Libélula (Anax imperator)
Se dice Hada Cornuda pero todos le
gritan Equino del Diablo. Anida bajo las aguas y huye cuando sus hijos asoman
por primera vez a la superficie con deseos de galopar.
Asumirse etérea significa predicar
sin palabras, borrar la sonrisa de quienes la amaron apoyada en sus propios
sonidos. Por eso calla. Tararea anhelando que ninguno se contagie de su fiebre
de invisibilidad.
Nadie debe estar cerca. Si alguien
robara sus dientes, ella desaparecería enseguida y borraría su destino. Por eso
se esconde y no ríe. No quiere que la toquen, apenas la lluvia y sólo para que
termine con la llama de sus pensamientos.
Los adultos también le dicen
enfermedad de los niños y por eso la siguen cuando quieren olvidarse de las
responsabilidades, del mundo. Admiran que jamás se detenga, aunque sus
familiares pregunten las razones de su exilio.
El corazón de la libélula es una
brújula en el aire. Ella navega, no se detiene hasta que un tipo de oscuridad
la obliga a convertirse en un sobre muerto, lleno de mensajes cifrados.
Inmóvil, se deja auscultar por un
otro. Le muestra sus alas blancas y sus cuernos rosados, idénticos a los que,
en efecto, poseen las pequeñas heroínas de los cuentos.
Ana Corvera (Zacatecas, México 1984). Es Maestra en Estudios de Literatura Mexicana por la UdeG y Licenciada en Letras por la UAZ. Obtuvo el Premio Nacional para Proyectos Artísticos y Culturales (IMJ) en 2004 y el Premio Estatal de Ensayo “Mauricio Magdaleno” en 2006; becaria del PECDA en 2007 y 2015. Ha publicado en libros y revistas de México, Venezuela y Colombia.
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