De súbito, estalló la guerra. Se
abrió como una bomba de azúcar
arriba de las calas. Primero,
creíamos que era juego;
después, vimos que la cosa era
siniestra. El aire quedó
ligeramente envenenado. Se
desprendían los murciélagos
desde sus escondites, sus cuevas
ocultas caían a los platos,
como rosas, como ratones que
volvieran del infinito,
todavía, con las alas.
Por protegerlos de algún modo,
enumerábamos los seres y las cosas:
"Las lechugas, los reptiles
comestibles, las tacitas...".
Pero, ya los arados se habían
vuelto aviones; cada uno, tenía
calavera y tenía alas, y
ronroneaba cerca de las nubes, al alcance
de la manos pasaron los
batallones al galope, al paso. Se prolongó
la aurora quieta, y al mediodía,
el sol se partió; uno fue hacia el este,
el otro hacia el oeste. Como si
el abuelo y la abuela se divorciaran.
De esto ya hace mucho, aquella
vez, cuando estalló la guerra,
arriba de las calas.
…
Ellos tenían siempre la cosecha
más roja, la uva centelleante.
A veces, al mediodía, cuando el
sol embriaga -si no, nunca
nos atreviéramos-, mi madre y yo,
tomadas de la mano,
íbamos por los senderos de la
huerta, hasta pasar la línea
casi invisible, hasta la vid de
los monjes. La uva erguía
bien alto su farol de granos;
cada grano era como un rubí
sin facetas con una centella
dentro. Ellos estaban aquí y allá
con las sayas negras o rojas, y
parecían escudriñar diminutas
estampillas, grandes láminas, o
meditar profundamente sobre
el Santo de esos lugares. A
nuestro rumor alguno dirigía
hasta nosotras la mirada como una
flecha de oro o de plata.
Y nosotras huíamos sin volvernos,
temblando bajo
el inmenso sol.
…
Mi alma es un vampiro grueso,
granate, aterciopelado. Se
alimenta de muchas especies y de
sólo una. Las busca en la
noche, la encuentra, y se la
bebe, gota a gota, rubí por rubí.
Mi alma tiene miedo y tiene
audacia. Es una muñeca grande,
con rizos, vestido celeste.
Un picaflor le trabaja el sexo.
Ella brama y llora.
Y el pájaro no se detiene.
…
Había nacido con zapatos. Rojos,
finos, de taco alto,
que fueron la desesperación de
todos los que vivimos juntos
en aquel tiempo.
Y en la cara tenía varias
dentaduras, y lentes celestes como
el fuego.
Al pasar, por la tarde, parecía
el ángel de la devoración con
pie punzó.
Mas, en realidad, amó la luz
solar. Comía guindas, llevándose
una a cada boca.
Y sentía temor y amor hacia el
Maestro Tigre que llegaba
en la noche a buscar doncellas.
Y nunca la eligió.
…
Árbol de magnolias,
te conocí el día primero de mi
infancia,
a lo lejos te confundes con la
abuela, de cerca, eres el aparador
de donde ella sacaba el almíbar y
las tazas.
De ti bajaron los ladrones;
Melchor, Gaspar y Baltasar;
de ti bajaban los pastores y los
gatos;
los pastores, enamorados como
gatos,
los gatos, serios como hombres,
con sus bigotes y sus ojos de enamorados
Esclava negra sosteniendo
criaturitas, inmóviles, nacaradas.
Virgen María de velo negro,
de velo blanco, allá en el patio.
Eres la abuela, eres mamá, eres
Marosa, todo eres, con tu
eterna
juventud, tu vejez eterna,
niña de Comunión, niña de novia,
niña de muerte.
De ti sacaban las estrellas como
tazas,
las tazas como estrellas.
Estuvo oculto en tus ramos el
Libro del Destino.
Te has quedado lejos, te has ido
lejos.
Pero, voy retrocediendo hacia ti,
voy avanzando hacia ti.
Te veré en el cielo.
No puede ser la eternidad sin ti.
…
Bajó una mariposa a un lugar
oscuro; al parecer, de
hermosos colores; no se
distinguía bien. La niña más chica
creyó que era una muñeca rarísima
y la pidió; los otros
niños dijeron: -Bajo las alas hay
un hombre.
Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un
hombrecito.
Pero, ellos aclararon que era un
hombre de tamaño natural.
Me arrodillé y vi. Era verdad lo
que decían los niños. ¿Cómo
cabía un hombre de tamaño normal
bajo las alitas?
Llamamos a un vecino. Trajo una
pinza. Sacó las alas. Y un
hombre alto se irguió y se
marchó.
Y esto que parece casi increíble,
luego fue pintado
prodigiosamente en una caja.
…
LA
NATURALEZA DE LOS SUEÑOS
Al alba bebía la leche,
minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi madre; pero, luego, ella
apartaba un poco,
volvía a hilar la miel, a bordar
a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera, verde y gris.
A lo lejos, pasaban las gacelas
con sus caras de flor; parecían lirios con pies, algodoneros con alas. Pero, yo
sólo miraba
a las piedras, a los altos
ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.
Y, qué podía hacer; tenderme
allí, que mi madre no viese, que me pasara, otra vez, aquello horrible y raro.
…
Los hongos nacen en silencio;
algunos nacen en silencio;
otros, con un breve alarido, un
leve trueno. Unos son
blancos, otros rosados, ése es
gris y parece una paloma,
la estatua de una paloma; otros
son dorados o morados.
Cada uno trae -yeso es lo
terrible-- la inicial del muerto
de donde procede. Yo no me atrevo
a devorarlos; esa carne
levísima es pariente nuestra.
Pero, aparece en la tarde el
comprador de hongos y
empieza la siega. Mi madre da
permiso. El elige como un
águila. Ese blanco como el
azúcar, uno rosado, uno gris.
Mamá no se da cuenta de que vende
a su raza
…
Me acuerdo de los repollos
acresponados, blancos -rosas
nieves de la tierra, de los
huertos-, de marmolina, de la
porcelana más leve, los repollos
con los niños dentro.
Y las altas acelgas azules.
Y el tomate, riñón de rubíes.
Y las cebollas envueltas en papel
de seda, papel de fumar,
como bombas de azúcar, de sal, de
alcohol.
Los espárragos gnomos,
torrecillas del país de los gnomos.
Me acuerdo de las papas, a las
que siempre plantábamos en
el medio un tulipán.
Y las víboras de largas alas
anaranjadas.
Y el humo del tabaco de las
luciérnagas, que fuman sin reposo.
Me acuerdo de la eternidad.
…
MISAL
DE LA VIRGEN
-Usted nunca tuvo hijos.
-No. Aunque, un día, cuando era
chica, surgieron de mí, de mi pelvis, tres
lagartos. En cartílago grueso y
anillado. Tres.
-Eh.
-Sí. Iban por la hierba. Al
parecer tenían ojos, pero no pude saberlo. Se
hundieron en el piso.
-Oh.
-Pero antes oí un alarido, como
si dijesen: ¡Mamá! ¡Ay, madre! ¡Ay!
-Oh.
-No volvieron nunca. En el
momento de la parición, salían de mis pechos (del
izquierdo y del derecho), una
gotita de sangre y una gotita de leche.
-...!
Y ella quedó impasible. Y aunque
era completamente blanca, pareció lo que
siempre había parecido:
Una princesa india, abajo de su
anacahuita.
…
POEMA
X
Este melón es una rosa,
este perfuma como una rosa,
adentro debe tener un ángel
con el corazón y la cintura
siempre en llamas.
Este es un santo,
vuelve de oro y de perfume
todo lo que toca;
posee todas las virtudes, ningún
defecto,
Yo le rezo,
después lo voy a festejar en un
poema.
ahora, sólo digo lo que él es:
un relámpago,
un perfume,
el hijo varón de las ros
…
Yendo por aquel campo, aparecían,
de pronto, esas extrañas
cosas. Las llamaban por allí,
virtudes o espíritus. Pero, en
verdad eran la producción de
seres tristes, casi inmóviles,
que nunca se salían de su lugar.
Estancias al parecer, del otro
mundo, y casi eternas,
porque el viento y la lluvia las
lavaban y abrillantaban, cada
vez más. Era de ver aquellas
nieves, aquellas cremas,
aquellos hongos purísimos... Esos
rocíos, esos huevos,
esos espejos.
Escultura, o pintura, o
escritura, nunca vista, pero, fácilmente
descifrable.
Al entreleerla, venía todo el
ayer, y se hacía evidente
el porvenir.
Los poetas mayores están allá,
donde yo digo
…
Los leones rondaban la casa.
Los leones siempre rondaron.
Siempre se dijo que los leones
rondaron siempre.
Parecían salir de los paraísos y
el rosal.
Los leones eran sucios y dorados.
Ellos eran muy bellos.
Los ojos como perlas. Y un broche
brillante en el pecho
entre aquel pelo áureo.
Los leones entraron a la casa.
Corrimos a esconder los floreros
de sal, de azúcar, el cometa
Halley, las queridísimas sábanas
nevadas, la
colección
estampillas. Y a traer los
sudarios.
Los leones eran al mismo tiempo,
presentes e invisibles, al
mismo tiempo, visibles e
invisibles.
Se oía el rumor de la leche que
robaban, el clamor de la miel
y la carne que cortaban.
Llevaron hacia afuera a la abuela
oscura, la que tenía una
guía de rositas alrededor del
corazón.
Y la comieron fríamente. Como en
un simulacro.
Y -como si hubiese sido un
simulacro!- ella tornó a la
casa y dijo: -Los leones rondaron
siempre. Están delante
de los paraísos y el rosal. Dijo:
-Los leones están acá.
…
Marosa di Giorgio Poeta (Salto, Uruguay) Desde 1978 se radicó en
Montevideo donde inició su carrera poética en 1954 con su obra «Poemas». Su
ascendencia italiana y vasca la convirtió en una poeta singular, cuya obra respondió
siempre a las exigencias de su mundo interior, donde la naturaleza, la magia,
la mitología y el misterio, se convirtieron en importantes protagonistas. El
conjunto de su obra, reunida en «Los papeles salvajes», se amplió con dos
volúmenes que incluyeron «La liebre de marzo», «Mesa de esmeralda», «La
falena», «Membrillo de Lusana» y «Diamelas de Clementina Médici». Sus poemas y
relatos fueron traducidos al inglés, francés, portugués e italiano. Recibió
importantes distinciones entre las que se destacan la Beca Fullbright y el
Primer Premio del Festival Internacional de Poesía de Medellín en 2001. Falleció
en el año 2004.
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