Con usted
y con todos los demás
…Otro cielo no esperes, ni otro infierno.
Jorge Luis Borges
Talvez o nunca, entre las paredes
de este
cuarto la Pola Salavarrieta
tose,
lagrimea, en resumen se asfixia.
Tanta
muerte por la libertad
y el
orden para terminar
en una
Patria Boba, hecha entre chiste y
chanza y
más que nada por usted,
ojos,
oídos, nariz y garganta
detenidos
en un aire de otro siglo,
cuando la
tierra era plana. Por usted
que
sueña, con los ojos muy abiertos,
en usted
y solo en usted. Por usted,
hombre de
mucha fe, que aún reconoce
entre
tanta miseria y camina seguro
descubriendo
el mundo cada día. Por usted
que ahora
protesta porque Colombia está
contra la
pared, pero la acorrala más
durmiendo
entre tanto olor a Colombia,
esa loca
que habla sola, se golpea
contra
las tapias y cree que alguien
la puede
curar. Y más que nada usted
a quien
lo único que interesa ahora
es la
cosecha de melocotones en Singapur.
Aquí
entre nos
Un día
escribiré mis memorias, ¿quién
que se
irrespete no lo hace? Y
allí
estará todo. Estará el esmalte
de las
uñas revuelto
con
Pavese y Pavese con las agujas y
una que
otra cuenta de mercado. Donde
debieran
estar los pensamientos
sublimes
pintaré
tus
labios a punto de decirme
buenos
días todos los días. Donde
haya que
anotar lo más importante
recordaré
un almuerzo
cualquiera
llegando al corazón
de una
alcachofa, hoja a hoja.
Y de
resto,
llenaré
las páginas que me falten
con esa
memoria que me espera entre cirios,
muchas
flores y descanse en paz.
Muestra
las virtudes del amor verdadero y confiesa al amado los afectos varios de su
corazón
Hoy
pienso especialmente en ti
y veo que
ese amor carece de desmayos,
de ojos
aterciopelados
y demás
gestos admirables.
Ese amor
no se hace como la primavera
a punta
de capullos
y
gorjeos. Se hace cada día
con el
cepillo de dientes por la mañana,
el
pescado frito en la cocina
y los
sudores por la noche.
Se vive
poco a poco ese amor
entre
tanto plato sucio, detrás del cotidiano
montón de
ropa para planchar,
con
gritos de niños y cuentas del mercado,
las
cremas en la cara
y los
bombillos que no funcionan.
Y otra
cosa: cada tarde te quiero más.
Kavafiana
El deseo
aparece de repente,
en
cualquier parte, a propósito de nada.
En la
cocina, caminando por la calle.
Basta una
mirada, un ademán, un roce.
Pero dos
cuerpos
tienen
también su ocaso,
su rutina
de amor y de sueños,
de gestos
sabidos hasta el cansancio.
Se
dispersan las risas, se deforman.
Hay
cenizas en las bocas
y el
íntimo desdén.
Dos
cuerpos tienen
su muerte
el uno frente al otro.
Basta el
silencio.
Tengo
miedo
Todo desaparece ante el miedo. El miedo, Cesonia; ese bello
sentimiento, sin aleación, puro y
desinteresado; uno de los pocos que
saca su nobleza del vientre.
Albert Camus, Calígula.
Miradme:
en mí habita el miedo.
Tras
estos ojos serenos, en este cuerpo que ama: el miedo.
El miedo
al amanecer porque inevitable el sol saldrá
y he de
verlo,
cuando
atardece porque puede no salir mañana.
Vigilo
los ruidos misteriosos de esta casa que se derrumba,
ya los
fantasmas, las sombras me cercan y tengo miedo.
Procuro
dormir con la luz encendida
y me hago
como puedo a lanzas, corazas, ilusiones.
Pero
basta quizás solo una mancha en el mantel
para que
de nuevo se adueñe de mí el espanto.
Nada me
calma ni sosiega:
ni esta
palabra inútil, ni esta pasión de amor,
ni el
espejo donde veo ya mi rostro muerto.
Oídme
bien, lo digo a gritos: tengo miedo.
Érase una
mujer a una virtud pegada
No tenía ganas de nada,
solo de vivir.
Juan Rulfo
Yace para
siempre
pisoteada,
cubierta
de vergüenza,
muerta
y en nada
convertida,
mi última
virtud.
Ahora soy
una mujer
de vida
alegre,
una
perdida: cumplo
con todos
mis deberes,
soy pozo
de
bondades, respiro
santidad
por cada
poro.
Interrumpo
la luz,
le cierro
la boca
al viento,
borro las
montañas,
tacho el
sol,
el cero
me lo como
y
enmudezco el qué.
Elimino
la vida.
Sobran
las palabras
Por
traidoras decidí hoy,
martes 24
de junio,
asesinar
algunas palabras.
Amistad
queda condenada
a la
hoguera, por hereje;
la horca
conviene
a Amor
por ilegible;
no
estaría mal el garrote vil,
por apóstata,
para Solidaridad;
la
guillotina como el rayo,
debe
fulminar a Fraternidad;
Libertad
morirá
lentamente
y con dolor;
la
tortura es su destino;
Igualdad
merece la horca
por ser
prostituta
del peor
burdel;
Esperanza
ha muerto ya;
Fe
padecerá la cámara de gas;
el
suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo
dejo a la palabra Dios.
Fusilaré
sin piedad a Civilización
por su
barbarie;
cicuta
beberá Felicidad.
Queda la
palabra Yo. Para esa,
por
triste, por su atroz soledad,
decreto
la peor de las penas:
vivirá
conmigo hasta
el final.
Patas
arriba con la vida
Sé que voy a morir
porque no amo ya nada.
Manuel Machado
Moriré
mortal,
es decir
habiendo pasado
por este
mundo
sin
romperlo ni mancharlo.
No
inventé ningún vicio,
pero gocé
de todas las virtudes:
arrendé
mi alma
a la
hipocresía: he traficado
con las
palabras,
con los
gestos, con el silencio;
cedí a la
mentira:
he
esperado la esperanza,
he amado
el amor,
y hasta
algún día pronuncié
la
palabra Patria;
acepté el
engaño:
he sido
madre, ciudadana,
hija de
familia, amiga,
compañera,
amante.
Creí en
la verdad:
dos y dos
son cuatro,
María
Mercedes debe nacer,
crecer,
reproducirse y morir
y en esas
estoy.
Soy un
dechado del siglo XX.
Y cuando
el miedo llega
me voy a
ver televisión
para
dialogar con mis mentiras.
Oración
No más
amaneceres ni costumbres,
no más
luz, no más oficios, no más instantes.
Solo
tierra, tierra en los ojos,
entre la
boca y los oídos;
tierra
sobre los pechos aplastados;
tierra
entre el vientre seco;
tierra
apretada a la espalda;
a lo
largo de las piernas entreabiertas, tierra;
tierra
entre las manos ahí dejadas.
Tierra y
olvido.
El oficio
de vivir
He aquí
que llego a la vejez
y nadie
ni nada
me ha
podido decir
para qué
sirvo.
Sume
usted
Oficios,
vocaciones, misiones y predestinaciones:
la cosa
no es conmigo.
No es que
me aburra,
es que no
sirvo para nada.
Ensayo
profesiones,
que van
desde cocinera, madre y poeta
hasta
contabilista de estrellas.
De
repente quisiera ser cebolla
para
olvidar obligaciones
o árbol
para cumplir con todas ellas.
Sin
embargo lo más fácil
es que
confiese la verdad.
Sirvo
para oficios desuetos:
Espíritu
Santo, dama de compañía, Estatua
de la
libertad, Archipreste de Hita.
No sirvo
para nada.
De Boyacá
en los campos
Allí,
sentado, de pie,
a
caballo, en bronce, en mármol,
llovido
por las gracias de las palomas
y llovido
también por la lluvia,
en cada
pueblo, en toda plaza,
cabildo y
alcaldía estás tú.
Marchas
militares con coroneles
que
llevan y traen flores.
Discursos,
poemas,
y en tus
retratos el porte de un general
que más
que charreteras
lucía un
callo en cada nalga
de tanto
cabalgar por estas tierras,
y más que
un físico a lo galán de Hollywood
tenía el
ademán mestizo de una batalla perdida.
Centenarios
de tu primer diente y de tu última sonrisa.
Cofradías
de damas adoradoras
y hasta
guerras estallan
por
disputarse un gesto tuyo.
Los niños
te imitan
con el
caballo de madera y la espada de mentira.
Te han
llenado la boca de paja, Simón,
te han
vuelto estatua,
medalla,
estampilla
y hasta
billete de banco.
Porque no
todos los ríos van a dar a la mar,
algunos
terminan en las academias,
en los
pergaminos, en los marcos dorados:
lo que
también es el morir.
Pero y si
de pronto, y si quizás, y si a lo mejor,
y si
acaso, y si talvez algún día te sacudes la lluvia,
los
laureles y tanto polvo, quien quita.
María Mercedes Carranza (Bogotá, 24 de mayo de 1945-ibidem, 11 de julio de 2003) fue una poeta y periodista colombiana.
Fue una de las integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, que dio a Colombia la constitución de 1991.
Desde
1986 dirigió la Casa de Poesía Silva en Bogotá. Fue elegida para la Asamblea
Nacional Constituyente de 1991 por la Alianza Democrática M-19. Se suicidó con
una sobredosis de antidepresivos el 11 de julio de 2003 en Bogotá.
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