miércoles, 3 de febrero de 2010

OLIVERIO GIRONDO



No se me importa un pito que las mujeres tengan los
senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de
durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a
cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de
soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una
exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy
irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no
sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que
pretendan seducirme!
Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan
locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus
encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades
de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el
baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus
quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre
las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”...
y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de
pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos
anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un
espasmo.
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¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque
nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué
voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes la de
pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos
alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad
que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una
vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho
centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la
seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que
ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera
imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente portal...lo mejor de lo mejor comprimido en un solo blog...gracias por compartir material del bueno