miércoles, 1 de diciembre de 2021

Joan Margarit ( 17 poemas)

 

 





NO TIRES LAS CARTAS DE AMOR


Ellas no te abandonarán.

El tiempo pasará, se borrará el deseo

-esta flecha de sombra-

y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,

se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.

Caerán los años. Te cansarán los libros.

Descenderás aún más

e, incluso, perderás la poesía.

El ruido de ciudad en los cristales

acabará por ser tu única música,

y las cartas de amor que habrás guardado

serán tu última literatura.

 

 

DÍAS DE ABRIL

 

Los pájaros de aquella primavera

es lo que escucho ahora en mi silencio,

pendientes de cambiar cantos por lágrimas.

El ataúd y el canto de los pájaros

no puedo separarlos desde entonces.

Sólo me nutre ya la inteligencia,

que prefiere el invierno con sus charcos helados,

caras grises y suaves por el frío.

Los campos que parecen estar muertos,

los abetos que callan por los años

que han transcurrido ya sin Navidad,

porque sería aún mucho más triste

cantar nosotros solos las canciones.

El pensamiento, al que descoyuntaron

la oscuridad de la pasión y el sexo,

no ha encontrado la paz hasta la senectud.

Es la impotencia la que nos socorre.

La que, haciendo imposible ya el futuro,

salva el breve presente, dignifica el ayer.

 

 

 

 

ÚLTIMOS ECOS

 

 

Terminada la guerra,

el saco familiar de historias tristes

se abría en cada casa: personajes

que para aquellos niños fueron sólo

un nombre, un dolor vago en los retratos

explicados en tardes de domingo

sin luz eléctrica, que se morían

oscurecidas como un gran desván.

 

Nuestra alegría se desparramaba

por todos los solares, con silbidos

que en el crepúsculo se oían

mezclándose al llamado de las madres.

 

Vuelvo a la Escuela Nacional de Niños,

puedo oír, en la calle sin aceras,

el recreo en mitad de la mañana,

el griterío y las rodillas sucias

tras pelotas de trapos y cordeles.

 

La calle polvorienta donde estuvo

con su estucado gris y sus dos aulas,

sin ningún patio ni jardín, mi escuela.

 

Pero, de aquellos días queda, apenas,

el frío anochecer

que mi padre traía en el abrigo,

miedos nocturnos, tardes

de juegos en lejanas azoteas.

 

Y la sombra de inviernos ferroviarios,

cuando al alba mi madre iba alejándose

por una calle oscura y solitaria

con mi hermana cogida de la mano:

la maestra y su niña hacia la escuela,

tapadas con bufandas bajo el frío.

 

La infancia transcurría sin pasado:

cometas de papel en la alta tarde

y canicas debajo de los muebles

y aburrimiento de calcomanías

en los días más fríos y lluviosos.

 

Mi madre, con mi hermana, ya se alejan

en un tren sin paradas que recorre

las soledades de mi propio invierno.

 

 

EL BUSCADOR DE ORQUÍDEAS

 

No había en casa libros adecuados

para el desasosiego adolescente.

Los de urbanismo eran aburridos

y Cataluña, pueblo desdichado

me parecía un título muy triste.

Cogí el Mein Kampf, un breve libro negro

que tomé por profundo. Así empecé

por el lugar más sucio de la literatura.

Las palabras de Hitler, tan vulgares,

eran un pozo negro.

No lo he olvidado, pese a que no lo recuerdo.

Me di de bruces con la realidad.

Fue allí donde empezó la poesía,

difícil y sin falsas esperanzas.

He hecho siempre como el jabalí,

que busca y, delicado, escoge y come

el bulbo -conocido como el orquis–

de la orquídea.

 

 

NUESTRO TIEMPO

 

Cuando nos dimos cuenta, ya estaba en las ventanas,

como para quedarse. Pero ahora

nada nos ilumina sino esa vaga niebla.

A veces, una luz desgarradora.

El nuestro fue otro tiempo mucho más inocente:

Todavía en las obras celebrábamos

cuando, sin accidentes, la estructura

Llegaba a lo más alto y se cubrían aguas.

Vivíamos en calles

a las que les sentaba bien un nombre

Como el de las Camelias.

Entre las azoteas, cada noche

se encendían las luces

del ático de nuestra juventud.

Entre las voces suaves y lejanas,

alguna vez, se oye un grito de pánico.

Pero una herida

Es también un lugar donde vivir.

 

 

AUTORRETRATO CON MAR

 

Aquel niño callado. Juega solo.

Permanece detrás de estos ojos de viejo,

resiste la embestida brutal del mediodía

oyendo los confusos versículos del mar

y el grito de los cuerpos desnudos y oxidados

al entrar en las aguas transparentes y frías

de la playa de piedras. Avergonzado, corre

de un escondite a otro de los cuentos.

 

Duerme dentro de mí, desvalida criatura:

duerme dentro de mí, una noche de reyes,

donde en silencio vuelan las escobas

y los lobos dejaron sus huellas en la nieve.

Afuera brilla un cielo lleno de albaricoques,

y el mar azul oscuro de ciruelas

se deshace en los negros cuchillos de las rocas.

 

El verano de alcohol frío en los ojos

me hace sentir mi vida como la pulpa oscura

y dorada de un fruto que se pudre

alrededor del hueso del recuerdo.

Dentro de mí ocúltate, desvalida criatura.

Dentro de mí protégete de la cruel claridad.

Recita la leyenda que habla del niño gris

y de la miserable bicicleta

montada por el triste ciclista del suburbio.

Te busca y está cerca. Pedalea hacia aquí.

 

 

UN POBRE INSTANTE

 

La muerte no es más que esto: el dormitorio,

la luminosa tarde en la ventana,

y este radiocasete en la mesita

-tan apagado como tu corazón-

con todas tus canciones cantadas para siempre.

Tu último suspiro sigue dentro de mí

todavía en suspenso: no dejo que termine.

¿Sabes cuál es, Joana, el próximo concierto?

¿Oyes cómo en el patio de la escuela

están jugando los niños?

¿Sabes, al acabar la tarde,

cómo será esta noche,

noche de primavera? Vendrá gente.

La casa encenderá todas sus luces.

 

 

LECTURA

 

Penetro en otras vidas.

Llevo días leyendo, pero ahora

alzo los ojos porque me doy cuenta

de que apenas sé nada de quien escribió el libro.

Me avergüenza no conocer

más que su lucidez. Toda supervivencia

es esta especie de conversación

silenciosa y sin tiempo. Es algo aterrador

y ocurre en el abismo de la mente,

un frío cielo azul en el que el amor es

la única forma de posteridad.

 

 

AMADA REGINA

 

En todas las ciudades busco siempre

un hotel que llevara el nombre de ella.

El Regina de Roma y su fachada

severa y gris, fascista, de granito.

El Regina de Londres, frente a un parque

tristísimo al crepúsculo. El Regina

con las piedras negruzcas de Bruselas.

El cálido Regina de París,

junto al «quai» solitario de barcazas.

El Regina y su zócalo de moho

lamido por las aguas oscuras de Venecia.

Y cuando ella murió, y él no viajaba ya,

el último Regina, en el bullicio

del centro, en Barcelona,

le acogió con sus gélidos espejos

y con su delicada marquesina

de hierro y de cristal en la calle Bergara.

Regina amada, hoteles y mujer:

algunos negros bultos en la noche,

la caldera encendida y los neones

de tu nombre, violentos de tanta soledad.

Ciudades que están llenas de imprevistos

hitos de amor.

 

 

CALIGRAFÍA

 

Ha apoyado la frente en el cristal

frío, empañado, con trasluz de invierno.

Escribe el nombre de ella y, a través

de las líneas que traza con el dedo,

la ha visto en un paraje solitario

con el mar y las rocas en la noche.

Al fondo, las estrellas: de pronto, las gaviotas

alzan el vuelo como un resplandor

al paso de un falucho. Se ha engañado:

detrás de la ventana hay una calle

que el alba hace más triste, sin un alma,

con coches aparcados.

Tras las líneas comienza a amanecer:

el sol naciente borrará ese nombre

en la escarcha rosada del cristal.

 

 

COSAS EN COMÚN

 

Habernos conocido

un otoño en un tren que iba vacío;

La radiante, aunque cruel

promesa del deseo.

La cicatriz de la melancolía

y el viejo afecto con el que entendemos

los motivos del lobo.

La luna que acompaña al tren nocturno

Barcelona-París.

Un cuchillo de luz para los crímenes

que por amor debemos cometer.

Nuestra maldita e inocente suerte.

La voz del mar, que siempre te dirá

dónde estoy, porque es nuestro confidente.

Los poemas, que son cartas anónimas

escritas desde donde no imaginas

a la misma muchacha que un otoño

conocí en aquel tren que iba vacío.

 

 

EN TORNO A LA PROTAGONISTA DE UN POEMA

 

Conocía muy bien tu piel dorada,

la señal de peligro de tus ojos azules.

Sueños de profesor que comenzaba

a perder su futuro. Hace mucho surgiste

entre aquellos muchachos y muchachas

del bar acristalado de nuestra Escuela blanca,

desde donde veíamos el mar.

Me preguntan quién eres. Quizás, un día, expertos

en soledad y en crímenes pasados

buscarán, amparada en las palabras,

la sombra de tu nombre y no hallarán

sino cartas violeta de la noche

y el rastro, entre papeles, de unos ojos azules.

 

 

FAROS EN LA NOCHE

 

Intento seducirte en el pasado.

Las manos al volante y esta luz

de club nocturno del tablier me dejan

-fantasía invernal- bailar contigo.

Detrás de mí, igual que un gran camión,

el mañana hace ráfagas de luces.

No lo conduce nadie y me adelanta,

pero ahora tú y yo viajamos juntos

y el coche puede ser el dos caballos

de los años sesenta hacia París.

"Je ne regrette rien" canta Edith Piaf.

Bajo la ventanilla, entra la noche

fria de la autopista, y el pasado

se aproxima de cara, velozmente:

cruza y me ciega sin bajar las luces.

 

 

FLORES BLANCAS EN LA NIEBLA

 

Sábanas grises de la escarcha

cubrían el bancal de los almendros;

pero llegaron lluvias como máscaras

y la hierba borró los espejos del frío.

En la invernal mirada un aire cálido

comenzaba a mentir

a aquellas alas grises

de pájaros erráticos en árboles desnudos.

En una sola noche de tibieza

con reflejos de sombra en el espejo,

los almendros se abrieron en sus flores.

Tú llegaste también

en un tiempo de frío y soledad:

El amor fue la brisa

sobre la escarcha gris. Las flores olvidadas

extendían olor a primavera

en el ámbito helado, nieve cálida

de breves flores blancas. Con tristeza

las recuerdo durante aquel invierno

que en una sola noche las heló.

 

 

HISTORIA EN UN ÁTICO

 

La vida convirtiéndose -¿recuerdas?-

en viajes y trabajo.

La terraza, las vistas, y nosotros

mirando hacia otra parte: así acostumbra

a iniciarse el error: Pero al final,

hacía tanto frío que una tarde

cerramos la terraza de aquel ático.

Sabes lo que te ofrezco: un viejo buitre

a quien el miedo hace volar más alto

y que prepara su vertiginoso

descenso hacia las últimas carroñas.

Del confuso negocio del amor

quedan sólo las últimas monedas

de un tesoro saqueado. Conversemos,

ya que nosotros siempre hemos hablado,

y la conversación tiene el calor

que desea quien sube a un tren nocturno

como el que se me lleva: mi pasado

se borra y el futuro ya no es nadie.

Es otra clase de felicidad.

 

 

HORARIOS NOCTURNOS

 

Acostado a tu lado, oigo los trenes.

Cruzan mi frente sus fugaces luces

rasgando el horror tibio de esta noche.

La pausa de silencio me deja una luz roja,

una nota sobre este pentagrama

de cables y de vías oscuras y brillantes.

Acostado a tu lado,

oigo cómo se alejan con el ruido más triste.

Quizá me he equivocado no subiendo a uno de ellos.

Quizá el último acierto

sea -abrazado a ti-

dejar pasar los trenes en la noche.

 

 

INICIACIÓN

 

Calles estrechas con esquinas tristes,

rótulos anunciando en los balcones

lavajes y la cura de venéreas.

Lances de amor, permanganato, el alba.

La primera mujer

en un cuarto con sábanas heladas.

La luna tiene el rostro

de aquella pobre puta de Madrid.

La ciudad gris, como la policía.

Fue en un mítico viaje clandestino.

No quiero añadir más literatura.

Ni me marcó ni me hizo sentir sucio.

Sólo un tanteo previo

para irme acostumbrando a este misterio

que une dentro de mí mi amor por ti

a un peligro de oscuros callejones.

...


Joan Margarit Consarnau (Sanaüja, España 1938-2021) fue un poeta y arquitecto español. Como arquitecto, fue catedrático de la Universidad Politécnica de Cataluña y participó en la construcción de la Sagrada Familia. Como poeta, escribió en catalán y en español y fue distinguido con el premio Cervantes. Desde el año de 1980 el poeta decidió utilizar el catalán como lengua literaria, con la que ha publicó casi el total de su obra  poética integrada por más de quince libros entre los que destacan: «Mar d’hivern» en 1986, «Llum de pluja» en 1987, «Edat roja» en 1989, «Els motius del llop» en 1993 y «Aiguaforts» en 1995. A partir de 1999, el poeta  publicó ediciones bilingües de sus libros «Estación de Francia», «Cien poemas», «Poesía amorosa  completa» y «Joana», en memoria de una de sus hijas, quien falleció a la edad de treinta años. Su última obra, "Casa de Misericordia", editada por Proa en 2008, obtuvo el Premio Nacional de Poesía, el Rosalía de Castro y el de Poesía de Catalunya.

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