jueves, 1 de julio de 2021

Flavia Pesci Feltri / Trazos en fuga (15 poemas)

 



epílogo

la patria tembló

susurraban los muertos

bajo túmulos de asfalto

uno

a uno

la estrecha mudez.

 

trazos en fuga

 mientras todo dormía se apoderó de ella un extraño

desvelo. fueron los primeros bostezos luego del sosiego.

entre las ramas aparecieron: hurtados palpitantes limpios.

efímera geometría de sucesivas ausencias. jadean justo

antes de la incipiente luz. el sueño te obliga a abrir los

ojos. escuchaba raras palpitaciones que abrían rutas

insospechadas. en un momento de gracia advirtió cierto

sollozo. intentó traducir la vida naciente. la del otro. echó

mano a símbolos para descifrar el instante conjugado.

alucinando en lo impropio. confundida en la insondable

soledad yacente.

reconoció haber llegado. entendió que debía soltar.

abandonar. respirar hondo. dejarse acunar entre los

trazos en fuga. pendular en el contorno. como rayos

paralelos vagando en el afuera. el adentro. el no lugar.

 

el loco

 yo anhelaba menos confusión. menos furia. sin embargo

la noche insistía con sus estribillos de metal. no era por

causa de las entrañas ni del pensamiento. sino del simple

horror de saberse.

creía en la necesidad de intentar la fuerza de la tierra. su

profunda honestidad. reparaba con obsesivo interés en

el recorrido del río. lo perseguí por cuarenta noches y

cuarenta días en su imparable camino. las aguas dulces

se desbordaron en la salubre infinitud.

me volqué entonces como en otros tiempos hacia el

mismo mar. ese amansador de rocas cuando la tarde

comienza a ser sombra. el de las preguntas solemnes y

ecos palpitantes. vi como en sus olas las barcas sacudían

el tiempo. escuché voces de prehistóricos mundos. el

viento marcaba la hora transitoriedad de lo eterno.

fracasé en el intento. abandoné toda voluntad hasta llegar

a la orilla inerme. me recogieron arenas soleadas de árido

brillo. pude entrever los frágiles huesos. a dos dedos de

mi lengua el cangrejo fósil de piedra. es él quien acalla el

misterio y lo deja ser.

 

Y el mar, en su aparente neutralidad, desgasta, altera, cambia. Nada más

desconcertadamente melancólico que ciertas playas a la hora de la baja mar;

criaturas extrañísimas han quedado abandonadas sobre la arena húmeda y un

aire de destrucción parece flotar sobre todo. El mar parece el agente cósmico

de la destrucción, de la aniquilación lenta, cautelosa e inexorable de ese algo

macizo, óseo que parece constituir la naturaleza humana.

Filosofía y poesía

María Zambrano

 

  

afuera y adentro

 

a Gego,

quien al huir de los nazis

lanzó las llaves de su casa al río.

 

lárgame de ti — le dijo al oído. quiso su misterio. solo

reflejos sin voz.

con paso firme abrió la puerta. cruzó el umbral. apoyó la

espalda en las sombras. dejó caer el bolso se acercó al río.

la dolencia había zanjado su cara. tragó grueso. negaba

mirar(se) con desdén. después de todo comprendía la

inutilidad del odio.

 

trastorno

soy el rasgado. juego a resistir. me contradigo grito

miento. hago fiesta en ti. me arrimo a escondidas. creo en

el caos. te hago intemperie e indigente me llevas. hablas

lejanos dialectos. mares cruzados ahuecan el aire. torpes

emociones entre afilados dientes. asomo por los pliegues

de tu piel como un animal terciario. me resucitas. no habrá

paz hasta aplacar la lengua. hasta tanto la humildad no

convierta mi ira.

— baja a los sótanos y no regreses —

 

calles de la ciudad perdida

envueltas por la ausencia la amenaza las transita. urbe

desolada. su verdor incansable nos da la mano. revela

querer vestirse con los mejores azules. guacamayas

y pericos resguardan la belleza. imposible retirar la

mirada. ya no hay vocales como los caramelos de colores

soñados por Rimbaud. en los ojos tristeza de criaturas.

la indignación hierve en el polvo las manos queman. el

Dominio es cada segundo más cadavérico más tiránico.

espera esperanza: gesta asalto terror incoherencia. la

noche es un vasto insomnio cubierto de estrellas.

 

alforjas

cargaba las alforjas de mi amante. cuidaba no tropezarme.

la mirada detenida. vacilaba en mi paso firme y cierto.

arqueada hacia el horizonte no quería sentir las heridas del

cuello. anduve mucho tiempo por los caminos sedientos.

me arrastraba. mayor era la fatiga de ese peso. alforjas

pesadas y oscuras. como piedras de cantera sobre mis

hombros se hundían. mis senos deslucidos cargaban el

cielo. mi vientre de hilachas secas apartaba el viento. mi

amante. alforja de piedra.

 

arremetida

se había desfigurado la servidumbre. la mirada exorbitada

cesó. nunca antes fueron tan preclaros. ajustaron los

infiernos para desnudar las armas. torcieron los bordes de

una piel cansada. soledad y silencio. calma que antecede

al último de los asaltos. nadie se movía. la atemporalidad

se detuvo en las esquinas. solo el sol con su tozuda

brillantez marcaba las gotas de sudor. exhalaron aullidos.

la muerte esperó arrodillada. los hijos ya ancianos

reanudaron las calles. afantasmándose de nuevo.


templanza

absorta en una constatación inútil decide levantar el

sueño. es hora de que la luz traspase las fracturas. es hora

de que el mundo vuelva. el café humea. la ciudad refugiada

en un rincón trae consigo mensajes desvestidos. tiemblan

los reinicios quisiera doblarlos pero no es posible. la

montaña bosteza hondo en la penumbra. brama desde

sus piedras el sordo hablar de los grillos. confabulan las

nubes en profusos movimientos. abonan el aire. clarea

el frescor. picotean los sonidos desde las ramas. un

detenido instante. rara forma de incerteza la vida.

 

fatum

 voy con mi delantal ahuecado y libre a barrer las aceras

del puente. debajo un río de desechos cabalga la cuesta.

miro de reojo con debilitados movimientos. una brisa

arremolina esos desperdicios sin destino. el poeta observa

conmovido. se compadece por mis años y mi indigencia.

piensa en mi locura y en el sino oscuro que me espera. se

siente tan unido a mí y me escribe un poema. soy la vieja

que barre todos los días el puente derruido. vigilo a los

transeúntes y decido en silencio quien se queda y quien

se va. él escribe sobre mi destino. yo soy el destino. el

poeta pronto lo sabrá.

 

fragmentos de una despedida

te dejo recuerdos. ellos velarán tus visiones serán abrigo

para tu espalda. ayúdalos en el vaivén de los días.

acurrucados serán tu claustro. te dejo recuerdos. sin

pretensiones de dominio.

sabes. encontré otro espacio. abierto. seguro. cálido

amoroso. estos recuerdos prefiero dejártelos a ti:

acuérdate de aquella mirada tuya porque ellos vendrán.

porque arrancarme de este mundo pueden.

 

retorno

regresó porque debía. paredes desnudas exponían el

largo pecho. el gato había huido al no soportar la ausencia.

el niño anduvo su propia huella cuando su mirada fue más

allá. regresó porque debía. pero antes acomodó los ojos

para borrar los intersticios. el corazón no desbordó ni la

sangre redujo más las venas. tomó las frágiles telas de

araña peinando cada uno de sus hilos. acunó los labios.

apagó la mirada. cerró todas las puertas.

 

boca

 

cavamos una fosa en el aire

allí no hay estrechez

Paul Celan

 

tu boca Sulamita ya no es hogar sino refugio. las puertas

fueron selladas cuando dormías para acompañarte en

la muerte de tu nacimiento. recoge los trozos delirantes

de esta historia. vuelve tu espalda al silencio y regresa al

césped mirando al cielo. allí no hay estrechez.

 

parca

fui a buscarla. a la espera de su regreso el insomnio

vertió veneno. me había convertido en un espectro de

carnes tiesas y huesos consumidos. no bebía del día ni

de la noche. me puse las botas y tomé el viejo bastón del

abuelo. fui a buscarla por los caminos del Duero.

vagué sin parar en espera de la ausencia. la encontré

detenida tras un manzano. bordaba el ritmo del universo.

me detuve. sucedió en un instante. verse. reconocernos.

un paso de amables movimientos. sus hilos piadosos

sellaron mi cuello.

 

mirar de nuevo

será necesario anudarse nuevamente las trenzas. tomar

con manos torpes sus puntas abiertas. hacerlas calzar

por los pequeños ojos ciegos. apoyar el rostro ardido

sobre las rodillas. recoger las piernas y dejar de temblar.

será necesario esperar la pobreza de lo apenas habido.

reconocerla e intentar curar las distancias. advertir los

tantos giros todavía no dados. erguirse con paso incierto

regresar al inicio. reunir la enmarañada cabeza en un

nido. juntar agua clara y limpiar con esmero: la elipse

descendente hacia la espalda. la desviación por donde

las manos apoyaron sus hambres. la espiral amejillada

del oído. las nalgas firmes. será necesario alzar la vista y

detenerse en aquello que aún no fue capaz de ver.

 

Flavia Pesci Feltri (Caracas, Venezuela 1968)

Ha participado en los talleres de poesía de los poetas Astrid Lander, Luis Enrique Belmonte, Rafael Castillo Zapata, Armando Rojas Guardia, Santos López e Igor Barreto. Su poemario Lugar de Tránsito fue seleccionado como ganador del Concurso Nacional de Literatura, organizado por la Asociación de Profesores de la Universidad de los Andes (APULA) 2012. Algunos de sus poemas han sido publicados en antologías poéticas: Antesala (Caracas, 2010); La voz de la ciudad (Caracas, 2012); Sesión de nuevas voces (Maracaibo, 2014); 102 Poetas Jamming (Caracas,2014); Cien mujeres contra la violencia de género (Caracas, 2015); Todas las mujeres (fulanas y menganas) (Miami, 2018); y La desconocida que soy (Madrid, 2018). En 2017 publica su poemario Cuerpo en la orilla con Oscar Todtmann editores y con la misma editorial, en 2021, publica su más reciente poemario trazos en fuga.

 

 

 

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