismados en la vida

Silenciosa, porque estaban mudos.

 

Hemos visto restos de corazones

Embalsamados con el recuerdo.

En vano habían intentado encontrar

El sentido... eran restos.

 

Hemos visto labios vacíos

Que no emitían quejas ni sentían hambre

Y manos marchitas, plegadas,

Cuya desgracia no provocaba lágrimas.

 

Nos preguntamos por nuestro pasado

Y tropezamos con un ataúd.

Allí, sobre la tumba, yacía el tiempo descolorido.

 

Regresamos al calendario:

¿Se puede engañar a los días?

Y oímos gritar a los restos

Tras el sarcasmo de las cifras.

 

Vimos el mañana esperado

Arrastrando su mitad paralizada,

Arrastrando su mitad despreciada,

Su mitad congelada, inerte.

 

Allí, un libro se cerraba

Y finalizaba el antiguo canto.

Mañana, la vida germinará

Sobre las heridas del doloroso tiempo.

 

La voz del ayer se perderá

En el torbellino profundo del tiempo

Y sentiremos en nuestras copas

La palpitación del sueño que se despierta.

 

 

LA BAILARINA APUÑALADA

 

 

Baila, con el corazón apuñalado, canta

Y ríe porque la herida es danza y sonrisa,

Pide a las víctimas inmoladas que duerman

Y tú baila y canta tranquila.

 

Es inútil llorar. Contén las ardientes lágrimas

Y del grito de la herida extrae una sonrisa.

Es inútil explotar. La herida duerme tranquila.

Déjala y venera tus humillantes cadenas.

 

Es inútil rebelarse. Nada de cólera contra el furioso látigo.

¿Qué sentido tienen las convulsiones de las víctimas?

El dolor y la tristeza se olvidan

Y también uno o dos muertos, y las heridas.

 

Convierte el fuego de tu herida en melodía

Que resuene en tus labios anhelantes

Donde queda un resto de vida

Para un canto que no callan la desgracia ni la tristeza.

 

Es inútil gritar. Repulsa y locura.

Deja al muerto tendido, sin sepultura.

Cualquiera muere... que no haya gritos de tristeza.

¿Qué sentido tienen las revueltas de los presos?

 

Es inútil rebelarse. En la gente, los restos

De venas no dejan circular la sangre.

Es inútil rebelarse mientras algunos inocentes

Esperan ser inmolados.

 

Tu herida no se diferencia de las demás.

Baila, ebria de tristeza mortal.

Los insomnes y los perplejos están abocados al silencio.

Es inútil protestar. Descansa en paz.

 

Sonríe al rojo puñal con amor

Y cae al suelo sin temblar.

Es un don que te degüellen como una oveja,

Es un don que te apuñalen el corazón y el alma.

 

Es una locura, víctima, que te rebeles.

Es locura la cólera del esclavo cautivo.

Baila la danza del fuerte, del feliz

Y sonríe con la felicidad del esclavo a sueldo.

 

Contén el dolor de la herida: es pecado gemir,

Y sonríe complacida al asesino culpable.

Regálale tu corazón humillado

Y déjale cortar y apuñalar con placer.

 

Baila con el corazón apuñalado, canta

Y ríe: la herida es danza y sonrisa.

Di a las víctimas degolladas que duerman

Y tú baila y canta tranquila.

 

 

Nazik Al Malaika: Nació en Bagdad, (23 de agosto de 1923-El Cairo, 20 de junio de 2007) en el seno de una familia culta: su madre escribía poesía y su padre también era poeta, además de editor y profesor de árabe.

Fue una poeta iraquí considerada una de las más importantes e influyentes poetas árabes del siglo XX. Su actividad literaria se desarrolla durante la segunda mitad del siglo. Al Malaika es famosa como la primera poetisa árabe en usar el verso libre