Me voy quedando
tan a gusto
oscilando con los columpios
mellados del parque y
con los difuntos
que al fin no tienen que decidir
nada
ni esperan que les responda
Soy un péndulo en paz.
***
Sin embargo
había una gallina pequeña para
mí.
Hubo una gallinita todos los años
Hasta que tuve doce
Llevaba mi nombre y mi apellido
Y moría anualmente
durante Yom Kippur
Era mi kappará
Se iba por mi
Daba su vida por la mía
Como si fuera Jesús
O una buena madre judía
La sacrificaban después del año
nuevo y
cada víspera
del perdón
Sin mi consentimiento
Ahora ya nadie muere por mi
Solo yo
soy mi propia condena.
Me pasa cuando lavo los platos
Me enjabono las manos repetidas
veces
Mil veces hasta que la espuma
esconde mis falanges
Y en esa faena puedo pasar horas
A costa de la tersura
A costa de la manicura bien
pulida
A costa de otros oficios que
detesto
Dejar que la pulcritud venza la
porcelana
mientras revivo el pasado
Y que los restos insalubres huyan
por el sumidero
como mis desechos
Pero es que lavar la vajilla
que mi mente se pierda en los
fluidos
en las pompas jabonosas
Pero es que yo misma
me disipe como un manantial
fluyéndome
hasta un lugar una tubería
larguísima
bajo las fauces de esta ciudad
de este país
de este mundo
es un alivio
es un olvido
ganador.
***
Ven conmigo, te digo
Déjate llevar
A otro abismo
Corramos al volcán
que yace debajo
de mi cama.
***
No es un tren de la muerte, pero se parece. Es un vagón del metro de Caracas-Birkenau. Voy allí, en un apretujamiento imposible para poder encajar en un hueco. Mis brazos con brazos, muslo a muslo y así mi rostro con otros rostros. Contengo la respiración para no tragarme los vahos de la desesperanza. Somos una lata de sardinas.
De
pronto, una mujer apiñada siente un dolor y muere sostenida por los cuerpos que
la flanquean. Ni siquiera cae al piso del vagón. Solo fallece súbitamente en su
sitio, transpirando. Y nadie hace nada. Tampoco yo. No quiero consumir el aire
que me queda en el infierno de otro ser.
Una lata
de sardinas. No. Somos una lata de muertos apiñados, con los ojos abiertos.
Me
asfixio. Me asfixia.
Y luego despierto de esta
pesadilla, casi ahogada, sudando frío.
4 poemas de Sonia Chocrón del
libro Hermana pequeña publicado por Editorial Eclepsidra en este 2020.
Caracas-Venezuela.
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