alguna vez soñé con incendiar el
ávila:
destruir el tótem que arrastra
nuestros lastres
hacerlo polvo y desamparar la selva
roja.
quise eliminar cada árbol, cada
jardín, cada chicharra
para que nos viésemos desnudos y nos
apenásemos por nuestros ombligos.
alguna vez quise deslumbrar y
criticar,
volver humo la máscara que asumimos
en nuestra natura.
pero sería muy injusto.
¿quién quisiera enredarse entre
edificios avejentados
y avenidas sin raciocinio?
o tal vez sería ingenuo:
canaima respira en nuestros fondos de pantalla.
…
¿qué quieres que haga?
como me dijo el expresidiario:
los héroes se hacen en campo de
batalla.
tocará cavar huecos
encender mechas
buscar el sol hasta que lo incendie
todo
antes de huir a una roca menos sucia.
…
tengo el mundo entre mis dedos.
es una esfera que parece de hielo.
cada vez que intento estrujarla
se resbala y con ella mi soltura.
…
¿acaso como narciso
me hundiré en la belleza de lo ajeno
en vez de ignorar las costras en mis labios?
…
suelo arrancar calcomanías de
paredes
y chicle de los pupitres
suelo temblar tras fumarme un
cigarro
tras pronunciar discursos en público
suelo despeinarme, dibujar
inconsistencias, provocar terremotos en mis pies
suelo hacer pedazos los envoltorios
que consigo sobre el escritorio.
pero al esconder mi mano en tu
muslo, mi ojo en tu sombra,
soy piedra
diamante
obelisco.
…
yo soy mi hambre
yo soy mi ausencia
yo soy un vacío que anda,
un saco de huesos mareado.
ayer fui prosperidad y exceso:
la viscosidad oscura de mi sangre me
empujó
hacia el abismo.
soy muerte, soy sombra, soy luz:
experiencias trastornadas y
arrojadas
al asfalto.
yo soy mi hambre.
…
denme ritmo, solo ritmo, no la
caguen con melodías sin fin.
denme un tambor para destruirlo con
mis pies,
no estrangulen mis oídos con
vocecillas de muñecas de plástico.
denme la magia que necesitan mis
pasos,
perviértanlos
quítenles la dignidad.
quiero muñones que me obliguen a
brincar,
nada de susurros, nada de susurros,
¡grítame al oído
si esperas que vuelva a pisarte
y desgastar tu suelo!
…
créeme que quisiera sentir como tú
la obsesión por unos dientes
amarillentos
la fijación en una mente que piensa
sin prudencia
la admiración de un loquillo que
duerme poco y lamenta todo.
créeme que quisiera verme
como lo haces cuando deslizas tu
dedo
–lento, viscoso, una oruga de
colores–
en la pantalla de tu espíritu.
pero mi esqueleto irrespeta mis
principios.
¡jamás te aceptará, tan cercana a mis valores!
…
sobre mi espalda jorobada
me empuja al suelo el peso de las
memorias.
no puedo andar erguido cuando
el disparo a mi integridad, mis
creencias, mis emociones, mi dicción
no sana.
no crean que me martirizo.
las labores que escojo son mi culpa.
pensar que mi cansancio es su obra
es una excusa.
yo escojo mi responsabilidad
mi sentido
el camino de tantas espinas
con las que amo tropezar
y las que tanto juro dar fin.
me duele mi espalda
recibo comentarios sobre su forma
con rabia
pero la prefiero encumbrada
que saberme una planicie sin adorno.
…
casi azul
es tu rostro
cuando las huellas de mis dedos
presionan tus pulmones, tu garganta,
tu corazón
y el mar revierte la distancia.
…
doy mis gracias
a todos los cuerpos que me han
permitido su uso
a todos los amigos que han regalado
cigarros
a todos los momentos en que me pensé
un dios
a todos los mensajes que me hicieron
sentir al mando
a todos los llamados a la acción y a
la idea
a todos, a todos, a todos,
sin que queden restos de mi cuerpo
para agradecer en tiempos futuros.
…
abro mi garganta en dos
para mostrarte las verdades que
encierra la playa:
el sol que incinera la cicatriz del
pulmón
la luna que fija la soledad como destino.
…
Carlos Egaña (Caracas, Venezuela)
Cursa la maestría en Escritura Creativa en Español de New
York University. También ha sido profesor de lenguas en distintos niveles
educativos. Es autor del poemario Los Palos Grandes (dcir ediciones, 2017), y
escribe sobre arte, política y cultura pop en los medios venezolanos Prodavinci
y El Estímulo.
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