lunes, 27 de diciembre de 2021

Reinaldo Arenas / ( 7 poemas )





VOLUNTAD DE VIVIR MANIFESTÁNDOSE

Ahora me comen.

Ahora siento cómo suben y me tiran de las uñas.

Oigo su roer llegarme hasta los testículos.

Tierra, me echan tierra.

Bailan, bailan sobre este montón de tierra

y piedra

que me cubre.

Me aplastan y vituperan

repitiendo no sé qué aberrante resolución que me atañe.

Me han sepultado.

Han danzado sobre mí.

Han apisonado bien el suelo.

Se han ido, se han ido dejándome bien muerto y enterrado.

Este es mi momento.


NO ES EL MUERTO QUIEN PROVOCA EL ESTUPOR

No es el muerto quien provoca el estupor

es la sorpresa de ver como olvidamos

su propia muerte, nuestro gran dolor.

Queda el muerto, nosotros nos marchamos.

No es el muerto, no, quien se retira.

Somos nosotros que vamos discutiendo,

sobre el cadáver que mudo nos mira,

la posibilidad de seguir sobreviviendo.

Cuando en la memoria al muerto divisamos

(juegos del tiempo, macabro escanciador)

no es pues al muerto a quien estamos viendo:

Somos nosotros que tétricos quedamos

al ver como miramos sin horror

al que en el gran horror se va pudriendo.

...

INTRODUCCIÓN DEL SÍMBOLO DE LA FE

Sé que más allá de la muerte
está la muerte,
sé que más acá de la vida
está la estafa.
Sé que no existe el consuelo
que no existe
la anhelada tierra de mis sueños
ni la desgarrada visión de nuestros héroes.
Pero
te seguimos buscando, patria,
en las traiciones del recién llegado
y en las mentiras del primer cronista.
Sé que no existe el refugio del abrazo
y que Dios es un estruendo de hojalata.
Pero
te seguimos buscando, patria,
en las amenazas del nuevo impostor
y en las palmas que revientan buldoceadas.
Sé que no existe la visión
del que siempre parece entre las llamas
que no existe la tierra presentida.
Pero
te seguimos buscando, tierra,
en el roer incesante de las aguas,
en el reventar de mangos y mameyes,
en el tecleteo de las estaciones
y en la confusión de todos los gritos.
Sé que no existe la zona del descanso
que faltan alimentos para el sueño,
que no hay puertas en medio del espanto
Pero
te seguimos, buscando, puerta,
en las costas usurpadas de metralla,
en la caligrafía de los delincuentes,
en el insustancial delirio de una conga.

que hay un enorme torrente de ofensas aún guardadas
y arsenales de armas estratégicas,
que hay palabras malditas, que hay presiones
y que en ningún sitio está el árbol que no existe.
Pero
te seguimos buscando, árbol,
en las madrugadas de cola para el pan
y en las noches de colas para el sueño.
Te seguimos buscando, sueño,
en las contradicciones de la historia
en los silbidos de las perseguidoras
y en las paredes atestadas de blasfemias.

que no hallaremos tiempo
que no hay tiempo ya para gritar,
que nos falta la memoria,
que olvidamos el poema, que, aturdidos,
acudimos a la última llamada
(El agua, la cola del cigarro).
Pero
te seguimos buscando, tiempo,
en nuestro obligatorio concurrir a mítines,
funerales y triunfos oficiales,
y en las interminables jornadas en el campo.
Te seguimos buscando, palabra,
por sobre las charlas de las cacatúas
y el que vendió su voz por un paseo,
por sobre el cobarde que reconoce el llanto
pero tiene familias… y horas de recreo.
Te seguimos trabajando, poema,
por sobre la histeria de las multitudes
y tras la consigna de los altavoces,
más allá del ficticio esplendor y las promesas.
Que es ridículo invocar la dicha
que no existe ‘la tierra tan deseada’
que no hallarán calma nuestras furias.
Todo eso lo sé.
Pero te seguimos buscando, dicha,
en la memoria de un gran latigazo
y tras el escozor de la última patada.
Te seguimos buscando, tierra,
en el fatigado ademán de nuestros padres
y en el obligatorio trotar de nuestras piernas.
Te seguimos buscando, calma,
en el infinito gravitar de nuestras furias
en el sitio donde confluyen nuestros huesos
en los mosquitos que comparten nuestros cuerpos
en el acoso por sueños y aceras
en el aullido del mar
en el sabor que perdieron los helados
en el olor del galán de noche
en la idea convertida en interjecciones ahogadas
en las noches de abstinencia
en la lujuria elemental
en el hambre de ayer que hoy hambrientos condenamos
en la pasada humillación que hoy humillados denunciamos.
En la censura de ayer que hoy amordazados señalamos
en el día que estalla
en los épicos suicidios
en el timo colectivo
en el chantaje internacional
en el pueril aplauso de las multitudes
en el reventar de cuerpos contra el muro
en las mañanas ametralladas
en la perenne infamia
en el impublicable ademán de los adolescentes
en nuestra voracidad impostergable
en el insolente estruendo de la primavera
en la ausencia de dios
en la soledad perpetua
y en el desesperado rodar hacia la muerte
Te seguimos buscando
te seguimos
te seguimos.

AUTOEPITAFIO

Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sórdido horror tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
—precisamente porque nos marchamos—.
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltí cierto estoicismo
que le ayudó a caminar por cuerdas tensas
o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía una ventana
por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.

 

SONETOS DESDE EL INFIERNO

Todo lo que pudo ser, aunque haya sido,
jamás ha sido como fue soñado.
El dios de la miseria se ha encargado
de darle a la realidad otro sentido.

Otro sentido, nunca presentido,
cubre hasta el deseo realizado;
de modo que el placer aun disfrutado
jamás podrá igualar al inventado.

Cuando tu sueño se haya realizado
(difícil, muy difícil cometido)
no habrá la sensación de haber triunfado,

más bien queda en el cerebro fatigado
la oscura intuición de haber vivido
bajo perenne estafa sometido.

ÚLTIMA LUNA

Por qué esta sensación de ir a buscarte
hacia donde por mucho que vuele
no he de hallarte.
Qué terror sin tiempo ahora me impele
a por sobre tanto terror siempre evocarte.
No ha de encontrar sosiego nuestra pena
(que hallarlo sería comenzar otra condena)
y por lo mismo jamás cesaré de contemplarte.
Luna, una vez más aquí estoy detenido
en la encrucijada de múltiples espantos.
El pasado es todo lo perdido
y si del presente me levanto
es para ver que estoy herido
(y de muerte)
porque ya el futuro lo he vivido.
Ésa, indiscutiblemente, ésa es la suerte
que por venir del infierno arrostro.
Extraña amante,
sólo me queda contemplar tu rostro
(que es el mío)
porque tú y yo somos un río
que recorre un páramo incesante,
circular e infinito:
un solo grito.

 

VOLUNTAD DE VIVIR MANIFESTÁNDOSE

Ahora me comen.
Ahora siento cómo suben y me tiran de las uñas.
Oigo su roer llegarme hasta los testículos.
Tierra, me echan tierra.
Bailan, bailan sobre este montón de tierra
y piedra
que me cubre.
Me aplastan y vituperan
repitiendo no sé qué aberrante resolución que me atañe.
Me han sepultado.
Han danzado sobre mí.
Han apisonado bien el suelo.
Se han ido, se han ido dejándome bien muerto y enterrado.
Este es mi momento.

 

Reinaldo Arenas Fuentes (Aguas Claras, Cuba; 16 de julio de 1943 - Nueva York, Estados Unidos; 7 de diciembre de 1990) fue un novelista, dramaturgo y poeta cubano conocido por sus obras mágico-realistas y su oposición a la dictadura de Fidel Castro.

sábado, 4 de diciembre de 2021

María Elena Walsh (10 poemas)

 




BALADA DE LA ALONDRA PERSUASIVA

 

En otra madrugada,

por vientos de ceniza,

obedecí al latido de la alondra.

El cielo no era cielo todavía.

 

La zona del hornero,

el tiempo de la encina

se inquietaban en lento aprendizaje

y el cielo no era cielo todavía.

 

Hubo un encantamiento

de flor y hierba fina,

un cauteloso antaño de rocío,

y el cielo no era cielo todavía.

 

Septiembre constelado

de dos campanas frías

rodaba por lugares de silencio

y el cielo no era cielo todavía.

 

En clima de obediencia

mi pulso recorría

todo un advenimiento de corolas

y el cielo no era cielo todavía.

 

No regresó conmigo

la alondra persuasiva

porque me desterró de su latido

cuando el cielo fue luz de mediodía.

 

BALADA TRISTE

 

Era el otoño y era la llovizna,

la inicial certidumbre del poniente.

Mis pasos desandaban su tristeza

mientras sobre la tierra conmovida

era el otoño y era la llovizna.

 

En el transcurso de las avenidas

todos los pájaros habían muerto,

y las hojas llovían cautamente

sobre la hierba, cerca de mi sangre,

en el transcurso de las avenidas.

 

¿Qué llanto conocí, qué desconsuelo

bajo los árboles deshabitados?

Cuando en la fuente se reconocía

un cielo de palomas lejanísimas

qué llanto conocí, qué desconsuelo.

 

Oh muros de mi sed, aquellos muros

que no sé si existieron a mi lado;

bebí en ellos soledad de siglos,

luz funeraria, fríos alusivos.

Oh muros de mi sed, aquellos muros.

 

Triste ejercicio el de invadir la niebla

por ámbitos inciertos, declinando.

Atravesé desconocidos puentes

en el amanecer de los faroles.

Triste ejercicio el de invadir la niebla.

 

Todos los pájaros habían muerto

en el transcurso de las avenidas.

Qué llanto conocí, qué desconsuelo:

era el otoño y era la llovizna,

todos los pájaros habían muerto.

 

VANA HISTORIA

 

Si no recuerdo mal, todo cabía

entre los horizontes de un pañuelo.

Entonces figuraba el mediodía

un sol con ojos en mitad del cielo.

 

Y gracias a una tierna hechicería

la noche prodigaba su consuelo

con tanta claridad que uno veía

las estrellas tiradas en el suelo.

 

Pero hoy el agua no lo dice. Es cierto:

ya no se pone un corazón dorado

ni roba añiles a la golondrina.

 

Porque el mundo hechizado está desierto.

Qué dolor, sobre él se ha desatado

el Miedo con sus trapos de neblina.

 

SERENATA PARA LA TIERRA DE UNO

 

Porque me duele si me quedo

pero me muero si me voy,

por todo y a pesar de todo, mi amor,

yo quiero vivir en vos.

 

Por tu decencia de vidala

y por tu escándalo de sol,

por tu verano con jazmines, mi amor,

yo quiero vivir en vos.

 

Porque el idioma de infancia

es un secreto entre los dos,

porque le diste reparo

al desarraigo de mi corazón.

 

Por tus antiguas rebeldías

y por la edad de tu dolor,

por tu esperanza interminable, mi amor,

yo quiero vivir en vos.

 

Para sembrarte de guitarra,

para cuidarte en cada flor

y odiar a los que te castigan, mi amor,

yo quiero vivir en vos.

 

LA VÍSPERA

 

Ya preguntaba por el mundo mío,

por la calle sin voz, por el pausado

retorno de la noche en el rocío

y por el aldabón desmemoriado.

 

Sorprendían los pájaros del frío

la soledad del parque ensimismado

y regresaba el nombre del estío

puntual como la sangre a mi costado.

 

¡Oh voluntad de estrella en la bujía!

¡Oh cortejo de llantos vegetales

que en el perfil del viento renacía,

 

cuando al temblar la savia en su retoño,

bajo un aire aturdido de panales

amaneció la infancia del otoño!

 

EL 45

 

Te acordás hermana qué tiempos aquellos,

la vida nos daba la misma lección.

En la primavera del cuarenta y cinco

tenias quince años lo mismo que yo.

 

Te acordás hermana de aquellos cadetes,

del primer bolero y el té en El Galeón

cuando los domingos la lluvia traía

la voz de Bing Crosby y un verso de amor.

 

Te acordás de la Plaza de Mayo

cuando «el que te dije» salía al balcón.

Tanto cambió todo que el sol de la infancia

de golpe y porrazo se nos alunó.

 

Te acordás hermana qué tiempos de seca

cuando un pobre peso daba un estirón

y al pagarnos toda una edad de rabonas

valía más vida que un millón de hoy.

 

Te acordás hermana que desde muy lejos

un olor a espanto nos enloqueció:

era de Hiroshima donde tantas chicas

tenían quince años como vos y yo.

 

Te acordás que más tarde la vida

vino en tacos altos y nos separó.

Ya no compartimos el mismo tranvía,

sólo nos reúne la buena de Dios.

 

ENTONCES

 

Cuando yo no te amaba todavía

-oh verdad del amor, quien lo creyera-

para mi sed no había

ninguna preferencia verdadera.

 

Ya no recuerdo el tiempo de la espera

con esa niebla en la memoria mía:

¿El mundo cómo era

cuando yo no te amaba todavía?

 

Total belleza que el amor inventa

ahora que es tan pura

su navidad, para que yo la sienta.

 

Y sé que no era cierta la dulzura,

que nunca amanecía

cuando yo no te amaba todavía.

 

PAISAJE DE ELEGÍA

 

No escuches mi dolor, tú que me heriste.

No te reclama ya ningún acento.

Sólo en mi corazón la sangre es triste.

( ¡Oh lentas calles del otoño lento! )

 

No te requiero un sólo mandamiento.

-Tú que me niegas, tú que no me diste-.

No sientas esta muerte que yo siento.

( ¡Oh tristes voces del otoño triste!)

 

Que sólo a mis entrañas se refiera

este clamor, este importante frío.

Quiero que no te alcance este lamento.

 

Pero si alguna vez te desespera

un gran silencio, es el silencio mío.

(¡Oh lentas sombras del otoño lento! )

 

EVA

 

Calle Florida, túnel de flores podridas.

Y el pobrerío se quedo sin madre

llorando entre faroles sin crespones.

Llorando en cueros, para siempre, solos.

 

Sombríos machos de corbata negra

sufrían rencorosos por decreto

y el órgano por Radio del Estado

hizo durar a Dios un mes o dos.

 

Buenos Aires de niebla y de silencio.

El Barrio Norte tras las celosías

encargaba a Paris rayos de sol.

La cola interminable para verla

y los que maldecían por si acaso

no vayan esos cabecitas negras

a bienaventurar a una cualquiera.

 

Flores podridas para Cleopatra.

Y los grasitas con el corazón rajado,

rajado en serio. Huérfanos. Silencio.

Calles de invierno donde nadie pregona

El Líder, Democracia, La Razón.

Y Antonio Tormo calla "amémonos".

 

Un vendaval de luto obligatorio.

Escarapelas con coágulos negros.

El siglo nunca vio muerte mas muerte.

Pobrecitos rubíes, esmeraldas,

visones ofrendados por el pueblo,

sandalias de oro, sedas virreinales,

vacías, arrumbadas en la noche.

Y el odio entre paréntesis, rumiando

venganza en sótanos y con picana.

 

Y el amor y el dolor que eran de veras

gimiendo en el cordón de la vereda.

Lágrimas enjuagadas con harapos,

Madrecita de los Desamparados.

Silencio, que hasta el tango se murió.

Orden de arriba y lagrimas de abajo.

En plena juventud. No somos nada.

No somos nada mas que un gran castigo.

Se pintó la República de negro

mientras te maquillaban y enlodaban.

En los altares populares, santa.

Hiena de hielo para los gorilas

pero eso sí, solísima en la muerte.

Y el pueblo que lloraba para siempre

sin prever tu atroz peregrinaje.

Con mis ojos la vi, no me vendieron

esta leyenda, ni me la robaron.

 

Días de julio del 52

¿Qué importa donde estaba yo?

 

II

 

No descanses en paz, alza los brazos

no para el día del renunciamiento

sino para juntarte a las mujeres

con tu bandera redentora

lavada en pólvora, resucitando.

 

No sé quién fuiste, pero te jugaste.

Torciste el Riachuelo a Plaza de Mayo,

metiste a las mujeres en la historia

de prepo, arrebatando los micrófonos,

repartiendo venganzas y limosnas.

Bruta como un diamante en un chiquero

¿Quién va a tirarte la última piedra?

 

Quizás un día nos juntemos

para invocar tu insólito coraje.

Todas, las contreras, las idólatras,

las madres incesantes, las rameras,

las que te amaron, las que te maldijeron,

las que obedientes tiran hijos

a la basura de la guerra, todas

las que ahora en el mundo fraternizan

sublevándose contra la aniquilación.

 

Cuando los buitres te dejen tranquila

y huyas de las estampas y el ultraje

empezaremos a saber quién fuiste.

Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva,

única reina que tuvimos, loca

que arrebató el poder a los soldados.

 

Cuando juntas las reas y las monjas

y las violadas en los teleteatros

y las que callan pero no consienten

arrebatemos la liberación

para no naufragar en espejitos

ni bañarnos para los ejecutivos.

Cuando hagamos escándalo y justicia

el tiempo habrá pasado en limpio

tu prepotencia y tu martirio, hermana.

 

Tener agallas, como vos tuviste,

fanática, leal, desenfrenada

en el candor de la beneficencia

pero la única que se dio el lujo

de coronarse por los sumergidos.

Agallas para hacer de nuevo el mundo.

Tener agallas para gritar basta

aunque nos amordacen con cañones.

 

ORACIÓN A LA JUSTICIA

 

Señora de ojos vendados

que estás en los tribunales

sin ver a los abogados,

baja de tus pedestales.

Quítate la venda y mira

cuánta mentira.

 

Actualiza la balanza

y arremete con la espada,

que sin tus buenos oficios

no somos nada.

 

Lávanos de sangre y tinta,

resucita al inocente

y haz que los muertos entierren

el expediente.

 

Espanta a las aves negras,

aniquila a los gusanos

y que a tus plantas los hombres

se den la mano.

 

Ilumina al juez dormido,

apacigua toda guerra

y hazte reina para siempre

de nuestra tierra.

 

Señora de ojos vendados,

con la espada y la balanza

a los justos humillados

no les robes la esperanza.

Dales la razón y llora

porque ya es hora.

...


María Elena Walsh (Mejía, Argentina)  fue una poetisa, escritora, cantautora, dramaturga y compositora argentina, considerada como «mito viviente, prócer cultural y blasón de casi todas las infancias». Recibió el Premio Municipal de Poesía, el Gran Premio de Honor de SADAIC y el del Fondo Nacional de las Artes, entre otros.  Doctora Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba.

 

 

 

 

 

 

jueves, 2 de diciembre de 2021

Elizabeth Schön (15 poemas)

 



Digo mar

resplandecen las rodelas

se alargan los alcores

mas sólo he pronunciado

aquella voz primaria

traslúcida

vibrante

con la que el hombre

se unió a la tierra y a los cielos.

 

Estamos cercados.

El espacio amordaza.

La altura desaparece.

Se ha perdido la inmensidad

permaneciendo un oscuro cascarón

que busca afanosamente

el borde final del cielo.

Si miras el vacío encontrarás el horizonte del primer y único principio.

El vacío, el horizonte son cauces de la voz sorprendentemente única.

Y si eres humilde no preguntes, ella mira lo que tus ojos no alcanzan a ver.

 

AL ALCANCE DE LO INFINITO

 

Por el agua que emerge del hombre que ama, habrá en cada

ciudad una cumbre, un árbol, un manantial y aun habrá

esa ladera silenciosa, íntima, donde recobrar el horizonte

enterrado por la tenebrosa ansiedad.

Y porque jamás deja de cubrir la tierra, podrán los

hombres renacer y alcanzar el primer centro del arraigo

y la plenitud.

 

BLANCO AROMA ABIERTO

 

El rayo abre el recuerdo

lo fragmentado del olvido

el despertar del sueño

cuando pisa

el lado contrario de su perfil.

La flor en la abertura del origen

y su inalcanzable principio original.

 

SIN NADA EN LO VISIBLE

 

No instala puertas,

peces, vendavales.

Se le dice flor

y ¿ puede poseer algún otro nombre ?

Porque del brote parte el rayo,

del rayo la serpiente

y de la serpiente

lo salobre de la brisa.

La flor de donde emerge

si no la atrapamos en lo visible

ni en lo invisible:

abundancia de alas

no alas de las aves

ni de la razón.

 

La palabra es orilla de aquel tallo

desde el primer instante solitario del vacío.

Tiempo parejo de lo inmensurable

igualmente aquí,

en los cardones de hiriente boscosidad,

en las tejas destruidas por el desamparo.

Y ella íngrima, inexistente, en los arcos de las flores,

en la corriente de lo justo,

y alguna calle envuelta

en la alegría de un camino

inexplicablemente inmenso.

 

¿Que es la poesía?… es una estrella…cada vez que el

poeta es traspasado por ella, toma la pluma y encuentra

el papel donde desahogar su pensamiento…el

pensamiento se parece al brillo de la estrella…nunca

está opaco para la vida…siempre, como la piedra con la

que tropezamos…el foco es la luz que se opaca y coge

al ave y sigue siendo estrella.

 

Le dije: —¿Hay algo más fuerte que una roca?—. El abuelo, sin necesidad de hablar, hizo que mirara la luz de la luna y viera las aguas y el espacio íntegro, con los astros y las constelaciones titilando. Entonces le pregunté qué era la fuerza; sólo me respondió: —Mira—. Y vi el mundo, el cielo y todo cuanto en la playa yacía y también miré la sombra de mi cuerpo que, junto con la del abuelo, se extendía en la arena para internarse en las aguas y desaparecer en el fondo pedregoso de erizos y corales

En un portón un niño juega con una perinola, su hilo ágilmente se dobla, se alarga, se curva, mientras el niño inmóvil no ríe, no habla, permanece alerta al hilo que se estira, se encoge, forma una circunferencia que la claridad traspasa y el viento no destroza.

 

El amor ama, esa su habilidad, ese su don.

Y la torre distante es conclusión de una arcaica paciente entrega de los hilos amorosos que no cesaron de prolongarse.

El amor no desiste. Conserva sus extremos. Acrecenta los centros hasta el primer punto del comienzo.

 

De allí su distinción con la piedra entre el pozo y su continuidad frente a lo voraz tragándose hasta el final del astro.

De aquí su tiempo de poblado, valle, su ademán de cava, colgadura, su figura de cesta y blancura alargándose a través de su observación y el tino con el que ha de acercarse.

Rompe y hallarás

lo que va entre los aires

hacia donde la copa ofrenda

y la mujer se tiende junto al pozo

con la nube dentro

para escuchar el río nuestro

del propio sonido interno:

rastro de la tierra

en el camino del árbol inarrancable

y la abertura del relámpago.

 

En lo invisible

lo entrañable que expone la voz

la palabra.

La escritura es un hilo alto

largo, denso, traslúcido

que horada desde lo oculto

sonoro de la vida

hasta el tiempo de la memoria

donde de vez en cuando algo yace

y cae quizá para la flor

que igual al olvido es inaprensible.

La calle, el mendigo, la soledad

El hombre en su reinado

de descuentos y asaltos

En la avenida

el saludo se borra

por el recio afán de la obsesión

La gente se dispersa

se pierde sin llevarse

la armadura efectiva del “Buenos días”

Mas ahí

En quieto y atrayente oleaje

la contorsión de la mazorca

el alarde directo de la competencia

el regadío húmedo de lo campestre

y su movimiento hacia fuera

muy poco hacia adentro

Un bolso de geranios

grises de vendaval

hace sombra sobre el cemento

no carga cuento alguno de la niñez

es apenas un azul opaco

para la lejanía de los árboles

La mujer

los ojos sobre las toronjas

dicen que aún hay fe

en las aldeas de los ríos

junto al sol, allí

para la llegada de la paz

entre los hombres que siguen

hacia lo lejano, diferente, otro

El disparo

su rostro de rencor

su frente de alerta y punzón

ha herido la azucena blanca de los enlaces

el niño, el anciano, el adolescente

buscan la planicie curva de los mares

y el alma siempre dentro

en pequeño caracol

aguarda huellas, propósitos, decisiones

Lejos, los nidos cálidos de los cables

reciben lentamente

el cargamento múltiple de la ciudad

 

La habilidad es el primer punto sobre el que giran la tierra, el hombre y la inmensidad.

La concibe el árbol en su silueta de campaña lentamente ascendiendo.

La ofrendan las aguas al no concluir.

La inscribe la brisa al rozar las vallas y las semillas soltar sus aros doblemente dobles para la paz, el amor.

El amor. La mano se tiende. El rayo.

El amor. La habilidad despierta y comienza su red a envolver lo que nunca tuvo red, menos rayos de sol sobre la puerta del albergue

 

Mi aroma de lumbre:

armario

grifo

buril

hace imposible

que los rayos no dejen de encontrarme.

Los caminos no concluyen

están en el primer saludo

y el primer paso con el que se va.

 

Elizabeth Schön (Caracas, 30 de noviembre de 1921 - Caracas, 15 de mayo de 2007) fue una poeta, dramaturga y ensayista venezolana. En 1994 fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura. Monte Ávila editó una antología poética de Schön en la que se incluyeron trabajos correspondientes a sus libros En el allá disparado desde ningún comienzo (1962), El abuelo, la cesta y el mar (1965), La cisterna insondable (1971), Mi aroma de lumbre (1971), Casi un país (1972), Es oír la vertiente (1973), Incesante aparecer (1977), Encendido esparcimiento (1981), Del antiguo labrador (1983), Concavidad de horizontes (1986), Ropaje de ceniza (1993), Aún el que no llega (1993), Árbol del oscuro acercamiento (1994), Campo de resurrección (1994) y La flor, el barco, el ama (1995). La selección de los poemas fue realizada por la autora junto a la prologuista Luisana Itriago.