martes, 31 de agosto de 2021

Jessica Iancoski / Colaboraciones poéticas ( 4 poemas )

 

 



ROLLOS DE PAPEL DE PELÍCULA

 

como yba

secándose lejos del pie

dedos extendidos

por la codicia blanca

formen una línea

del pulgar al pequeño mundo

movimientos de pinza

roban la mandarina

tratando de extraer

la savia interina

sin que lo sepas

robots pelan

el firmamento

frutas envueltas en etileno

enrollar horizontes

en rollos de película de papel

___

*Yba en Tupi (lengua nativa brasileña) significa "fruta"

 

UNO LO SIENTO POR EL ENTIERRO

 

mientras las enredaderas

caen desde lo alto

del dosel

buscando

la semilla

la gente

cambia su nombre

tratando de aceptar

la mente

yby solo sería lo suelo

pero los hombres infelices

usieron el piso

___

*Yby en Tupi (lengua nativa brasileña) significa “el suelo que pisamos"

 

PILARES

 

ante el sol

una madre

y sus seis hijos

se levantan y

levantan la mano

hacia un dios mudo.

sin que ellos lo sepan

soportan el peso del mundo

para que dos o tres

hombres sin rostro puedan

elevarse hasta la tez

de la luna.

mientras sus

mujeres cantan en tono agudo

sobre las noches más oscuras

de un eclipse profundo.

y los pobres escuchan

con el rostro evaporado

en multitudes

mientras esperan

aplastados

su turno.

 

LOS DIEZ DEDOS DEL SILENCIO

 

el silencio

se aferra

con sus

diez dedos

que estrangulan

las siete vérte

bras cervicales

del cuello

ahogado

como hueso

no sube

ni desciende

se endurece

como carne

y como cáncer

de laringe

colgando

de cadenas

refrigeradas

en carniceros

de los clientes

podridos


Jessica Iancoski es una persona no binaria, escritora, poeta y artista plástica brasileña. Publicado en varias antologías y revistas brasileñas e internacionales. Tenía el poema “Rutina decadente” reconocida por la Academia Paranaense de Letras, a los 16 años. Es la editora de Toma Aí Um Poema, el mayor podcast de declamación de poesía de habla portuguesa, y también una revista literaria digital. Licenciada en Letras por la Universidad Federal de Paraná y en Psicología por la Pontificia Universidad Católica de Paraná.


sábado, 21 de agosto de 2021

Paúl Peláez / Colaboraciones poéticas ( 4 poemas )


  




Llanto a Caracas

 

“Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino!...

cadáver son las que ostentó murallas”

Francisco De Quevedo

 

 

Cómo no hacer canciones tristes con los pedazos de tus calles o las heridas de tus casas si tus tajos abiertos sangran aullidos eres el crujir de un hueso roto el golpe mudo de la bala y la sombra que llena mis ojos porque de sombras están hechos tus restos, Caracas.

Arráncame los ojos

niega que eres una estrella fusilada

niega que tus hijos se apagaron

en la mentira roja de una tarde

                                                                                                                                   

Hoy mis manos lloran

lo que mi pecho ya no puede.

 

Memoria de un domingo en el parque

 

Recuerdo a los pájaros y las nubes

nadando en el césped

y a nosotros sobre ellos

desbordando el aire

haciendo caminos de vientos

peloteando algún astro olvidado

mientras un árbol trepaba al fin

a alguna ardilla

y  el sol se tendía bajo el samán

buscando sombra

pues, arriba brillaban los rayos

de las bicicletas

y los papagayos

y los restos de una tarde

que se iba cansando de a poco.

Yo, sentado con un chupi en la mano,

observaba a la gente pasear

con el universo atado a una correa

...

 

Matrimonio

 

Eres las cortinas que adornan las ventanas de la sala,

La finita luz de los bombillos,

la montaña de zapatos

en el pasillo de la entrada

Y las hojas de nuestra planta muerta. 

 

Eres los colores de los cuadros

que se vierten sobre el suelo

dejando trozos de sí mismos

para convertirse en una cara,

tu cara;

de repente esos colores

dibujan una boca palpitante

que riega por la casa sus latidos

y unos ojos que me buscan

que me tocan

que me abrazan

y me llevan de la mano, no sé adónde.

 

Son tus manos las que bebo, es cierto.

Pero son las mías los cuchillos

que usaste en mi garganta.

 

Mi sangre

 

Estos tiempos de cruces

martillos y clavos

con los que he perforado

mi cuerpo

y que estúpidamente

creí que eran mis piernas,

se han transformado en ciclón,

en soplo maldito

que arrastra mi casa,

esta,

que he construido

con los huesos y arterías

de mis padres

Y ahora, gracias a estos tiempos,

quedó reducida solo

a rastros amargos de sangre,

mi sangre.

 

Temo que es todo lo que podré

dejarle a mi hija.

Esta cruz terrible e ineludible,

con una etiqueta clavada

en lo alto

y que solo

refiera mi nombre.

 

Paul Peláez (Caracas, Venezuela)

Egresado en Comercio exterior de la Universidad Simón Bolívar. Ha realizado talleres de narración, cuentos, ensayos, crónicas y poesía con los escritores Fedosy Santaella, Roberto Echeto y Oriette D’ Angelo, entre otros. La Editorial Barra Libro Editores publicó sus cuentos en su libro de antología del nuevo cuento venezolano titulado “Desarraigo olvidado y permanencia triste”. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 20 de agosto de 2021

Luis Tomás / Colaboraciones poéticas ( 3 poemas)

  

 




Quierología

 

quiero que sea suficiente con la luz

para mi oscuridad,

que baste con la lluvia

para saciar la sed de los mares,

que la mirada

no se entrometa tanto con el tacto,

con el gusto,

quiero que los sueños se conformen

con su pista de despegue, de aterrizaje,

con la cama que ya no es la misma,

que la ciencia del aguacate

me rescate con su arte,

con su desenlace,

quiero que la división deje de meterme

en líos con la multiplicación,

que el presente deje de pensar

en el futuro,

de acordarse del pasado,

que el agua y el aceite lleguen

por fin a entenderse

y que las manos dejen de meter

la pata,

quiero que el gris no pare de exclamar:

¡Soy blanco! ¡Soy negro!

y que la lengua

me la sirvan con música y vino

mas no siempre sin pelos,

mas no siempre sin espinas

el pescado que le robé a la vida

 

al césar lo del césar

 

¡no se equivoque!

la alegría

es igual de perniciosa.

bastante tengo

con mi porción

de la tristeza.

¡No lo envidio a Ud.!

 

Odiología

 

odio tener que hacer acto de presencia

en paños menores

y enunciar mis odios,

avergonzando a mis escasos amores,

a mis escasos patrocinadores,

odio cuando la ignorancia

se viste de inocencia,

cuando la villana de la peli 

se hace pasar por la mosquita muerta

y me atrapa,

odio tener que acercarme a la ventana

para concluir que nada ha cambiado,

que todo sigue igual de bien,

que todo sigue igual de mal,

odio tener que seguir jugando a las escondidas

para ver si me encuentro,

para ver si me identifico

y si sigo vivo,

odio cuando el querer me acusa de ingrato,

me tira en cara

todo lo que me ha provisto

cada vez que trato de zafarme

de sus garras,

odio tener que recordarle la hora al reloj,

la edad al amor

y tener que sacar a pasear al paraguas, 

como quien saca a su perro los domingos,

para saciar su sed,

odio tener que hacer de camarógrafo,

tener que grabar y en alta definición

el constante ménage à trois

del presente, del pasado y futuro,

odio tener que aceptar

que esto no va a poder continuar

 

Luis Tomás (Santiago, República dominicana)

Reside en los Estados Unidos, donde estudió filosofía y ciencia política en la Universidad de la ciudad de Nueva York, Hunter College. Su poemas  se han  publicado en Canadá,  México, Venezuela,  Perú. Su poema “al oído” obtuvo el segundo lugar del  certamen internacional toledano  “casco histórico”.                                                             




jueves, 19 de agosto de 2021

Miriam Mireles / Nenúfares malogrados y otras pesadillas ( 10 poemas )

 




[9]


Como  un fantasma débil, despierto. Me doy cuenta en la

mitad de la noche. En la mitad del sueño. En la mitad del

atajo inútil, que no somos el centro de ningún

acontecimiento. Sólo un tulipán logra resquebrajar la tierra

y en la sofocación de salir, arrastra deseos. De los que no

sobreviven con los fantasmas débiles.


[13]


Entre sueños prestados, paso una semana de ser capullo a

ser imago de las mareas. Llego como larva en los litorales

despojada de mi boca. Delirio el viento y trémulo sacude mi

envoltura. En la búsqueda del desasosiego muere el sitio de

las tristezas de los ríos. Consigo un badajo preservado en

una jalea. Susurran por debajo de la arena que un náufrago

lo perdió mientras calafateaba las puertas de las ninfas.

Ésas. De las que Marco Polo no podía amar. En conjura,

ellas con sus mañas resguardaron el badajo y lo mostraron

como un fruto. Como un fruto de mar en litorales lejanos.

En litorales de playas donde resucito larva sin boca. Algunas

ninfas dicen que ahí, el fruto se les ha perdido. Otras que lo

han abandonado. Otras, las que más, lo han maldecido con

penitencias. Una semana de sueños es un tiempo en fuga.

Una precariedad en mi devenir de ser imago de las mareas.

Confundida con las ninfas, presto las alucinaciones.

Alucinaciones ajenas a su grito: ¡Pena a quien lo posea y la

mortificación eterna a sus deseos!

 

 

[17]

a Fernando Albán, in memorian

 

Las palabras de este sueño no pueden describirlo. Ni

siquiera los latidos. Menos aún el horror. Devastado es el

aire desde la ventanilla. No cabe el cuerpo que se volvió

minúsculo. Las telarañas de lluvia no dejan que pasen sus

hombros. Doblegado. A juro danza sobre el infinito. Sobre

la mañana cae pesadamente. Encima de las palabras. Sobra

la esperanza.


[21]


Este sueño se devuelve cada noche. Lo he memorizado.

Dicen que no quiere repetir los acordes de su adagio a las

puertas de un supermercado. En una ciudad rota. En un

país estafado. Insisto. No sé a quién decirle, presumo que se

acompleja por aquello de los orgasmos robados. Todavía no

reconoce que todas lo sabíamos. Una de las mujeres que no

lo ha olvidado, se camufla de Blancanieves. Nadie en la fila

del supermercado es indiferente a su carne pálida. Atraviesa

la indiferencia de los que están dormidos o muertos. Los

condena a una vigilia espantosa. Su vientre se vuelve

oscuro. Con la lengua hueca de miedo solicita al

dependiente orgasmos hurtados. Expropiados. Timados. La

fila protesta por la tardanza. Por las devoluciones de

artefactos raptados. Prestados. Saqueados. Blancanieves

insiste en que tienen que ser robados. Cuenta que ha

caminado los mares, especialmente el Mar Caribe para ver

si los consigue. ¿Cuántos han sido robados? Blancanieves se

aventura a ofrecerle a la fila de hombres del supermercado,

una infusión de besos. En procura de las ganas de pecar

hasta morir. Nadie puede simular lo vulnerable de su

sonrisa. Blancanieves les exclama que desea jugar a ser

bellaquera. Canta el adagio de amar al hombre de los

orgasmos. De los orgasmos robados.


[10]

 

Noctámbula. Cercana al amanecer, camino ansiosa. Camino

desde el hotel hasta la sala de lectura. Lugar escogido para

tomar las fotografías de aquellos sueños. Aguardo por ti.

Aguardo más de lo que era posible. Más de lo que podía

detenerme. Más de lo que el hombre del acordeón exhausto

-dormido sobre la silla- me decía. Más de las veces que te

has ido en un primer autobús. De un autobús lleno de gente.

Yo sólo quiero descubrir el penúltimo sueño.

Impresionarme. Acariciar la luz. La luz del espejismo en tus

fotografías de los sueños.      


[14]


La luna se resiste a vivir sostenida al cielo. Se lame las

blancas máculas. Se estremece cuando asciende la marea

Me presiente dormida. Reconoce que ya vivo en el sueño. Se

ve la cara. Su cara oculta.

 

[6]

 

Al leer la risa de ave. De ave de rapiña, apareces en el sueño.

Nadie lo celebra. No hay complacencia. Una avidez secreta

por sentir dolores. Sin miramientos. Descubro esa risa que

me despoja de transparencias. Del velo. Del sueño por los

gestos escritos. Casi todos extraños. Me detengo a anotarlos.

Mancho con tinta tu lengua. Parpadean mis únicas tres

pestañas. Tiembla, una y media vez, el único pezón

izquierdo que me queda. La piel del vientre se colorea,

nube. El labio superior lastima el papel. Palidece.

Cuchicheos ¿Los oyes? Nadie los escucha. Ruidos ¿Los

oyes? Sólo a quien engulle papeles malheridos. Es un sueño

que ante la proximidad de la rapiña, se disfraza. Con otro

velo. No se distingue. Su carne perturba. La lengua

manchada vacía sus papilas. Mi vientre vuelve a retroceder

en nubes. En vapor de agua desconocido. Busco dónde

esconder ojos. Uñas. Secretos. Mentiras a sus deseos. Olvido

el goce, en el sueño. Ya no leo los gestos escritos. Ni la risa

de ave. De ave de rapiña.


[23]


Este sueño aparece todos los lunes. En un gabinete se

exhiben cuentos de Caperucita Roja. La imagen de las

portadas es huidiza. Se recompone a última hora. Es

desordenada. Su cabello luce despeinado sobre las orejas y

las mejillas. Abandonada. Ninguno se queda a mirarla.

Muchos, próximos a la indiferencia. Caperucita Roja en la

exhibición de sus cuentos arrastra una cartografía que ya

nadie conoce. Lleva consigo un mapa (des)habitado.

Aperfumado. Hace ya tiempo que no registra lecturas. No

tiene huellas de ojos detrás de su prisa. Se esfuerza en

contarme, usando fractales de polvo, la destrucción. La

destrucción de un país y sus posibles nombres. Revela que

sus habitantes no pueden pensar. Ni soñar. Apenas

sobreviven. No tienen medicinas para curar mordidas de

lobos feroces. No tienen salas de hospitales dónde llevar a

las abuelitas de las caperucitas rojas, que aún quedan en ese

país. La mayoría lleva en sus bolsillos espejos hendidos que

nadie quiere doblar. Siempre están en fuga de las múltiples

alcabalas que esquivan para llegar a sus casas. Caperucita

Roja ansía escaparse de ese gabinete que exhibe sus

cuentos. Los lunes, ella se vuelve un animal que (des)habita

los laberintos de sus portadas. Un paquidermo, disfrazado

de lobo feroz, rapta a Caperucita Roja. La lleva fuera del

sueño.

 ...


[2]

 

En el preludio de la búsqueda de sueños con besos

inigualables, espero las flores. Las flores que inclinan su fiel

para abrir pétalos. Para ganar una ofrenda sin espinas.         

 

[8]

 

Medito antes de dormir y aparece un camino en

recurrencias. Los árboles han tomado la vida de un hombre.

Hacen fronteras con él. Borrosas en color ámbar. Volátiles.

Suspendidas a un primer sueño. Intermitencias. A

escondidas, me asomo en un tercer sueño. Quiero ver a ese

hombre que le da vida a un árbol. Me aproximo al color de

la botella, en las sombras de la arboleda. Los márgenes me

son esquivos. Se enrollan a mis tobillos. Me halan hacia el

cuerpo del hombre. Inclino mi rostro, para buscarlo en uno

de los sueños. Quizás en el segundo o en el tercero, no lo sé.

Inclino mi rostro, para ocultarme. Nuevamente me encorvo.

Me descubro ámbar. Color botella. Volátil. Suspendida. He

tomado la vida de un árbol. Soy un cuerpo árbol.




Miriam Mireles (Maracay, Venezuela)

Profesora de Matemáticas. Postgrado en Matemáticas e Informática Educativa. Miembro del Movimiento Internacional Mėtapoesía [MIM]. Sueños [multimedia], la lleva a participar en el 2000 a la ciudad de Buenos Aires, Argentina, en el 1er Encuentro Autormedia. En octubre de ese mismo año, en la ciudad de Rosario, Argentina participa con Poesía Digital en la Muestra de Arte Digital. 2da Edición. Participante en el libro Petrarca en Venezuela de Valeriano Garbín, Pavía Gráfica Editores. Valencia, Venezuela. 2004. De esa participación, la poesía En Rojo recibió el Premio Poesía y Artes Visuales 'Francisco Petrarca', Mejor serie de poesías mėtaoníricas.