jueves, 31 de diciembre de 2020

Sophie Heidi Kam / La vida recomienza

 



La vida recomienza

 

En nuestras tierras y en nuestras almas, un cúmulo de calamidades

Hemos ardido bajo las mordeduras del sol, llorando nuestros sueños,

esperanzas y deseos, ¡mantequilla bajo el sol!

En la encrucijada de la duda, certezas, entusiasmos e ideales desfallecieron

La fuerza del baobab, dobló la espalda

¡Oh sed y hambre!

Duelos y delirios del alma en busca de ración

Momentos caóticos del clima en nuestra tierra y en nuestra carne

Grietas en la tierra, hendiduras del alma

¡Cómo nos ha castigado la vida y su revés!

Hundieron en nosotros sus colmillos, abriendo surcos y abismos…

Corrió mucha agua bajo el puente

Mucha agua se fue llevando basura y humus

El flujo del agua pelando nuestras tierras hasta los huesos

Y bajo el furor del viento y de la lluvia torrencial, surgió una tierra nueva

Una tierra nueva y hermosa en la virginidad reconquistada

En la sabana, los árboles cayeron, brotes jóvenes perpetúan la especie

Y la vida renace bajo una mirada nueva…

La tierra se estremece y yo canto alrededor de la prueba

En nuestras tierras y en nuestras almas se alza una coraza y acojo el retorno de la vida

Canto la belleza de la aurora naciente en su cuna de gasa

Aclamo los rayos del sol y los encantos dorados del crepúsculo

Exalto el anochecer, saludando las intrigas en su castillo de estrellas

Exulto en el candor de un alma sobreviviente

Entre las costuras de mi corazón, con ojo experimentado, canto la vida

 

Sophie Heidi Kam (Burkina Faso, 1968).

Es poeta, novelista, guionista y primera mujer dramaturga de Burkina Faso. Es autora también de libros para jóvenes. En poesía, podemos encontrar, entre otros libros: Sanglots et symphonies (Céprodif, réédition 2009), Quêtes (Céprodif, réédition 2009), Offrande (Découvertes du Burkina, 2009), Pour un asile (Découvertes du Burkina, 2009), Florilège (Céprodif, 2019), Mémoires vivantes (Céprodif, 2020); en teatro, Et le soleil sourira à la mer (Découvertes du Burkina, 2008 et 2017), Nos jours d’hier (Céprodif, 2013), Qu’il en soit ainsi (Sankofa & Gurli, 2014). Ocho veces laureada con el Gran Premio Nacional de las artes y de las letras. En 2018, mereció por el conjunto de su obra el premio Plume d’or 2018 de Burkina Faso. En 2019 accedió al rango de: d’Officier de L’Ordre du mérite des arts, des lettres et de la communication avec agrafe Littérature écrite et orale. Vive en Ouagadougou dedicada a la escritura.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Francisca Pérez Morales / Prólogo o teoría de cuerdas

 



Prólogo o teoría de cuerdas

 

 “Si el Hombre es 5

 

Entonces el Diablo es 6

 

Y si el Diablo es 6

 

Entonces Dios es 7”

 

Pixies



1.    Las tríadas se componen de tres grupos que tienen relación entre sí, se complementan y sin la existencia de una, no es posible la existencia de la otra. Son movimiento, e intercambio constante de vibración, de rabia contra su coetáneo.

 

2.   Se necesitan tres puntos no alineados para determinar un plano, y son tres los elementos base en diferentes aplicaciones (tres colores primarios, tres planos metafísicos, tres potencias de la inteligencia humana, tres estados de la materia). Para mantener el equilibrio de la familia convencional, se usan tres elementos; padre a la cabeza, madre e hijo como base del triángulo. Paralelo a esto, la regla de tres es una regla que no se debe romper bajo ningún ámbito, y debe repetirse cuantas veces sea posible, por lo que se suma un grupo más; vida-muerte-resurrección.

 

3.    La finalidad es la descomposición de las triangulaciones desde dentro, abriendo las grietas de los espacios oscuros, de la regla moral familiar, de lo que se ve correcto socialmente. Las palabras se unen, como el nido de un ave que funciona críptico entrelazado para dar calor, crear incendios. Los circuitos son como el hielo, y poseen la propiedad cortopunzante del vidrio roto. Un vidrio que cuando se une, encaja a la perfección en alguna ventana, reemplazando ese umbral parchado por el padre con cinta de embalaje.

 

Poner atención a las señales, a los pájaros que hablan y que con sus ojos negros reflejan el vacío o el espacio entre los cuerpos que no está. El ave es quizás el posible gobernador de un mundo que se reconstruye, tan bruscamente, que lo hace sin tomar en cuenta su propia esencia extinta. Los ornitólogos lo saben, cada pájaro tiene su propia historia construida como el eterno observador de estas murallas. Con una mitad afuera, y otra encerrada en la Atmósfera.


 La primera cuerda viene desde la entraña, desde el fondo de la tierra, y se expande hasta los faros, reflejándose hacia alguna mujer que se mire y solloce porque la mujer suele hacerlo, y también conversa con las escobas y mimetiza su cuerpo con las madejas de lana, siempre pisando estrías, aunque sus piernas se llenen de unos ojos amarillos de perro muero.

 

6.  La segunda cuerda forma un vitral que puede ser peligroso si no son bien encajadas las piezas. Su dimensión, está repleta de falsas verdades. Esto es resultado de que el padre toma control de todas las acciones, desde respirar hasta el acto de escribir. Por esto, la segunda de las cuerdas parece ser un gemido doloroso, que termina en el parto o la reconstrucción de la casa, niños enfilados de tres en tres.

 

7.    La tercera cuerda se manifiesta como la última respuesta vibratoria. Visualizada como un niño que se embarra el rostro y detiene el movimiento del plano.

 

8.    La tercera cuerda está escrita con el objetivo de matar al padre.


 

Francisca Pérez Morales (Santiago, 1998). 

Es estudiante de Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad de Chile. En 2015, obtuvo el primer lugar en el X Concurso Metropolitano inclusivo de cuentos, honroso y segundo en el lll y lV concurso de poesía organizado por la municipalidad de Lo Barnechea y el primer lugar en el 3º Concurso Juvenil de Poesía, organizado por la Fundación Pablo Neruda. En el año 2016, fue becaria del taller organizado por la misma Fundación y obtuvo mención honrosa en el concurso Roberto Bolaño.

lunes, 28 de diciembre de 2020

Roberto Ibáñez Ricóuz / Último bombazo

 



Último bombazo

 

Las explosiones lo resuelven todo

algún desajuste en las moléculas del aire

el paso del tiempo: de sur a norte

las estelas de humo que van nadando en el cielo.

Las explosiones pueden resolverlo todo.

las monedas a la baja, las abejas que dejaron

de producir miel o cera para prender los ánimos.

Las explosiones sirven para todo: para perder dedos

o metafóricamente hablando, claro, perder la cabeza.

Los basureros desaparecen lentamente

y la ciudad va mutando formas para combatir fuego enemigo.

La ilusión del todos a salvo va estrechándose cada vez más

con recomendación de rejas, alambres de púas, cercos eléctricos:

las hojas secas que caen al parque podrían contener serias infecciones

transmisiones o pulsares, ondas eléctricas, energía eólica,

solar amarillo que se extingue: cualquier voltio, una chispa

y todo estalla pues las explosiones sirven para todo.

 Gran excusa para tenderse en la cama

 si cuatro niños pierden un ojo, ¿cuán lejos estamos de aquello?

 Puede que llegue el día de mirarse al espejo y decir con asombro:

 ¡Vaya! Me falta un ojo, ¿dónde habrá quedado?

 Y este brazo del demonio, ¿dónde se quebró?

 Las piernas incompletas, la piel volcánica, ¿cuándo ocurrió todo esto?

 Será, acaso, algún mal interior que me anda por las tripas.

No falta mucho, los relojes avanzan implacables.

Ninguna velocidad los reduce ahora, excepto el afilado inicio de

una mecha, ya sabes,

las explosiones lo solucionan todo,

alguna estadística funeraria o corbata mal atada

cruzada por un solo extremo o desatendiendo la seda

alguna tela más económica.

Entonces estalla y todo puede volver a ser como un día de este a oeste,

el sol elevándose tras la cordillera yendo a la desaparición marítima

la armonía de las cosas naturales: las casas gigantes a un lado

y las casas casas al otro: de costa a altura todo desplazamiento,

 prestar servicios higiénicos, vaciar basureros, vaciarse los dedos

observar bien antes de vaciar cualquier recipiente

la comida fría puede transportar alucinógenos terribles

horas de poco equilibrio, hojas verdes y cogollos.

El muchacho de quince años puede hacerte estallar

 o devorarte los dedos. ¡¿Cómo has de tomar la escoba?!

 Mejor es quedarse tendido en la cama

 -piensas- cerrar todo vínculo, dejar aquello de los paseos

-piensas- la situaciones delicadas no hacen más que estallar,

 de un lado u otro podrían caerte cinco dedos en la nuca,

de un lado u otro no importa tanto: en algún momento alguien te toca

la espalda diciéndote “oye, qué bella bomba llevas a cuestas”,

“oye, qué bello momento, podríamos perpetuarlo”

 y la cara no te la saca nadie cuando te das vuelta

 y sabes que la única explosión sucede en términos lejanos:

cuando has perdido dos dedos no te das cuenta hasta que amaneces

bello, bello día, en un hospital público de cualquier lugar, en cualquier televisor.

 

Roberto Ibáñez Ricóuz (Neuquén, Chile 1993).

Licenciado en Letras. Sus poemas aparecen antologados en Halo: 19 poetas nacidos en los noventas, 90 revoluciones y Parias poetas y borrachos. Obtuvo el premio Roberto Bolaño de escritura joven y una mención honrosa en los Juegos Literarios Gabriela Mistral.

viernes, 25 de diciembre de 2020

Cecília Meireles / Canción de otoño

 




CANCIÓN DE OTOÑO

 

Perdóname, hoja seca,

no puedo cuidar de ti.

Vine a amar en este mundo,

y hasta el amor perdí.

¿De qué sirvió tejer flores

en las arenas del suelo

si había gente durmiendo

sobre el propio corazón?

 

¡Y no pude levantarla!

Lloro por lo que no hice

y por esta flaqueza

es que soy triste e infeliz.

¡Perdóname, hoja seca!

Mis ojos sin fuerza están

velando y rogando por aquéllos

que no se levantarán.

 

Tú eres hoja de otoño

que vuela por el jardín.

Te dejo mi nostalgia

-la mejor parte de mí.

Y voy por este camino,

segura de lo inútil que es todo.

Que todo es menos que el viento,

menos que las hojas del suelo.

 

Cecília Meireles (Río de Janeiro, Brasil 1901 — Río de Janeiro 1964)

Fue una poeta, profesora y periodista brasileña. Parte de su obra poética se enmarca en la vanguardia del Modernismo brasileño, junto con Manuel Bandeira y Carlos Drummond de Andrade. Se destaca además en su poesía la técnica, y la riqueza humana de la misma.

jueves, 24 de diciembre de 2020

Gilberto Owen Estrada / (2 poemas)

 




Allá en mis años...

 

Allá en mis años Poesía usaba por cifra una equis,

y su conciencia se llamaba quince.

¿Qué van a hacer las rosas

sin quien les fije el límite exacto de la rosa?

 

¿Qué van a hacer los pájaros (hasta los de cuenta)

sin quien les mida el número exacto de su trino?

Ahora pájaros y rosas tendrán que pensar por sí mismos

y la vida será muchísimo más sin sentido.

Como la esclava que perdió a su dueño

(y tú eras su amo y él tu esclavo),

así irás Poesía por las calles de México.

 ...

 

Booz canta su amor

 

Me he querido mentir que no te amo,

roja alegría incauta, sol sin freno

en la tarde que sólo tú detienes,

luz demorada sobre mi deshielo.

Por no apagar la brasa de tus labios

con un amor que darte no merezco,

por no echar sobre el alba de tus hombros

las horas que le restan a mi duelo.

Pero cómo negarte mis espigas

si las alzabas con tan puro gesto;

cómo temer tus años, si me dabas

toda mi juventud en mi deseo.

 

Quédate, amor adolescente, quédate.

Diez golondrinas saltan de tus dedos.

París cumple en tu rostro quince años.

Cómo brilla mi voz sobre tu pecho.

óyela hablarte de la luna, óyela

cantando lánguida por los senderos:

sus palabras más nimias tienen forma,

no le avergüenza ya decir "te quiero".

Me has untado de fósforo los brazos:

no los tienen más fuertes los mancebos.

Flores palúdicas en los estanques.

de mis ojos. El trópico en mis huesos.

Cien lugares comunes, amor cándido,

amoroso y porfiado amor primero.

 

Vámonos por las rutas de tus venas

y de mis venas. Vámonos fingiendo

que es la primera vez que estoy viviéndote.

Por la carne también se llega al cielo.

Hay pájaros que sueñan que son pájaros

y se despiertan ángeles. Hay sueños

de los que dos fantasmas se despiertan

a la virginidad de nuestros cuerpos.

Vámonos como siempre: Dafnis, Cloe.

Tiéndete bajo el pino más erecto,

una brizna de yerba entre los dientes.

No te muevas. Así. Fuera del tiempo.

 

Si cerrara los ojos, despertándome,

me encontraría, como siempre, muerto.


Gilberto Owen Estrada (Sinaloa, México 1904 - Filadelfia, Estados Unidos - 1952)

Fue un poeta mexicano de padre irlandés y madre mexicana. Ocupó cargos diplomáticos diversos. Estudió en el Instituto Científico y Literario y fue subdirector de la Biblioteca Pública de Toluca. Fue autor de Desvelo, La llama fría, Novela como nube, Línea y Perseo vencido.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Blanca Andreu / Cinco poemas para abdicar





Cinco poemas para abdicar

 

Cinco poemas para abdicar,

para que sean un destello terrestre en mi tránsito 

mientras el vaivén de mi cuerpo me dote de viejo sueño y tenga un altar adornado,

mientras mis ojos suspendan la aspersión del líquido más breve,

abandonen su aire lacustre y la ligereza de la lágrima cóncava en donde beben grullas

y otras zancudas con pie de bailarina,

mientras mis manos sean hangares en las salinas negras para aviones de turbios vuelos,

mientras el súcubo murciélago diga en mi oído espuma  y diga oscuridad

en las marineras negras.

 

Cinco poemas para la marcha en el paisaje de sábana de hilo,

un páramo es encaje antepasado,

iniciales bordadas hace ya tres mil días

y alguna mancha de amor.

 

Cinco poemas como cinco frutos cifrados

o como cinco velas para la travesía:

el primero hacia aquella a la que nadie ve en la vaga velada del lago:

un resquicio de abril para Virginia, porque amó a las mujeres.

 

El segundo para mi amor:

sé bien que encima de mis heridas busco la alondra de tus heridas,

sé bien que encima de mis heridas una cigüeña pone sus huevos.

Encima de tus heridas las ramas de los nervios se han dormido

y ahora son alas, páginas, oleaje, seres verdes.

 

Encima de mis heridas yo descubro una tela desventurada y ocre,

rasgada de enemigos,

o una palabra emborrachada por el lacre.

Pero cuando me duerma

ya no te querré.

 

El tercero para la casa que cae y el álamo vihuela o jardín bello,

para el ángel que guarda a la lombriz,

para todo lo que es pueril o leve y que clava

submarinos anzuelos en los ojos adultos.

 

El tercero es para el corazón de la raíz

y para la cerrada tierra de los estambres,

para la lluvia seria de las siestas del norte,

mala como una institutriz.

Dile que no se meta en los salones

y los llene de gafas estrujadas.

Ay, dile que no espante los espejos de mirada niña.

 

Había tres balcones sangrantes,

había tres balcones como tres heridas incurables del muro,

había tres balcones y siete temblorosos escabeles.

Ay, dile que no asuste las palabras palomas,

que no deje que vayan batiendo un aire usado con

alas de cuchillo.

Las palabras apátridas de mi tercer poema

que no me muerdan las mejillas

y las sonatas que yo no toqué nunca, que no cesen,

ni el pequeño cuaderno de Ana Magdalena.

Yo no dije: ¡silencio!,

y ahora el réquiem se teje con seres y desastres consanguíneos.

Dejadme las hortensias vestidas de pupilas, con traje de mirada,

esa campana vegetal que ya no suena y llora un zumo epílogo,

y las magnolias catalejos,

y aquel sillar tan grande como el siglo más cíclope.

Yo no dije: ¡silencio!

pero me fui bebiendo vino de exilio en la boca de piedra,

bebiendo fermentado líquido migratorio,

los ramos de las tórtolas de agosto y el eco de la casa

que se cae.

 

Veo que no sobrevive el alma alta del muro,

la espuma voladora borracha de gaviotas,

el ángel que cuidaba la cucaracha de uva y la lombriz,

ni ningún pájaro como lágrima póstuma y celeste,

ni la resina tañendo su ámbar triste,

ni tampoco las malvas, las violentas, las verdes partituras.

 

El cuarto es para mi amor.

Amor mío,

sé bien que no te escupirá mi sueño y que tu cuello

no será sajado

por el filo último de mi sueño,

que no te insultará el hiriente corazón de mi sueño,

porque si duermo ya no te querré.

Sé bien que busco encima de mis heridas

el escorpión de oro de tus heridas.

Sé bien que encima de mis heridas sólo habita

la imagen encalada de mi muerte.

Y por eso voy a asesinar

con la virgen cuchilla barbitúrico

la muchedumbre de heroicos locos que entonan para mí

                                                                    la pesadilla y el bostezo,

amor mío, sin asomar por la ventana

fuegos viejos, frescas cenizas,

familias errantes de soles.

 

Mi amor para la imagen encalada de mi muerte,

para la cal que se come a los niños,

para mi último caballo, oro, sobre asfalto celeste y el hule

astral de abril.

Sé bien que galoparé en negro

porque negro es el color de los sueños,

negras las manos de la intimidad,

y sin espuelas, y sin bridas,

porque las espuelas son el poder, la aberración,

estrellas de tijera y abismo.

 

El quinto para mi caballo,

para cuando ya estemos sucediendo

como dos estaciones

o dos días iguales.


Blanca Andreu (La Coruña, España- 1959)

Es una poeta española de la generación de los ochenta o postnovísimos. Recibe el Premio de cuentos Gabriel Miró en 1981. Obtiene el Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo por su segunda obra, Báculo de Babel en 1982. Ese mismo año le es otorgado el Ícaro de Literatura. En 1988 publica su tercer libro, Capitán Elphistone. Recopila su poesía 

martes, 22 de diciembre de 2020

Kira Kariakin / El sol de la ceguera (7 poemas)

 



La casa estuvo llena de luz 

la oscuridad cayó en ella un día


vago por habitaciones 

sólo llenas de memorias


añoro el toque


la tibieza


                                               everything is just a rift  

                                               mi cáliz está roto

...


Canción desde la infancia


Ahí están la tinta 

la vela muerta

el fantasma de nariz de gancho la arandela perdida

los libros sin Oriente

la sábana en el suelo


ahí están


y sigo jugando a la rueda rueda  

a la rueda rueda  

a la rueda rueda


Llevo islas dentro

antiguas y nuevas

en remanso

atendiendo fragores

y desencuentros


Unas remotas desde siempre 

de donde parten búsquedas  

y se celebran hallazgos


Otras eximidas 

del terciopelo rojo de los auspicios 

lechos para el fracaso agotado 

y el abrazo incorrecto


Islas inamovibles

para triunfo invisible del retorno 

del largo viaje de mis destierros


Asoma la baraja que quizás te lleve no deseo ese azar disfrazado de razón

la orfandad es una camisa 

que no se puede desvestir

entrará en casa

sorpresiva e incolora

robará historias y constelaciones decantará los porqués

será amada en su crueldad correcta

 

Cuando regresé vi a una ciudad de guerra 

una guerra que resultó mía

que no me fue prestada

ni proyectada en horizontes televisivos

una que tampoco vi asomada a través de la ventana  

en alguna latitud distante


llegamos a esta capital llenos del fracaso de los souvenirs 

quedamos paralizados frente a los armarios  

sorprendidos por la futilidad del gesto de guardar


el retorno fue malévolo

las guerras propias revelan después de matar


quiero invertir el orden de los elementos

para obliterar el pasado

y sepultar los vestigios de la muerte

porque esta guerra no apela a la razón

no compele al abandono 

en ella sólo creo en la evidencia 

de lo que estremece a mi médula nerviosa 

y puedo discurrir extensamente al respecto  

sin que me pese el tiempo

sin que me beneficie ninguna duda 

de que esta guerra es mía


Llevo un parásito dentro

abarca todo mi cuerpo

domina el destino que siguen mis pies


es molesto y acostumbrado

su presencia adictiva

querida e intolerable

soy su huésped y anfitriona


es el país 

que me habita


El hueco negro de tu iris 

la pasión de la retina


el orificio de mi iris

el reposo de los ecos


la mano que no te alcanza y pierde

 

Kira Kariakin (Caracas, Venezuela -1966)

Es una poeta, escritora y editora. Tiene una extensa experiencia en el medio editorial venezolano, habiendo trabajado para Alfa, Planeta, Grijalbo entre los años 1988 y 1992. Asimismo, fue gerente general de la revista Estilo entre 1994 y 1998. Ha formado parte de los talleres de poesía de Armando Rojas Guardia, Edda Armas, Igor Barreto, Cecilia Ortiz, y Santos López. Diversos poemas suyos aparecen en antologías en español, alemán, francés, inglés y ruso, así como en distintas publicaciones digitales. Sus poemarios son: Nuevos arbitrios (Taller editorial El pez soluble, 2011) En medio del blanco (OT editores, 2014) y El sol de la ceguera (OT editores, 2020).

 

lunes, 21 de diciembre de 2020

Carmen Conde / Amante

 



Amante

 

Es igual que reír dentro de una campana:

sin el aire, ni oírte, ni saber a qué hueles.

Con gesto vas gastando la noche de tu cuerpo

y yo te transparento: soy tú para la vida.

 

No se acaban tus ojos; son los otros los ciegos.

No te juntan a mí, nadie sabe que es tuya

esta mortal ausencia que se duerme en mi boca,

cuando clama la voz en desiertos de llanto.

 

Brotan tiernos laureles en las frentes ajenas,

y el amor se consuela prodigando su alma.

Todo es luz y desmayo donde nacen los hijos,

y la tierra es de flor y en la flor hay un cielo.

 

Solamente tú y yo (una mujer al fondo

de ese cristal sin brillo que es campana caliente),

vamos considerando que la vida..., la vida

puede ser el amor, cuando el amor embriaga;

es sin duda sufrir, cuando se está dichosa;

es, segura, la luz, porque tenemos ojos.

 

Pero ¿reír, cantar, estremecernos libres

de desear y ser mucho más que la vida...?

No. Ya lo sé. Todo es algo que supe

y por ello, por ti, permanezco en el Mundo.

 

Carmen Conde (Cartagena, Colombia 1907 – Majadahonda 1996)​

Fue una poeta, prosista, dramaturga, ensayista y maestra española, considerada una de las voces más significativas de la generación poética del 27. Fue la primera académica de número de la Real Academia Española, pronunciando su discurso de entrada en 1979.​

viernes, 18 de diciembre de 2020

Bob Dylan / Flotando en el viento

 




Flotando en el viento

 

¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre

Antes de que le llaméis hombre?

¿Cuántos mares debe surcar la blanca paloma

Antes de dormir sobre la arena?

¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón

Antes de ser prohibidas para siempre?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,

La respuesta está flotando en el viento,

 

¿Cuántas veces debe un hombre mirar hacia arriba

Para poder ver el cielo?

¿Cuántos oídos debe tener un hombre

Para poder oír a la gente llorar?

¿Cuántas muertes serán necesarias para que comprenda

Que ya ha habido demasiados muertos?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,

La respuesta está flotando en el viento,

 

¿Cuántos años puede permanecer una montaña

Antes de ser arrastrada al mar?

¿Cuántos años pueden algunas gentes vivir

Antes de conocer la libertad?

¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza

fingiendo no ver nada?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,

La respuesta está flotando en el viento.

 

Bob Dylan (Minesota, Estados Unidos -1941)

Es un músico, compositor, cantante y poeta estadounidense, ampliamente considerado como una de las figuras más prolíficas e influyentes en la música popular del siglo XX y de comienzos del siglo XXI. El 13 de octubre de 2016, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura30​ por «haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción estadounidense».