Palabras para no salvarse
Y si es una página:
alguien ve formatos
contornos negros
la distancia entre dos filos.
Yo solo veo miedos
más miedo
acaso mi palabra débil
casi desgarrándose
nada más que una palabra
rota.
Hacia el fin
Después de todo ya no soy el que
camina
quien desaparece a la hora en que la
brisa
desaparece
no soy ni tímidamente la mitad de mí
quedan mis ojos en alguna parte
mis ojos tan bellos sobre tu cuerpo
tu cuerpo poseído por el sol
quedan en las horas los últimos
propósitos
amarte y amarte en este olvido.
Últimos días de un cuerpo
No me des tus últimos días.
Olvídame antes
sabes bien lo que merezco:
ser todo lo que fui.
No el destino trazado en una línea
eso que queda como arena
después de un estallido de agua.
No esto de verte en cada golpe
los ojos ya despegándose del brillo
algo que asume el desenlace.
Solo huesos junto a otros huesos.
Merezco un día de bellezas
y que nos quede claro
mirándonos ya sin ojos
no soy yo quien aquí muere.
Barchetta
El Barchetta podría ser ella
la imagino entera de rojo
sus ojos en el centro de una curva
y esa curva justo en su centro
ahora todo es rojo
podría ser ella
una luz que se acaba
sus ojos ya en el viento
pero es otro rojo.
Todas esas cosas
Un casette de A-HA salvó mi vida
dijo ella
mientras yo pensaba en todas las
cosas
que podrían salvar otras vidas.
Una rama para equilibrarse en medio
de la nada
obituarios donde enterrar
definitivamente
al olvido.
O la separación del dolor de la capa
íntima de una vena.
O un papel con arrugas y letras
grandes: desde aquí nadie salta.
Cosas al azar en una lista de curiosas
descripciones
algunas más útiles y enérgicas
solo para ahuyentar un mismo
desenlace.
Aún en la oficina postal
Vuelvo siempre a tu infierno.
Al amor bajo la tierra.
Ese amor quema
me quemo en ese amor
Dante.
Quiero ser ese infierno
ser el fuego más terrible
y sentir como todo arde
mis pies cómo arden.
Aunque jamás leas esto.
Pequeña niña
La pequeña niña
bajo la sombra de un árbol
prefiere poner sus ojos
en algún límite borroso
e imperfecto.
Al frente hay charcos de agua
y las imágenes caen
una tras otra
en un desfile imposible
hacia la felicidad.
Ya han sucedido tantas cosas.
La niña de pies bordados
tropieza en el tiempo
y aún sonríe hasta volverse
una mancha y otra más
en el medio de las nubes.
De esto se trata la vida.
Después de un día de sol
El pliegue donde escondo mis deseos
cómo penetra en el día del suicida.
Soy el último de una fila invisible
debo tantas lágrimas por este viaje.
Aunque el tiempo pulverice los vacíos
y todo en mí se desvanezca.
Apología de la duda
Arranco mis ojos en medio de una
noche
solo con los dedos
el hambre intensa de esos dedos
entre zanjas de hueso y carne
el dedo removiendo todo desde el
fondo
los ojos ya sin brillo sobre el suelo
cómo será arrancarse el alma.
Ausencia
Ya que no estás
ni tus días
ni en tus ojos mi brillo
voy a lo más alto
acaso para ver
como cae la muerte.
Opciones
La poesía es una forma de valentía
dice Rioseco
después de robar sin asco
una frase de Bolaño
pero yo he conocido tantos cobardes
que escriben buena poesía
dice luego sobre la luz
pero yo les quito a ambos esos versos
así como un ladrón de bicicletas
quita ruedas al asfalto
y digo a las cinco de una tarde
que la realidad
no permita nunca contradicciones
al conjugarse en el espejo.
Nitidez
Esto que me quema por dentro
que apenas sobrevive
esto debe ser apagarse.
Tocar dolores en el día de mi muerte
pero dónde están esos días
cómo ser una mano que no sangra
y desde abajo alcanzarlos
mirarme en nada más que un cuerpo
renunciar mis ojos a todo.
Perder un dolor entre tantos dolores
y que nada duela
que nada duela.
Edgardo Carreño Domingo, Coquimbo, 17 de junio de 1972,
poeta y médico oftalmólogo chileno. Ha publicado el libro de poemas Los Versos
del Amor y forma parte de la antología Tiempo Fragmentado
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