mi madre me enseñó a llorar con una frazada entre los dientes
decía que en el silencio estaba la profunda virtud del llanto
su sublime esplendor
decía que en el silencio
el dolor alcanzaba el pudor de la pureza
…
HOSPICIO
nunca supe yo de qué manera decir su mano contra el viento de
la tarde
o decir ya no veré a mi hija crecer / me llevan a un lugar
de puertas cerradas como la noche o como
las mandíbulas terribles de algún dios
nunca pude decir cuerpo pequeño tu adolescencia ninfa cayendo
catorce pisos cayendo desde la nada de tu desesperación
ibas así
callada y de color rosa por el parque tan callada vos
tan temblor de todos los infiernos / él dijo que no , que no quería
ser el padre de la mirada perdida
del diagnóstico fatal / prefiero ser nada dijo en su rigor
mortis previo
prefiero ser nada
y el tren supo y supo la altura de los cuerpos
ambos desmadejados en su caer sobre sí
ser la madeja deshecha / la palabra de la razón para siempre
rota
entre sus huesos
supo el cuerpo ser ese montón de maquinaria perfecta
absolutamente rota sobre su conciencia
mientras el mundo
iba
conquistando una luz desde la noche
y no se podía creer que pudiera haber un sol después
que desde sus muertes aún pudiera haber el sol
sobre sus huesos en las vías / en la calle
no se podía creer
que siquiera pudiera existir
el sol
…
a
Santiago Maldonado
debería llover toda la lluvia ahora
llover sobre el campo / sobre las montañas
llover y llover
que el cielo se cubra de un negro mortuorio
que parezca un sudario el cielo
que su azul mentira se olvide por días y por días
que se lave el mar
que la tierra desbarate sus terrones
debería llover hasta gastarse la lluvia
hasta que nos queden pálidos los huesos
hasta que se camufle el llanto para siempre
debería llover y llover
que los pájaros aprendan la urgencia del nado
que los peces no distingan océano de nube
que la lluvia en su lloverse pierda el sentido de caer
que flote la lluvia
que confunda los ríos
que atragante alcantarillas
que hunda todo / todo lo devore
y después
cuando el mundo esté limpio de ceniza / polvo / asesinos
y otras miserias
geográficas
después
que vuelva él
y diga madre no te
/ encontré refugio del agua y otras bestias
ni la lluvia ni ellos
me han tocado
…
he visto altos corredores que trazaban el laberinto del sueño
y hombres oscuros como cíclopes de asfalto que trabajaban la
noche
y mapas blancos para los laberintos y capas oscuras para esos hombres
he visto mi sangre esparcirse en las sábanas y también la
tarde volverse otra sangre
en inacabables parques con nombres rotos y botellas sin fondo
he visto pájaros de vuelo violento y breve / morir en cada otoño
con esa manera tenue de morir que poseen los pájaros
y he visto también playas cubiertas de peces de escamas azules
peces y peces detenidos para siempre en la calmada agonía de
la arena
he visto los párpados volverse una tela seca sobre los ojos
amados
he visto los dedos del hielo aferrar una boca y he visto
la textura del aliento en la última ventana
he visto la pequeña aventura del latido y su naufragio
he visto amores caer sobre un árbol y deshilvanar los dedos
como una rueca fría y desalada
he visto mi propio rostro del otro lado del espejo
ese su gesto feroz del que pierde la sed en el desierto
y también he visto / puedo recordarlo
las marcas húmedas de mis pisadas en esas noches / esos
pasillos /esos hombres
cuando la vida era una sílaba sola entre los dientes
la mueca del ahogado
una reja verde arañando el torso de las nubes
agua en pequeños vasos plásticos
y silencio
cuando la vida era un silencio
…
llevo excesiva conciencia de mi rostro
como si fuera una marquesina obscena una fruta que se pudre
un cuadro en violeta y amarillos
una absurda conciencia de mí
de cada centímetro
de la pelusa en el dorso de las manos del vello del pubis
de la elástica transparencia de la piel
conciencia íntima de mi pelo de su crecimiento letal
del sudor
de las uñas y su lenta musculatura
conciencia de la curva de la córnea
del arco ciliar del latido
de las vísceras
de la garra simia de mis pies
llevo extrema conciencia de mi peso de la tarea de la gravedad
sobre los párpados
de cada pliegue que el tiempo pone en mí
ando con este cuerpo con este barco ajado
sobre el océano impecable de los días
como si cargara un muerto
que tanto se me parece
…
mi madre cambiaba de color con el paso del tiempo
no eran las estaciones o las mareas o la textura de algún
viento
ni eran tampoco los ojos del hombre que pudiera conmoverle la
entraña
no
mi madre mudó colores
como si se tratase de un vertical caleidoscopio de furias
como si la habitara un desconocido animal camaleónico
fue tierra allá / en el origen
se desgranaba en verde severo o en marrones
y algún ocre la capturó días y días
volviéndola crepúsculo de pequeños Saharas
después
plantó en su vestido flores minúsculas y rojas como moluscos
perversos
la falda de mi madre era una pradera de mentiras sobre las
piernas
después
sacó azul de entre el negro / algo como una noche vuelta hacia
abajo
y anduvo ella llena de umbrales / el día y su anverso
menos austera que la mañana menos perfecta que la tarde
no sé bien de dónde saqueaba mi madre los colores del cuerpo
tiempo andando
fue un despliegue obsesivo de lila y violetas que enfermaba
los ojos
el campo de lavandas / una postal cursi y deslucida
comprendí triste que ese color me ponía del lado de atrás de
su mirada
aún más atrás más lejos / yo negro ella envuelta en un halo
rosa
es fácil pensar ahora la muerte de mi madre
como un acto de justicia suficiente que restauró colores en el
cosmos
que salvó distancias infranqueables entre el blanco y su
contraste
es fácil pensarlo ahora mientras miro las fotos
todas las fotos confundirse en una amalgama un poco absurda
la desquiciada paleta de alguien
que salpica y salpica sobre este lienzo inabarcable
donde ella y yo / nos perdemos
…
NIÑA REINA
a Umaia
“escúchame
entre todos los soles
hay uno que es nuestro
y tiembla como un fósforo en la tormenta”
jotaele andrade
te canto cada noche
a veces es sólo tu nombre
/ un plañir litúrgico
el vaivén de las aguas del sueño o ese murmullo primitivo y
gutural
parecido al silencio de los peces / de las rocas / de la eterna planicie de los
árboles
te canto con palabras de origen incierto
con un lenguaje animal tan exacto como el alba o tus ojos
acuno el misterio rendido
ante el abismo cenital de los alumbramientos
y abrazo mi espalda
la ciño de manos y de alambres y me muevo
de adelante hacia atrás de atrás hacia adelante
en el momento de los timones rotos y del extravío de la
brújula
algunos secretos los sabe sólo tu nombre
niña reina
éste que canto y digo y deshago
en sílabas inmensas como una casa vacía
donde camina el invierno con los pies descalzos
te puse de cara a la luz y me volví ancha y serena
entonces agitaste tu mano de agua en el límite del horizonte
dentro muy dentro de mí
y retumbé días y días sin entender el idioma ni entender
este cuerpo vasija ciega
no sos
esas horas de látigo y de cuero en los tobillos
no sos el aullido
no
sos la que nadaba luminosa en el cuadrante del tiempo
perfecta como un dios o una palabra
niña reina
guardiana del silencio
…
en el vasto territorio de la soledad se erigen países y
océanos y torres ásperas
como un lamento viejo
en el vasto país de mi soledad se alzan los muros de un sueño
o el prisma infinito de la pesadilla o
ese sabor salobre de la ausencia
en el vasto país de mi soledad
hay cientos de espejos que sólo reflejan los rostro idos idos
como si reflejar pudieran el sentido del viento
hoy no acuno ningún nombre ninguna sílaba
tal vez sólo mueva en el centro vertiginoso de mi entraña la
mirada buena del amigo
su mano en mi espalda su voz en medio del sonido de los
vidrios rotos
hoy no veo el blanco encalado del cielo ni tampoco puedo ver
su gris esmalte de tormenta
hoy cerré los ojos tan fuerte tan duro que sólo puedo ver el
interior del vasto país
de mi soledad
lleno de estrellas que multiplican el mareo y la náusea
hoy las plantas las hojas de los libros me miran con sus ojos
inexplicables
en el vasto país de la soledad que comprende largos
territorios de arena
y amplias montañas y ríos escabrosos yo me muevo
como un alga o un confín
porque el dolor ha tomado el poder
en la pequeña región de mi cuerpo y su bandera oscura
atrapa cada palabra y la vuelve un sonido infértil
porque la bandera oscura del dolor es señora de mi país y de
sus fronteras
como si hubieran atrapado con un lazo oscuro a cada ciervo y
su osamenta fatal
como si hubieran puesto a cada ciervo contra un alambre para
que muriese lento
-pocas cosas más tristes tal vez que esa muerte lenta mansa de
los ciervos atrapados-
hoy no sé de nada más que las dimensiones espesas del mapa de
mi soledad
que despliego como si fuese ciega y palpo palpo
sangrando los nudillos
...
Gabriela
Yocco (Córdoba, 1968. Reside
en Buenos Aires) Nació en Córdoba. Estudió música, Periodismo y Letras.
Actualmente dicta un curso de Literatura Argentina para alumnos universitarios
extranjeros en FLACSO. Publicó Las horas del agua, Elogio del Grito, Tabaco y
dos terrones y la memoria del mar (Al Filo Ediciones). Fue premiada en varios
concursos nacionales e internacionales y colaboró dando charlas y escribiendo
ensayos para revistas del país y del exterior.
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