A la
espera de la oscuridad
Ese
instante que no se olvida
Tan vacío
devuelto por las sombras
Tan vacío
rechazado por los relojes
Ese pobre
instante adoptado por mi ternura
Desnudo
desnudo de sangre de alas
Sin ojos
para recordar angustias de antaño
Sin
labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas
en el canto de los helados campanarios.
Ampáralo
niña ciega de alma
Ponle tus
cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo
pequeña estatua de terror.
Señálale
el mundo convulsionado a tus pies
A tus
pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes
de pavor frente al futuro
Dile que
los suspiros del mar
Humedecen
las únicas palabras
Por las
que vale vivir.
Pero ese
instante sudoroso de nada
Acurrucado
en la cueva del destino
Sin manos
para decir nunca
Sin manos
para regalar mariposas
A los
niños muertos
Amantes
una flor
no lejos
de la noche
mi cuerpo
mudo
se abre
a la
delicada urgencia del rocío
Anillos
de ceniza
A Cristina Campo
Son mis
voces cantando
para que
no canten ellos,
los
amordazados grismente en el alba,
los
vestidos de pájaro desolado en la lluvia.
Hay, en
la espera,
un rumor
a lila rompiéndose.
Y hay,
cuando viene el día,
una
partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando
es de noche, siempre,
una tribu
de palabras mutiladas
busca
asilo en mi garganta
para que
no canten ellos,
los
funestos, los dueños del silencio.
Árbol de
Diana
1
He dado
el salto de mí al alba.
He dejado
mi cuerpo junto a la luz
y he
cantado la tristeza de lo que nace.
2
Estas son
las versiones que nos propone:
un
agujero, una pared que tiembla...
3
sólo la
sed
el
silencio
ningún
encuentro
cuídate
de mí amor mío
cuídate
de la silenciosa en el desierto
de la
viajera con el vaso vacío
y de la
sombra de su sombra
4
Ahora bien:
Quién
dejará de hundir su mano en busca
del
tributo para la pequeña olvidada. El frío
pagará.
Pagará el viento. La lluvia pagará.
Pagará el
trueno.
5
por un
minuto de vida breve
única de
ojos abiertos
por un
minuto de ver
en el
cerebro flores pequeñas
danzando
como palabras en la boca de un mudo
6
ella se
desnuda en el paraíso
de su
memoria
ella
desconoce el feroz destino
de sus
visiones
ella
tiene miedo de no saber nombrar
lo que no
existe
7
Salta con
la camisa en llamas
de
estrella a estrella,
de sombra
en sombra.
Muere de
muerte lejana
la que
ama al viento.
8
Memoria
iluminada, galería donde vaga
la sombra
de lo que espero. No es verdad
que
vendrá. No es verdad que no vendrá.
9
A
Aurora y Julio Cortázar
Estos
huesos brillando en la noche,
estas
palabras como piedras preciosas
en la
garganta viva de un pájaro petrificado,
este
verde muy amado,
este lila
caliente,
este
corazón sólo misterioso.
10
un viento
débil
lleno de
rostros doblados
que
recorto en forma de objetos que amar
11
ahora
en esta hora inocente
yo y la
que fui nos sentamos
en el
umbral de mi mirada
12
no más
las dulces metamorfosis de una niña; de seda
sonámbula
ahora en la cornisa de niebla
su
despertar de mano respirando
de flor
que se abre al viento
13
explicar
con palabras de este mundo
que
partió de mí un barco llevándome
14
El poema
que no digo,
el que no
merezco.
Miedo de
ser dos
camino
del espejo:
alguien
en mí dormido
me come y
me bebe.
15
Extraño
desacostumbrarme
de la
hora en que nací.
Extraño
no ejercer más
oficio de
recién llegada.
16
has
construido tu casa
has
emplumado tus pájaros
has
golpeado al viento
con tus
propios huesos
has
terminado sola
lo que
nadie comenzó
20
a Laure Bataillon
dice que
no sabe del miedo de la muerte del amor
dice que
tiene miedo de la muerte del amor
dice que
el amor es muerte es miedo
dice que
la muerte es miedo es amor
dice que
no sabe
21
he nacido
tanto
y doblemente
sufrido
en la
memoria de aquí y de allá
22
en la
noche
un espejo
para la pequeña muerta
un espejo
de cenizas
23
una
mirada desde la alcantarilla
puede ser
una visión del mundo
la
rebelión consiste en mirar una rosa
hasta
pulverizarse los ojos
32
Zona de
plagas donde la dormida come lentamente
su
corazón de medianoche.
33
alguna
vez
alguna vez tal vez
me iré
sin quedarme
me iré como quien se va
34
la
pequeña viajera
moría
explicando su muerte
sabios
animales nostálgicos
visitaban
su cuerpo caliente
35
a Ester
Singer
Vida, mi
vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego,
de
silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche,
déjate
caer y doler, mi vida.
37
más allá
de cualquier zona prohibida
hay un
espejo para nuestra triste transparencia
38
Este
canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas
este
canto me desmiente, me amordaza.
Caminos
del espejo
I
Y sobre
todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.
II
Pero a ti
quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del
borde
filoso de
la noche.
III
Como una
niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.
IV
Como
cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.
V
Todos los
gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que
abandona
el viento
en el umbral.
VI
Cubre la
memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que
fuiste.
VII
La noche
de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.
VIII
Y la sed,
mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.
IX
Caer como
un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.
X
Como
quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me
olvidé.
Adentro
el viento. Todo cerrado y el viento adentro.
XI
Al negro
sol del silencio las palabras se doraban.
XII
Pero el
silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola.
Hay
alguien aquí que tiembla.
XIII
Aun si
digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba
yo?
Deseaba
un silencio perfecto.
Por eso
hablo.
XIV
La noche
tiene la forma de un grito de lobo.
XV
Delicia
de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en
busca de quien soy.
Peregrina
de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.
XVI
Mi caída
sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me
aguardaba
no vi
otra cosa que a mí misma.
XVII
Algo caía
en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.
XVIII
Flores
amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.
XIX
Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.
Cantora nocturna
Joe, macht die
Musik von damals nacht...
La que
murió de su vestido azul está cantando.
Canta
imbuida de muerte al sol de su ebriedad.
Adentro
de su canción hay un vestido azul, hay
un
caballo blanco, hay un corazón verde tatuado
con los
ecos de los latidos de su corazón
muerto.
Expuesta
a todas las perdiciones, ella
canta
junto a una niña extraviada que es ella:
su
amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la
niebla
verde en los labios y del frío gris en los
ojos, su
voz corroe la distancia que se abre entre
la sed y
la mano que busca el vaso.
Ella
canta.
Cenizas
La noche
se astilló de estrellas
mirándome
alucinada
el aire
arroja odio
embellecido
su rostro
con
música.
Pronto
nos iremos
Arcano
sueño
antepasado
de mi sonrisa
el mundo
está demacrado
y hay
candado pero no llaves
y hay
pavor pero no lágrimas.
¿Qué haré
conmigo?
Porque a
Ti te debo lo que soy
Pero no
tengo mañana
Porque a
Ti te...
La noche sufre.
Caroline de Gundorode
a Enrique
Molina
La mano
de la enamorada del viento
acaricia
la cara del ausente.
La
alucinada con su «maleta de piel de pájaro»
huye de
sí misma con un cuchillo en la memoria.
La que
fue devorada por el espejo
entra en
un cofre de cenizas
y
apacigua a las bestias del olvido.
Cuarto
solo
Si te
atreves a sorprender
la verdad
de esta vieja pared;
y sus
fisuras, desgarraduras,
formando
rostros, esfinges,
manos,
clepsidras,
seguramente
vendrá
una
presencia para tu sed,
probablemente
partirá
esta
ausencia que te bebe.
Despedida
Mata su
luz un fuego abandonado.
Sube su
canto un pájaro enamorado.
Tantas
criaturas ávidas en mi silencio
y esta
pequeña lluvia que me acompaña.
El
despertar
A León Ostrov
Señor
La jaula
se ha vuelto pájaro
y se ha
volado
y mi
corazón está loco
porque
aúlla a la muerte
y sonríe
detrás del viento
a mis
delirios
Qué haré
con el miedo
Qué haré
con el miedo
Ya no
baila la luz en mi sonrisa
ni las
estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos
se han desnudado
y se han
ido donde la muerte
enseña a
vivir a los muertos
Señor
El aire
me castiga el ser
Detrás
del aire hay monstruos
que beben
de mi sangre
Es el
desastre
Es la
hora del vacío no vacío
Es el
instante de poner cerrojo a los labios
oír a los
condenados gritar
contemplar
a cada uno de mis nombres
ahorcados
en la nada.
Señor
Tengo
veinte años
También
mis ojos tienen veinte años
y sin
embargo no dicen nada
Señor
He
consumado mi vida en un instante
La última
inocencia estalló
Ahora es
nunca o jamás
o
simplemente fue
¿Cómo no
me suicido frente a un espejo
y
desaparezco para reaparecer en el mar
donde un
gran barco me esperaría
con las
luces encendidas?
¿Cómo no
me extraigo las venas
y hago
con ellas una escala
para huir
al otro lado de la noche?
El
principio ha dado a luz el final
Todo
continuará igual
Las
sonrisas gastadas
El
interés interesado
Las
preguntas de piedra en piedra
Las
gesticulaciones que remedan amor
Todo
continuará igual
Pero mis
brazos insisten en abrazar al mundo
porque
aún no les enseñaron
que ya es
demasiado tarde
Señor
Arroja
los féretros de mi sangre
Recuerdo
mi niñez
cuando yo
era una anciana
Las
flores morían en mis manos
porque la
danza salvaje de la alegría
les
destruía el corazón
Recuerdo
las negras mañanas de sol
cuando
era niña
es decir
ayer
es decir
hace siglos
Señor
La jaula
se ha vuelto pájaro
y ha
devorado mis esperanzas
Señor
La jaula
se ha vuelto pájaro
Qué haré
con el miedo
Exilio
A Raúl Gustavo Aguirre
Esta
manía de saberme ángel,
sin edad,
sin
muerte en qué vivirme,
sin
piedad por mi nombre
ni por
mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién
no tiene un amor?
¿Y quién
no goza entre amapolas?
¿Y quién
no posee un fuego, una muerte,
un miedo,
algo horrible,
aunque
fuere con plumas,
aunque
fuere con sonrisas?
Siniestro
delirio amar a una sombra.
La sombra
no muere.
Y mi amor
sólo
abraza a lo que fluye
como lava
del infierno:
una logia
callada,
fantasmas
en dulce erección,
sacerdotes
de espuma,
y sobre
todo ángeles,
ángeles
bellos como cuchillos
que se
elevan en la noche
y
devastan la esperanza.
Fronteras
inútiles
un lugar
no digo
un espacio
hablo de
qué
hablo de
lo que no es
hablo de
lo que conozco
no el
tiempo
sólo
todos los instantes
no el
amor
no
sí
no
un lugar
de ausencia
un hilo
de miserable unión.
Hija del
viento
Han
venido.
Invaden
la sangre.
Huelen a
plumas,
a
carencias,
a llanto.
Pero tú
alimentas al miedo
y a la
soledad
como a
dos animales pequeños
perdidos
en el desierto.
Han
venido
a
incendiar la edad del sueño.
Un adiós
es tu vida.
Pero tú
te abrazas
como la
serpiente loca de movimiento
que sólo
se halla a sí misma
porque no
hay nadie.
Tú lloras
debajo del llanto,
tú abres
el cofre de tus deseos
y eres
más rica que la noche.
Pero hace
tanta soledad
que las
palabras se suicidan.
Invocaciones
Insiste
en tu abrazo,
redobla
tu furia,
crea un
espacio de injurias
entre yo
y el espejo,
crea un
canto de leprosa
entre yo
y la que me creo.
La
enamorada
ante la
lúgubre manía de vivir
esta
recóndita humorada de vivir
te
arrastra Alejandra no lo niegues.
hoy te
miraste en el espejo
y te
fuiste triste estabas sola
y la luz
rugía el aire cantaba
pero tu
amado no volvió
enviarás
mensajes sonreirás
tremolarás
tus manos así volverá
tu amado
tan amado
oyes la
demente sirena que lo robó
el barco
con barbas de espuma
donde
murieron las risas
recuerdas
el último abrazo
oh nada
de angustias
ríe en el
pañuelo llora a carcajadas
pero
cierra las puertas de tu rostro
para que
no digan luego
que
aquella mujer enamorada fuiste tú
te
remuerden los días
te culpan
las noches
te duele
la vida tanto tanto
desesperada
¿adónde vas?
desesperada
¡nada más!
La mesa
verde
El sol como un gran animal demasiado amarillo. Es una suerte que nadie me ayude. Nada más peligroso, cuando se necesita ayuda, que recibir ayuda.
Pero a mi noche no la mata ningún sol.
¿Tendré tiempo para hacerme una máscara cuando emerja de la sombra?
Me pruebo en el lenguaje en que compruebo el peso de mis muertos.
El mar esconde sus muertos. Porque lo de abajo tiene que quedar abajo.
La última
inocencia
Partir
en cuerpo
y alma
partir.
Partir
deshacerse
de las miradas
piedras
opresoras
que
duermen en la garganta.
He de
partir
no más
inercia bajo el sol
no más
sangre anonadada
no más
fila para morir.
He de
partir
Pero
arremete ¡viajera!
La única
herida
¿Qué
bestia caída de pasmo
se arrastra
por mi sangre
y quiere
salvarse?
He aquí
lo difícil:
caminar
por las calles
y señalar
el cielo o la tierra.
L'obscurité
des eaux
Escucho
resonar el agua que cae en mi sueño.
Las
palabras caen como el agua yo caigo. Dibujo
en mis
ojos la forma de mis ojos, nado en mis
aguas, me
digo mis silencios. Toda la noche
espero
que mi lenguaje logre configurarme. Y
pienso en
el viento que viene a mí, permanece
en mí.
Toda la noche he caminado bajo la lluvia
desconocida.
A mí me han dado un silencio
pleno de
formas y visiones (dices). Y corres desolada
como el
único pájaro en el viento.
Los
trabajos y las noches
Para
reconocer en la sed mi emblema
para
significar el único sueño
para no
sustentarme nunca de nuevo en el amor
he sido
toda ofrenda
un puro
errar
de loba
en el bosque
en la
noche de los cuerpos
para
decir la palabra inocente
Madrugada
Desnudo soñado
una noche solar.
He yacido
días animales.
El viento
y la lluvia me borraron
como a un
fuego, como a un poema
escrito
en un muro.
Más allá
del olvido
alguna
vez de un costado de la luna
verás
caer los besos que brillan en mí
las
sombras sonreirán altivas
luciendo
el secreto que gime vagando
vendrán
las hojas impávidas que
algún día
fueron lo que mis ojos
vendrán
las mustias fragancias que
innatas
descendieron del alado son
vendrán
las rojas alegrías que
burbujean
intensas en el sol que
redondea
las armonías equidistantes en
el humo
danzante de la pipa de mi amor
Mendiga
voz
Y aún me
atrevo a amar
el sonido
de la luz en una hora muerta,
el color
del tiempo en un muro abandonado.
En mi
mirada lo he perdido todo.
Es tan
lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.
Moradas
A Théodore Fraenkel
En la
mano crispada de un muerto,
en la
memoria de un loco,
en la
tristeza de un niño,
en la
mano que busca el vaso,
en el
vaso inalcanzable,
en la sed
de siempre.
Mucho más
allá
¿Y si nos
vamos anticipando
de
sonrisa en sonrisa
hasta la
última esperanza?
¿Y qué?
¿Y qué me
das a mí,
a mí que
he perdido mi nombre,
el nombre
que me era dulce sustancia
en épocas
remotas, cuando yo no era yo
sino una
niña engañada por su sangre?
¿A qué, a
qué
este
deshacerme, este desangrarme,
este
desplumarme, este desequilibrarme
si mi
realidad retrocede
como
empujada por una ametralladora
y de
pronto se lanza a correr,
aunque
igual la alcanzan,
hasta que
cae a mis pies como un ave muerta?
Quisiera
hablar de la vida.
Pues esto
es la vida,
este
aullido, este clavarse las uñas
en el pecho,
este arrancarse
la
cabellera a puñados, este escupirse
a los
propios ojos, sólo por decir,
sólo por
ver si se puede decir:
"¿es
que yo soy? ¿verdad que sí?
¿no es
verdad que yo existo
y no soy
la pesadilla de una bestia?".
Y con las
manos embarradas
golpeamos
a las puertas del amor.
Y con la
conciencia cubierta
de sucios
y hermosos velos,
pedimos
por Dios.
Y con las
sienes restallantes
de
imbécil soberbia
tomamos
de la cintura a la vida
y
pateamos de soslayo a la muerte.
Pues esto
es lo que hacemos.
Nos
anticipamos de sonrisa en sonrisa
hasta la
última esperanza.
Naufragio
inconcluso
Este
temporal a destiempo, estas rejas en las niñas
de mis
ojos, esta pequeña historia de amor que
se cierra
como un abanico que abierto mostraba a la
bella
alucinada: la más desnuda del bosque en el
silencio
musical de los abrazos.
Noche
Tal vez
esta noche no es noche,
debe ser
un sol horrendo, o
lo otro,
o cualquier cosa.
¡Qué sé
yo! Faltan palabras,
falta
candor, falta poesía
cuando la
sangre llora y llora!
¡Pudiera
ser tan feliz esta noche!
Si sólo
me fuera dado palpar
las
sombras, oír pasos,
decir
"buenas noches" a cualquiera
que
pasease a su perro,
miraría
la luna, dijera su
extraña
lactescencia tropezaría
con
piedras al azar, como se hace.
Pero hay
algo que rompe la piel,
una ciega
furia
que corre
por mis venas.
¡Quiero
salir! Cancerbero del alma.
¡Deja,
déjame traspasar tu sonrisa!
¡Pudiera
ser tan feliz esta noche!
Aún
quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos
libros! ¡Y tantas luces
¡Y mis
pocos años! ¿Por qué no?
La muerte
está lejana. No me mira.
¡Tanta
vida, Señor!
¿Para qué
tanta vida?
Peregrinaje
A
Elizabeth Azcona Cranwell
Llamé,
llamé como la náufraga dichosa
a las
olas verdugas
que
conocen el verdadero nombre
de la
muerte.
He
llamado al viento,
le confié
mi deseo de ser.
Pero un
pájaro muerto
vuela
hacia la desesperanza
en medio
de la música
cuando
brujas y flores
cortan la
mano de la bruma.
Un pájaro
muerto llamado azul.
No es la
soledad con alas,
es el
silencio de la prisionera,
es la
mudez de pájaros y viento,
es el
mundo enojado con mi risa
o los
guardianes del infierno
rompiendo
mis cartas.
He
llamado, he llamado.
He
llamado hacia nunca.
Pido el
silencio
Canta,
lastimada mía
Cervantes
aunque es
tarde, es noche,
y tú no
puedes.
Canta
como si no pasara nada.
Nada pasa
Poema 3
Sólo la
sed
el
silencio
ningún
encuentro
cuídate
de mí amor mío
cuídate
de la silenciosa en el desierto
de la
viajera con el vaso vacío
y de la
sombra de su sombra
Poema 35
Vida, mi
vida, déjate caer, déjate doler, mi vida,
déjate
enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de
piedras
verdes en la casa de la noche, déjate
caer y
doler, mi vida.
Reconocimiento
Tú haces
el silencio de las lilas que aletean
en mi
tragedia del viento en el corazón.
Tú
hiciste de mi vida un cuento para niños
en donde
naufragios y muertes
son
pretextos de ceremonias adorables.
Quién
alumbra
Cuando me
miras
mis ojos
son llaves,
el muro
tiene secretos,
mi temor
palabras, poemas.
Sólo tú
haces de mi memoria
una
viajera fascinada,
un fuego
incesante.
Revelaciones
En la
noche a tu lado
las
palabras son claves, son llaves.
el deseo
de morir es rey.
Que tu
cuerpo sea siempre
un amado
espacio de revelaciones.
Salvación
Se fuga
la isla.
Y la
muchacha vuelve a escalar el viento
y a
descubrir la muerte del pájaro profeta.
Ahora
es el
fuego sometido.
Ahora
es la
carne
...la
hoja
...la
piedra
perdidas
en la fuente del tormento
como el
navegante en el horror de la civilización
que
purifica la caída de la noche.
Ahora
la
muchacha halla la máscara del infinito
y rompe
el muro de la poesía.
Signos
Todo hace
el amor con el silencio.
Me habían
prometido un silencio como un fuego, una casa de silencio.
De pronto
el templo es un circo y la luz un tambor.
Sombras
de los días a venir
a Ivonne A. Bordelois
Mañana
me
vestirán con cenizas al alba,
me
llenarán la boca de flores.
Aprenderé
a dormir
en la
memoria de un muro,
en la
respiración de un animal que sueña.
Sous la
nuit
Los
ausentes soplan grismente y la noche es densa.
La noche
tiene el color de los párpados del muerto.
Huyo toda
la noche, encauzo la persecución y la fuga, canto un
canto
para mis males, pájaros negros sobre mortajas negras.
Grito
mentalmente, me confino, me alejo de la mano crispada,
no quiero
saber otra cosa que este clamor, este resolar en la noche,
esta
errancia, este no hallarse.
Toda la
noche hago la noche.
Toda la
noche me abandonas lentamente como el agua cae
lentamente.
Toda la noche escribo para buscar a quien me busca.
Palabra por palabra yo escribo la noche.
Sueño
Estallará
la isla del recuerdo.
La vida
será sólo un acto de candor.
Prisión
para los
días sin retorno.
Mañana
los
monstruos del buque destruirán la playa
sobre el
viento del misterio.
Mañana
la carta
desconocida encontrará las manos del alma.
Te hablo
Estoy con
pavura.
hame
sobrevenido lo que más temía.
no estoy
en dificultad:
estoy en
no poder más.
No
abandoné el vacío y el desierto.
vivo en
peligro.
tu canto
no me ayuda.
cada vez
más tenazas,
más
miedos,
más
sombras negras.
Tiempo
Yo no sé
de la infancia
más que
un miedo luminoso
y una
mano que me arrastra
a mi otra
orilla.
Mi
infancia y su perfume
a pájaro
acariciado.
Alejandra
Pizarnik
nació en Buenos Aires, el 29 de abril de 1936, en una familia de inmigrantes de
Europa oriental. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires
y, más tarde, pintura con Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió
en París donde trabajó para la revista "Cuadernos" y algunas
editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a
Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió
historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Luego de su
retorno a Buenos Aires, Pizarnik publicó tres de sus principales volúmenes,
"Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de
locura" y "El infierno musical", así como su trabajo en prosa
"La condesa sangrienta". En 1969 recibió una beca Guggenheim, y en
1971 una Fullbright. El 25 de septiembre de 1972, mientras pasaba un fin de semana
fuera de la clínica siquiátrica donde estaba internada, Pizarnik murió de una
sobredosis intencional de barbitúricos.
Para esta entrada se
revisaron diversas revistas digitales, así como libros de biblioteca personal
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