LAVAR LA DESHONRA
¡Mamá! Un estertor, lágrimas,
negrura.
La sangre fluye, el cuerpo
apuñalado tiembla,
El pelo ondulado se ensucia de
barro.
¡Mamá! Sólo se oye al verdugo.
Mañana vendrá la aurora,
Las rosas se despertarán
A la llamada de los veinte años
Y la esperanza fascinada.
Las flores de los prados
responden:
Se ha marchado... a lavar la
deshonra.
El brutal verdugo regresa y dice
a la gente:
¿La deshonra? –limpia su puñal-
Hemos despedazado la deshonra.
De nuevo somos virtuosos, de
buena fama, dignos.
¡Tabernero! ¿Dónde están el vino
y los vasos?
Llama a esa indolente belleza de
aliento perfumado
Por cuyos ojos daría Corán y
destino.
Llena tu vaso, carnicero,
La muerte ha lavado la deshonra.
Al alba, las chicas preguntarán
por ella:
¿Dónde está? La bestia
responderá:
la hemos matado. Llevaba en la
frente
el estigma de la deshonra
y lo hemos lavado.
Los vecinos contarán su funesta
historia
Y hasta las palmeras la
difundirán por el barrio,
Y las puertas de madera, que no
la olvidarán.
Las piedras susurrarán:
"Lavar la deshonra"
"Lavar la deshonra"
Vecinas del barrio, chicas del
pueblo,
Amasaremos el pan con nuestras
lágrimas,
Nos cortaremos las trenzas,
Nos decoloraremos las manos
Para que sus ropas permanezcan
blancas y puras.
No sonreiremos ni nos alegraremos
ni nos giraremos
Porque el puñal, en la mano de
nuestro padre
O de nuestro hermano, nos vigila
Y mañana, ¿quién sabe en qué
desierto
Nos enterrará para lavar la
deshonra?
NOCTURNO
La noche se desliza por las
estepas,
Las manos de las nubes pasan por
el horizonte
Y las tinieblas duermen,
En impresionante calma,
Bajo las alas del silencio.
Sólo se oye el zureo de las
palomas,
El murmullo gimiente de los
arroyos
Y un ruido de pasos en la
oscuridad
Que caminan suavemente.
Me siento, entregándome a la
calma de la noche,
Contemplo el color de las tristes
tinieblas,
Lanzo mis cantos al espacio
Y lloro por todos los corazones
ingenuos.
Oigo los susurros de las palomas,
La lluvia que cae en la noche,
Los gemidos de una tórtola en la
oscuridad
Que canta a lo lejos en las ramas
Y la queja lejana de un molino
Que gime en la noche y llora de
fatiga.
Sus gritos atraviesan mis oídos
Y va a morir detrás de las
colinas.
Escucho... sólo se oyen las
plantas.
Miro... sólo se ve oscuridad.
Nubes, silencio y una noche
triste.
¿Cómo no sentirme afligida?
La vida para mí es como esta
noche:
Tinieblas, melancolía,
desesperanza,
Mientras los demás sueñan con
claridad
En una profunda e impresionante
noche.
Llanto continuo de la naturaleza,
Silencio de las tinieblas, gemido
de los vientos,
Suspiros de la brisa vespertina,
Lágrimas del rocío en los ojos de
la mañana.
Veo en las riberas de la
desgracia
A la multitud de afligidos,
El cortejo de los hambrientos
Ahuyentados por los aullidos del
destino,
Sin poder pronunciar palabras de
despedida.
Escucho: sólo los sollozos
Mandan su eco a mis oídos
Por detrás de las fortalezas y
sobre las praderas.
Entonces, ¿quién puede cantar
conmigo?
En el futuro portaré mi lira,
Lloraré la desgracia del universo
Y declamaré mi compasión por su
infortunio
A los oídos del cruel tiempo.
CALENDARIO
Para nuestros pasos había un
pasado; está muerto
Desde hace cientos de años.
Los años han borrado su recuerdo
Y lo han colocado entre los
muertos.
Durante mucho tiempo hemos
buscado
Sus astros desaparecidos,
Hemos recurrido al imposible
Para devolverle la vida.
Hemos intentado, traspasando los
siglos,
Hacerle volver a sus comienzos,
Esperando recobrar nuestros
sentimientos,
Y hemos regresado con las manos
vacías.
Hemos atravesado las tinieblas,
Franqueado lo impasible, inmóvil,
Excavando los huesos amontonados,
Y no hemos encontrado lo
extraviado.
Hemos visto, allí, frentes
Que no veían porque estaban
ciegas,
Ojos ensimismados en la vida
Silenciosa, porque estaban mudos.
Hemos visto restos de corazones
Embalsamados con el recuerdo.
En vano habían intentado encontrar
El sentido... eran restos.
Hemos visto labios vacíos
Que no emitían quejas ni sentían
hambre
Y manos marchitas, plegadas,
Cuya desgracia no provocaba
lágrimas.
Nos preguntamos por nuestro
pasado
Y tropezamos con un ataúd.
Allí, sobre la tumba, yacía el
tiempo descolorido.
Regresamos al calendario:
¿Se puede engañar a los días?
Y oímos gritar a los restos
Tras el sarcasmo de las cifras.
Vimos el mañana esperado
Arrastrando su mitad paralizada,
Arrastrando su mitad despreciada,
Su mitad congelada, inerte.
Allí, un libro se cerraba
Y finalizaba el antiguo canto.
Mañana, la vida germinará
Sobre las heridas del doloroso
tiempo.
La voz del ayer se perderá
En el torbellino profundo del
tiempo
Y sentiremos en nuestras copas
La palpitación del sueño que se
despierta.
LA BAILARINA APUÑALADA
Baila, con el corazón apuñalado,
canta
Y ríe porque la herida es danza y
sonrisa,
Pide a las víctimas inmoladas que
duerman
Y tú baila y canta tranquila.
Es inútil llorar. Contén las
ardientes lágrimas
Y del grito de la herida extrae
una sonrisa.
Es inútil explotar. La herida
duerme tranquila.
Déjala y venera tus humillantes
cadenas.
Es inútil rebelarse. Nada de
cólera contra el furioso látigo.
¿Qué sentido tienen las
convulsiones de las víctimas?
El dolor y la tristeza se olvidan
Y también uno o dos muertos, y
las heridas.
Convierte el fuego de tu herida
en melodía
Que resuene en tus labios
anhelantes
Donde queda un resto de vida
Para un canto que no callan la
desgracia ni la tristeza.
Es inútil gritar. Repulsa y
locura.
Deja al muerto tendido, sin
sepultura.
Cualquiera muere... que no haya
gritos de tristeza.
¿Qué sentido tienen las revueltas
de los presos?
Es inútil rebelarse. En la gente,
los restos
De venas no dejan circular la
sangre.
Es inútil rebelarse mientras
algunos inocentes
Esperan ser inmolados.
Tu herida no se diferencia de las
demás.
Baila,
ebria de tristeza mortal.
Los insomnes y los perplejos
están abocados al silencio.
Es inútil protestar. Descansa en
paz.
Sonríe al rojo puñal con amor
Y cae al suelo sin temblar.
Es un don que te degüellen como
una oveja,
Es un don que te apuñalen el
corazón y el alma.
Es una locura, víctima, que te
rebeles.
Es locura la cólera del esclavo
cautivo.
Baila la danza del fuerte, del
feliz
Y sonríe con la felicidad del
esclavo a sueldo.
Contén el dolor de la herida: es
pecado gemir,
Y sonríe complacida al asesino
culpable.
Regálale tu corazón humillado
Y déjale cortar y apuñalar con
placer.
Baila con el corazón apuñalado,
canta
Y ríe: la herida es danza y
sonrisa.
Di a las víctimas degolladas que
duerman
Y tú baila y canta tranquila.
Nazik Al Malaika: Nació en
Bagdad, (23 de agosto de 1923-El Cairo, 20 de junio de 2007) en el seno de una
familia culta: su madre escribía poesía y su padre también era poeta, además de
editor y profesor de árabe.
Fue una poeta
iraquí considerada una de las más importantes e influyentes poetas árabes del
siglo XX. Su actividad literaria se desarrolla durante la segunda mitad del
siglo. Al Malaika es famosa como la primera poetisa árabe en usar el verso
libre
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