PARA LOS PERIODISTAS QUE ESCRIBEN SOBRE
UCRANIA
A partir del artículo
de marzo del 2014 en The New York Times de Steven Lee Myers y Alison Smale,
“Tropas de Rusia se amasan en la frontera con Ucrania”
Usar solo lenguaje
formulario: la crisis
entre el Kremlin y Occidente.
Usar palabras
cuantitativas —excesivo,
a gran escala, masivo,
masa— con una urgencia
que, igual que a un
caballo o un perro, sabrás domesticar.
Usar metáforas que
emplean la temperatura
—erupción, calientes,
incendiario—
o fuentes de calor
sencillas, como el aceite o la llama,
que remiten a ese
invierno nombrado, ese frío
que no ha terminado.
Construir la potencial
gravedad
como se jala un
asteroide
hacia algo que lo va a
quemar
y reducir a polvo, la
amenaza
de una ruptura
profunda—a prueba
de la rabia y la
irrupción,
el chernozem partido
a la mitad y
salvajemente y
de manera extendida.
Luego,
debatir la integridad
territorial de aquello.
Interrogar
su cuerpo, introducir
alfileres:
un país lógico que
avienta hombres
o una okraina llena de
histeria,
una frontera hembra.
Introducir alfileres,
restringirlo
—inmutable—
para luego desmontarlo
con tal de afirmar que
comprendes
la maquinaria de esta
tierra,
el lugar donde los
huesos-río
se juntan con la piel
de carbón-tierra. Llamarlo
una catástrofe
para Ucrania y fingir
que la omisión carece
de intención. El artículo
ausente en el eslavo
no se notará, pero
cuando
crece—como todo
silencio debe crecer—
y revienta el hielo del
río Dnepr,
ese aullido formará una
cuña entre
la mezcla entre aire y
agua:
un montón de pelaje y
huesos-sangre congelados,
que vuelven a la
superficie como una camada de gatitos
que se ahogó aquel verano.
Julia Kolchinsky Dasbach llegó a los Estados Unidos desde
Dnepropetrovsk, Ucrania, en 1993, como refugiada judía. Investiga la poesía
contemporánea sobre el Holocausto, con un enfoque especial en las atrocidades
cometidas en los antiguos territorios soviéticos.
...
UNA DEFINICIÓN DE LA POESÍA
Sé que moriré una muerte difícil-
Como cualquiera que ama la precisa música de
su propio
[cuerpo,
Que sabe cómo forzarlo a través de los huecos
en el miedo
Como a través del ojo de una aguja,
Quien baila una vida entera con el cuerpo-
cada movimiento
De los hombros, la espalda, y los muslos
Resplandeciendo de misterio, como una palabra
sánscrita,
Músculos jugando bajo la piel
Como peces en una pileta nocturna.
Gracias, Señor, por darnos cuerpos.
Cuando yo muera, decile a los techadores
Que desmonten los techos y el cielo raso
(Dicen que mi bisabuelo, un brujo, finalmente
logró salir de
[esa manera).
Cuando mi cuerpo se ablande por la humedad,
El alma hinchada, oscura y repleta,
Se esforzará
Como una vena azul en un huevo hervido blanco,
Y el cuerpo ondeará con espasmos,
Como una frazada que un hombre enfermo se saca
de encima
Porque hace calor,
Y el alma se alzará para abrirse paso
Del apretar de la carne, de la maldición de la
gravedad-
El Cosmos
Por encima del oscuro pozo del cuarto
Chupará por su tubo galáctico,
El cielo abriéndose en una abrasadora lluvia
de estrellas,
Y llevará al alma hacia arriba, temblando como
una hoja de
[papel-
Mi joven alma-
Del color del pasto mojado-
Hacia la libertad- entonces
"¡Alto!" grita, escapando,
Por la cegadora frontera
Entre dos mundos-
Alto, esperá.
Mi Dios. Por fin.
Mirá, es de acá que proviene la poesía.
Dedos encrespándose por la birome,
Enfriándose, volviéndose no míos.
Oksana
Zabuzhko nació en Kiev el 19 de
setiembre de 1960. Es licenciada en filosofía de las artes y es académica en el
Instituto de Filosofía de la Academia Ucraniana
de Ciencias. También se desempeña en la Universidad de Kiev, en el Departamento
de Escritura Creativa.
…
LOS NÁUFRAGOS
Vivieran donde
vivieran, soñaban ese sueño:
la casera invisible
cuya voz
aceleraba el aire con
una llama oscura
de palabras que saben
desde siempre y siempre han de saber:
“¡Nadie los quiere
aquí! ¡Váyanse!”
Y cuando construyeron
una mansión y la amueblaron con arte
Con amor y con música,
con las flores autóctonas,
Siempre ocurrió,
siempre lo mismo,
El salón se angostaba
en una tumba,
Y la voz de un
sirviente, o de un candelabro,
“Nada tienen que hacer
aquí”.
Y cuando se marchaban a
una isla remota para volverse el ídolo
De las tribus indígenas
Y eran acariciados,
admirados y cobijados… entonces
¿Qué voz los condenó?
Que llegó cuando
asumieron las guirnaldas, esa voz que sabían,
Diciendo: “Esto no es
para ti, todo esto es falso”.
Y los domingos en los
parques con las niñeras, los amantes, las flores,
Y las bandas tocando y
las fuentes elevándose
En horas líquidas de
plata,
¿De quién era el
enemigo? ¿De quién era la culpa?
Si de repente las
sombras observadoras arrancan
Y gritan “¡Váyanse!
Váyanse!”
Ahora han elegido el
exilio, han encontrado una casa aislada
En la ciudad más
pequeña, en el refugio más tranquilo,
Y sólo hablan con los
heridos, los perseguidos, los cojos,
Largas tardes, mañanas
más largas, los más largos mediodías,
Y esperan a que suene
la campana, a que aparezca la casera.
¿Aquí también los
buscan?
Marya Alexandrovna Zaturenska emigró con sus padres a Nueva York a
los 8 años. Su primer libro obtuvo inmediato reconocimiento y recibió numerosos
premios por los ocho que publicó, entre ellos el Pulitzer, pero hoy es difícil
encontrar alguno. “The Castaways” fue un poema muy apreciado por W. H. Auden.
…
BABYN YAR
Fosa de arcilla verde,
hueco de óxido,
barranco de basura
putrefacta.
Un ominoso viento en
los pulmones
de las tierras baldías
oxidadas.
No palidezcas y no
tiembles; quédate,
firme como ante el juez
o el pelotón.
No hay maldición
bastante a su maldad.
No hay insulto capaz de
su abyección.
Sólo un barranco
abrupto, flor de caos.
Tiemblan las ramas de
dos blancos álamos.
Pero aquí entre los
muertos no hay silencio:
hay cien mil corazones
que se quejan.
Hay ceniza plateada de
los huesos.
Hay un cráneo en
pedazos agrietados.
Los muros del barranco
caen al fondo
donde una trenza
delicada brilla
que aún no fue tragada
por el fango.
Las gafas destrozadas
de un anciano.
Un zapato de niño
ensangrentado.
Y enterrados debajo de
los restos,
en pedazos también,
descabezados,
son cien mil los
cadáveres humanos.
Aqui silban las lenguas
iracundas,
aquí corren arroyos de
alquitrán
y abyectos gambusinos
hurgan ropas
en busca del botín de
los cadáveres.
La nociva humareda,
oscura y densa,
se eleva por encima del
barranco,
exhalación de muerte y
pesadilla,
monstruo que repta
sordo por las calles
y se cuela callado en
los hogares.
Vagaban llamas negras y
escarlatas
sobre la tierra en el
horror pasmada,
la luz sangraba en los
tejados sucios
y en las agujas sucias
de Kyiv.
Resguardad en sus casas
vio la gente
más allá de las cúpulas
cirílicas,
y de los álamos del
cementerio,
llamas que chamuscaban
carne y sangre.
Una ráfaga trae desde
el barranco
el hollín de las piras
de la muerte
el humo del carbón de
los cadáveres.
Y Kyiv, roja de ira,
mira cómo
Babyi Yar es envuelta
por las llamas.
Ningún remordimiento
apaga el fuego.
Nada puede vengar la
desmesura.
Malditos los que piden
el olvido.
Malditos los que piden
el perdón.
Mykola Bazhan fue uno de los grandes poetas
ucranianos del siglo XX. Destacó en una vanguardia influida por el futurismo,
el constructivismo y el expresionismo, y desarrolló un verso enérgico y
sintácticamente complejo, con arcaísmos y neologismos entre imágenes
sorprendentes.
…
NO MORIREMOS EN PARÍS
Me moriré en París un jueves por la
noche.
César Vallejo
Olvidamos olores ruidos
colores líneas
Perdemos el oído la
vista y la alegría
Alzas la cara y buscas
con las manos tu alma
Pero vuela muy alto no
puedes alcanzarla
Queda una estación una
última parada
Gira la espuma gris de
los adioses, sube
Y está lavando ya mis
impotentes palmas
Me corre por la boca un
sucio calor dulce
Sólo el amor perdura,
mejor no hubiera sido
Lloré en sábanas
míseras hasta más no poder
Por la ventana vagas
lilas de un rojo enfermo
Corría el tren qué
lánguidos miraban los amantes
La estantería sucia que
aguantaba tu cuerpo
La primavera afuera se
asentaba prosaica
No moriremos en París,
lo sé de cierto
Sino en míseras sábanas
sudadas y lloradas
Nadie nos servirá
nuestro coñac lo sé
No habrá besos tampoco
que nos salven
Ni sombríos anillos
bajo el Pont Mirabeau
No es de Dios la
amargura de más con que lloramos
Amamos en exceso qué
vergüenza de amantes
Demasiados poemas sin
rubor escribimos
No podremos morir en
París los convoyes
Nos vedarán las aguas
bajo el Pont Mirabeau
Natalka Bilotserkivets, poeta, traductora, ensayista,
editora, es una de las poetas más conocidas de Ucrania actualmente. “No
moriremos en París” se convirtió en el himno de la generación de jóvenes
ucranianos posterior a Chernóbil que ayudó a derrocar a la Unión Soviética.
…
NAVAJA
Una navaja
para cortar el pan.
Una navaja
para hacer una flauta.
Una navaja
para acabar con el
cordero
herido por el lobo.
Tan
desnuda, seca y limpia
queda
la superficie del caldo
del día del Señor, que
tiembla
cuando lo toca el sudor
del pescado.
Un signo de piedad y de
lágrimas.
No la toques
si no hay buenas
señales:
es una navaja,
es música que mata.
No son solo palabras:
es poesía sin
palabras,
donde la hierba lava
la cuchilla del cielo.
Natalka Bilotserkivets es una poeta y traductora ucraniana. Nació en el pueblo de Kuianivka cerca de Sumy y se educó en la Universidad de Kiev
…
EL VECINO RAPADO DE TU INFANCIA
El vecino rapado de tu
infancia
nunca creció,
desobediente al tiempo
que nos llevara lejos y
más lejos de las costas fraternas.
Sus suaves y castaños
rizos, afeitados para el verano
con la navaja de antes
de la guerra, nunca volvieron a crecer.
no había,
con la excepción del
fluir del tiempo, río profundo cerca erosionando costas.
Su madre se olvidaba y
a veces desde el porche
le ordenaba volver de
los alegres juegos
de los que era difícil
volver a casa a tiempo,
y él no volvía.
Ni siquiera en la
noche.
Ni siquiera en
invierno.
Ni cuando tú, mayor, te
diste cuenta
de que le habías dado a
tu hijo el nombre suyo.
Halyna Kruk Profesora de estudios literarios en la
Universidad de Lviv, Halyna Kruk ha publicado cinco poemarios y ha recibido
tres premios literarios en Ucrania.
…
LA HISTORIA DE LA CULTURA A FIN DE
SIGLO
Hoy
responderás conmovedores y afectuosos mensajes,
hojeándolos
en la oscuridad, confundiendo las vocales
con
las consonantes,
como
la máquina de escribir en una vieja oficina de Varsovia.
Las
pesadas celdillas
refulgen
con el oro del que se hila el lenguaje.
No
te detengas, sólo escribe,
mecanografía
sobre el vacío espacio blanco, marca a través del
callado
sendero negro.
En
la noche inacabable nadie volverá de las divagaciones,
y
en el pasto húmedo morirán los olvidados caracoles.
Europa
Central está cubierta por un tejido de nieve blanca.
Siempre
tuve fe en los impasibles movimientos de
los gitanos,
no
todos han heredado esta moneda desgastada.
Si
miras sus pasaportes,
olorosos
a mostaza y azafrán;
si
escuchas sus decrépitos acordeones
que
hieden a cuero y a especias árabes,
los
oirás decir que cuando te vas –sin importar adónde
sólo
agrandas la distancia, y nunca estarás más cerca
que
ahora;
cuando
se extinguen las canciones de los gramófonos,
se
derraman restos
como
los tomates
de
una lata echada a perder.
Cada
mañana estalla el corazón sobrecargado
de la época,
pero
no detrás de estas puertas, no en ciudades quemadas por el sol.
El
tiempo pasa, pero pasa cerca que,
si
miras detenidamente, puede verse su pesada deformación,
y
murmuras oraciones que escuchaste por accidente,
y
quieres que alguna vez alguien reconozca tu voz y diga:
así
comenzó la era,
se
volvió incómoda, pesada como un camión de municiones
que
deja atrás planetas muertos y transmisores calcinados,
dispersa
a los patos salvajes en el estanque
que
huyen volando y su llamado es más potente
que
el de los camioneros,
dios
se
entromete.
Al
elegir qué curso seguir, deberías averiguar,
entre
otras cosas,
si
la cultura de fin de siglo
se
ha inscrito en el interior de las venas de tu apacible brazo,
si
se ha enraizado en las espirales de tu cabello espeso,
descuidadamente
revuelto por el viento,
alborotado
por dedos
como
corrientes de agua tibia en una palangana,
como
cuentas de arcilla de colores sobre tazas y ceniceros,
como
un vasto cielo de otoño
sobre
un trigal.
Serhiy Zhadan es poeta, ensayista y traductor. Vive
en Járkov y es también escritor de ciencia ficción. Ha obtenido la Orden
Cultural del Mérito Polaco. Entre sus obras destacan Lili Marleen (2009),
Heridas de bala y cortadas (2012) y Mesopotamia (2014).
…
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