Puerta oscura
Oscura es la puerta de nuestra
casa,
el alto vestíbulo en penumbra
está.
En ella del sol los dorados rayos
jamás se han vertido ni se
verterán.
La luna, tímida testigo,
su interior no mira cuando platea
el frente.
Sólo la penumbra, bailarina leve
flota misteriosa en las piedras
del suelo.
Y sobre el portal de afuera,
un hombre pétreo a sus hombros
carga,
como si esparciera la belleza
misma
delicado el balcón y de hierro las
flores.
Su índice derecho está en los
labios
hace un siglo y medio que se
apoya ahí.
Aquí las preguntas no están
permitidas,
destinos hay muchos, sobre muchos
calla…
En los aposentos llenos de
antigüallas,
sólo estamos llenos de densos
destinos,
hechizados somos, con pasión, y
enfermos
oímos los llamados incesantes:
¡Salgan…!
Y ya ansiamos todos abrazar
distancia,
el viento nos tienta como un rico
extraño,
pero no encontramos los caminos
ciertos,
si nos preparamos a buscar
fortuna.
Como si flotaran sombras tras
nosotros
desde las columnas del viejo
vestíbulo,
como si nos rodeara las manos en
reposo
algo del sueño y así nos
despertara
como si siempre viéramos ante
nosotros
la campana en lo alto del
llamador,
y nos llevara como en bello
olvido,
la ciudad afuera, la nostalgia
adentro.
Para otros canturrean campanas a
la luz,
bajo arcos sombríos la nuestra
nos llama,
a ellos los levantan nuevos días
en el este,
las nuestras se apagan suaves
hacia el oeste…
¿Qué has creado, maestro barroco,
que no conozco tu nombre ni
destino?
Tus estremecimientos resuenan con
los míos,
aunque eres desde siempre, entre
los mudos, mudo.
Tu plan clandestino, oscuro,
hechicero,
condensó la vida en una sola
imagen,
la sensación fugaz y pasajera
busca
encontrar la imagen tranquila y
final.
Oscura bajo el hombre silente es
la puerta,
el reflejo acaricia las flores
del balcón,
los rayos nocturnos, los
matinales, dorados
desde el más allá derraman su
sonrisa.
Espejo
Ya fue pecado el empezar a
amarte,
pues alzaste un espejo frente mí.
Ante él bebí un brebaje
embriagador
mi cuerpo conoció de afeites
todos
lo rodearon los más dulces
vapores.
Por gratitud te di mi corazón,
como un anillo caro a un buen
esclavo.
Mi cabeza apoyé sobre tu hombro,
pero tu alma jamás la conocí,
ni a resguardo en tu pecho he
dormido jamás.
Pero vi una grieta en el espejo
un día triste y severo del
invierno.
Te miraba y te eché la maldición
con deseo enfermizo surqué con la
palabra
tu rostro como con una esbelta
vara.
Mi anillo caro te quité del dedo,
parado a la intemperie te
quedaste
en tu sucio gabán, gris de
cenizas.
Tu rostro se opacó, y no volviste
a levantar los ojos ya del suelo.
Ahora vives en exilio como un
muerto,
y yo me hielo en cuartos sin
respiro.
¿Somos yo o tú, víctimas de
antiguas faltas?
¿Quién conoce de los planes
ocultos el sentido?
¿Quién ve en sí mismo el rostro
sin espejo?
Cadáver
Alguien está posado en el fondo
de mi corazón
como un cadáver en el fondo del
mar.
Como si el agua meciera sus
manos,
tiende hacia arriba, pero no
llega a la luz.
Un pie se separa del otro dando
pasos,
pero sigue tendido en el lugar.
Levanta la cabeza y es lívido su
rostro,
su expresión es callada y
abatida,
me mira fijo en silencio, con los
ojos abiertos:
“Para ti, para mí, no hay
salvación alguna.
¿Sientes mi peso, este enorme
peso?
Yazgo en tu corazón como un
cadáver.
Sopórtame por fin dondequiera que
vayas
¡Carga conmigo en tu viaje
postrero!”
Polvo
Dispersa como polvo leve
cae la penumbra sobre el día
dorado
cae el temor en mi alma
en mi alma entristecida.
En la oscuridad están en un puño
el claro día y el alma toda.
El viento suspira tímido
donde encontramos la felicidad.
Antes de la primavera
Fría y silenciosa noche antes de
primavera
respira en mi rostro un sueño
pasado.
Hacia él más y más se adentra el
camino,
todo es como fue una vez.
Poder de medianoche de ocultos
encantos
le da al alma un saber
maravilloso.
Comprendo el respirar de todas
las cosas,
sus alientos se vierten en ellas.
El árbol alza ahora sus delgadas
ramas,
alcanza débil luz desde el peso
de la sombra,
alcanza las nubes que van
como redes suaves y plateadas.
Las ha arrojado por el cielo
alguien,
que sigue añorando y desde
siempre une.
Lluvia de otoño
La lluvia de otoño, que sin cesar
cae,
cuenta tristes relatos;
como un viejo viajero que en la
calle
revelara el pesar de sus oscuros
días.
Y como ya es costumbre desde
antaño,
se aquerencia otra vez este dolor
taimado
que no quiere asomar de mi
conciencia
que un amargo placer me da en su
aroma.
Este aroma me embriaga cual
semilla de amapola,
me acuna y me invita al lecho,
que está a la espera de mis
cansados miembros.
La lluvia del otoño cae de las
nubes
y cada gota quiere guarecerse
y encuentra su camino hacia la
negra tierra.–
Penumbra
En la penumbra. Las sombras como
tímidos venados
llegaron desde el bosque que
oscurece.
Del lado cálido el cielo se
descubre
florece el sembradío de las
estrellas,
y mi viaje no vuelve
y es sin luna.
En el borde del cielo, montañas
negras, crueles,
y los días últimos, sangre
espesa.
¿Dónde fueron a llorar aguas de
plata?
El último recuerdo en olas llega
y mi viaje no vuelve
y es sin luna.
Los arbustos se enlazan con
espinas,
todo teme y todo acecha.
El silencio responde a cada
susurro del árbol,
ni el aliento del pájaro se
arriesga,
y mi viaje no vuelve
y es sin luna.
El monte de mil brazos me
amedrenta,
la mirada y el gesto me tensan el
aliento.
No miro el círculo que se
estrecha
siempre más como ojos vacíos,
y mi viaje no vuelve
y es sin luna.
¿Y no es extraño…?
Las noches son más serias y más
frías,
aunque agosto acaba de empezar
y pienso que por fin y a fin de
cuentas
soplará pronto el viento del
otoño.
¿Y no es extraño? Flores y
capullos
marchitan y se pierden en el
polvo húmedo
y sin embargo –raro–, aún vive la
vida,
en las entrañas de la tierra
espera el recio brote.
Y la tierra sola, indescifrable,
se hunde bajo las olas de nieve,
pero aún sabe, en su deseo
incansable,
que el mundo vuelve a entibiarse
y a clarear.
Entonces será como el pez de
Jonás,
arrojará al día su presa robada.
Su prole verde de lo bajo hacia
la cima
peregrina sana, robusta por el
sol.
Por eso no me importa si en
agosto
por la noche el otoño ya nos
mira.
¡Qué me importa mi época fría,
larga, estéril!
¡Qué me importa el negro sepulcro
fauce de pez!
Quien está vivo, vivo sale de
todos los cambios.
Lili Novy (nacida
Elizabeta pl. Haumeder), poeta y traductora de poesía eslovena y alemana , 24
de diciembre de 1885 , Graz , † 7 de marzo de 1958 , Ljubljana .
Poemas tomados de: op.cit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario